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El otro día en un post en el que criticaba los aspectos que sobre la seguridad jurídica tenían las circunstancias del cierre de canal 9, uno de los comentarios hablaba sobre que a algunos blogueros y foreros, parece que les afecta ahora cuando les toca a su bolsillo. En primer lugar, tengo que decir que no me he sentido especialmente aludido, sobre todo porque justo en ese post, la única relación que tengo con el tema es precisamente la que exponía en el post y es referida precisamente a la seguridad jurídica y la facilidad con la que se cambian las reglas del juego, y lo cierto es que es evidente que esto no es de ahora y que ni tan siquiera este caso es de los más graves, (siempre y cuando se puedan graduar estas cosas).

Sin embargo es evidente que he hecho muchos post y tampoco necesitaré aclarar que me han tocado muchas veces el bolsillo. Por supuesto que en muchas ocasiones ambas coinciden.  La evolución de los sueldos, la fiscalidad regresