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¿Qué es la verdad? Profesor. De mi novela Premio "Noble" por Serendipia

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¿Qué es la verdad? Profesor. De mi novela Premio "Noble" por Serendipia
¿Qué es la verdad? Profesor. De mi novela Premio "Noble" por Serendipia
#1

¿Qué es la verdad? Profesor. De mi novela Premio "Noble" por Serendipia

—Profesor, ¿qué es la verdad? —Preguntó la entrevistadora con gesto de curiosidad.

—La verdad debería ser lo evidente, y aun así, algunos la discuten.

—¿Cómo es posible que la evidencia sea discutible?

 —Por el relativismo, ya que esta corriente filosófica dice que la verdad es relativa a cada individuo, por lo tanto, para el relativismo todos los puntos son igualmente válidos.

—¿Y no es así? Profesor.

—Para mi entender el relativismo es hija o hijo de la duda, o tal vez del inconformismo, y si me apura de la ignorancia. Puedo estar de acuerdo con esta filosofía en tanto en cuanto la verdad hay que fabricarla, ya que no nace de ninguna idea, aunque cada idea la haga suya.

Los eclécticos llevan siglos buscándola entre todas y no la encuentran porque el fanatismo lo impide. Si el hombre hubiera encontrado la verdad universal el mundo sería un paraíso terrenal. Mientras existan los polos opuestos en todos los órdenes de la vida, el centro siempre se estará tambaleando de un lado para otro. La tibieza del ecléctico no ha podido solucionar los problemas que el hombre ha creado en este mundo.

—Por lo tanto, la verdad no nace de la razón, sino que se impone de facto.

—Exactamente señora, la verdad de un sistema bien sea religioso, político, ético o moral, hay que imponerlo, no nace en el espíritu de la conciencia humana.

—Para usted profesor, ¿dónde se halla la verdad?

—Ya se lo he dicho antes: en la episteme del momento.

—¿Qué quiere decir?

—Que la episteme de hoy ayer fue doxa. Por lo que demuestra que es la ciencia la que determina la razón de las cosas. ¡Ojo! digo la razón no la verdad, porque la razón es tangible, la verdad es invisible y sólo depende de las creencias y hasta de las supersticiones y supercherías.

— Cambiando de tema. ¿Cómo ve usted la España del siglo veintiuno?

—Los últimos veinticinco años los he vivido en países con democracias consolidadas como el Reino Unido, Canadá y los Estados Unidos. Y desgraciadamente España nunca podrá consolidase como una democracia desarrollada.

—¡No me diga eso profesor!, me asusta. ¿Por qué cree usted eso?

—Porque las democracias en su más puro concepto sirven para unir, no para desunir. En España la democracia muchos las quieren utilizar para desunir.

—Es que las ideas tanto religiosas como políticas condicionan mucho, profesor.

—¿Todos los miembros de su familia y entorno de amistades tienen las mismas ideas?

—No, no. Y bien que discutimos, y hasta trifulcas tenemos por ello.

—¿Pero siguen unidos o se han declarado las hostilidades?

—¡Por supuesto que seguimos unidos! El amor a la familia y a la amistad está por encima de todo.

—Eso que usted acaba de exponer es el fundamento de las democracias consolidadas; las democracias en que las ideas están por encima de las leyes, no le quepa duda, acaban en estados anómicos.

—¿Qué futuro ve para nuestra sociedad?

—Paradójicamente la Democracia Española es la más permisible de todas las que conozco. Aquí se dan situaciones que sería imposible de suceder en las más consolidadas del mundo.

—¿Cómo cuáles?

—Tener el enemigo en casa y encima financiando sus exacciones; situación imposible de acaecer en la democracia más consolidada del mundo.

—Se refiere a la de los EE. UU. Supongo.

—Efectivamente, en los Estados Unidos existirán enemigos del cuatro de Julio, pero ni se les oye ni se les ve, y mucho menos se les espera.  Los Estados Unidos tienen muchos enemigos fuera de casa, pero dentro…. los que tenga calladitos. “El Macartismo” cualquier presidente, bien demócrata o republicano, apoyaría hoy “otra caza de brujas” como la de 1953.

—Mal panorama augura para la Democracia Española. Profesor.

—La democracia sin duda es el sistema político más equitativo de todos los sistemas de gobierno, pero cuando algunos segmentos de ésta no aceptan las reglas impuestas por las mayorías o por consensos, se crea el estado anómico.

—¿No cree usted profesor, que el independentismo es un derecho?

—¿Derecho? ¿De quién?

—Obviamente de los que no se sienten españoles.

—Si el país donde has nacido ha sido invadido, esclavizado e impuesto leyes contra las normas o costumbres de sus aborígenes, solo cabe la rebelión y dar la vida si es menester por la libertad de tu pueblo. ¡Cómo tantos han dado su sangre por esa causa! Pero dígame, ¿qué área del territorio español está esclavizada por la democracia de hoy?

—Bueno profesor, esclavizada como literalmente se entiende, ninguna. ¿Pero si algunas gentes se quieren independizar…?

—Bien, ¡Qué se independicen!

—Pero ¡cómo! Si el artículo 155 de la Constitución española lo impide.

—¡Ah coño! Entonces que pretenden esos. ¿Qué el Estado Español les regale la independencia?

—Tampoco es eso profesor, pero si pudieran negociarla dialogando.

—Me hace gracia algunos políticos españoles; dicen que hay que dialogar para llegar a acuerdos, pero no dicen que es lo que hay que dialogar. Mire: toda negociación tiene un fin, pero si alguien pretende conseguir sus propuestas traspasando las líneas rojas que las leyes determinan como base de convivencia de los pueblos, el siguiente paso es la escisión de estos.

—Entonces: ¿No es posible conseguir la independencia cualquier comunidad de las diecisiete existentes, por las vías de las negociaciones?

—Con las leyes actuales imposible. Si hoy alguna comunidad quiere la independencia absoluta, tiene que declarar la guerra a España. Y ganarla ¡Claro!

—¡Hala profesor! ¡Qué barbaridad!

—Bueno, dígame usted cómo se puede conseguir la independencia hoy dentro de la legalidad.

—Dialogando, creo yo.

—Hemos vuelto al principio. Mire señora: gracias a Dios la España de hoy no es Fuenteovejuna, que se conformen los independentistas que pueden conseguir socavar el estado desde las instituciones, cosa que repito, no podrían hacer desde cualquier democracia consolidada.

—¿Alguien más del público quiere hacer otra pregunta al profesor Vela?

     Se levantó un señor de unos cuarenta años. Con una especie de flequillo que le cubría toda la frente.

—Buenas noches profesor, me llamo Carlos Puig Ramón y quería preguntarle respecto a la forma que ha abordado el independentismo. ¿No cree que es un derecho y el luchar por ello? Soy catalán, de Girona concretamente, e independentista convencido.

—Mire usted señor Puig Ramón, las independencias solo tienen una razón de ser: la opresión y a la esclavitud a que está sometido un pueblo por potencias extrañas al mismo, entonces dar la vida por la independencia es digno de alabanza porque es un clamor popular la libertad.   Pero cuando un pueblo es tan próspero como Cataluña; cuando no es un clamor popular la independencia, que sólo responde a un sentimiento unilateral, y además, dirigido por clases privilegiadas o situadas en la cúspide de la sociedad, no en los bajos estratos, entonces la independencia obedece a motivos espurios o caprichos de esa capa social.  ¿O quizás señor Puig Ramón, se siente usted un Simón Bolívar, un Emiliano Zapata, o un Pancho Villa que quiere liberar a Cataluña del opresor español? De ser así, le aconsejo que coja el fusil, la manta, la lata de sardinas y el paquete de tabaco, deje todas sus prebendas y échese al monte a liberar a su pueblo; porque por la vía pacífica no lo va a conseguir, se lo impide la razón de la democracia refrendada por millones de españoles.

—Con todos mis respetos señor Vela, pero las independencias no se pueden o deben extrapolar a siglos pasados donde la violencia era la razón para conseguirlas: ¿No cree usted que en el siglo veintiuno sobran las bombas para conseguir la independencia?

—Totalmente de acuerdo señor Puig Ramón. ¿Pero sobran también las leyes para conseguirlas?

Quedó un tanto confuso mencionado señor. Y se le ocurrió decir con cierto aire de insolencia:

—Cuando las leyes son injustas… ¡Desde luego que sobran!

—Las leyes son injustas cuando no nos favorecen o cuando son impuestas… pero cuando las aprueba el pueblo, por mucho que no nos beneficien hay que respetarlas; y si se lucha contra ellas no respetándolas es pura rebelión, aunque no se pegue ni un solo tiro.

—Pero las leyes se pueden cambiar dialogando. ¿O no, señor Vela?

—También se podrían cambiar jugando al mus, al tute o al póker; pero me temo que ningún gobierno en democracia tiene potestad para “jugarse” la unidad del sistema que presiden.

Una señora que dijo llamarse Pilar Ricola, se levantó un tanto airada a juzgar por el tono de voz., pidiendo la palabra.

—¿Desea responder a esa señora, señor Vela? Me preguntó la moderadora.

—Sí, pero ya sabe que no doy mi opinión, me limito a responder según los hechos.

—¿No es un hecho que Cataluña quiera ser independiente de España? —Me espetó la señora o señorita que dijo apellidarse Ricola, denotando acritud en sus palabras.

—¿Un hecho dice usted? ¿Dónde está? ¿No será más bien un deseo? ¿O es que usted confunde la realidad con sus ambiciones?

—Quise decir, que es un derecho.

—¡Derecho! ¿De quién? ¿Quién o quiénes se arrogan ese derecho?

—Todos los catalanes.

—Como sinécdoque se admite, ¿O es que en Cataluña no hay españoles?

Silencio en el público.

—Bien profesor Vela. Ha sido una emisión muy instructiva, las clases de filosofía política que nos ha deparado ha sido magistral. Le voy a proponer como “el mejor caldo del año”.

— Le aseguro señora presentadora, que, me iba a sentir más orgulloso que con el Premio de Literatura.

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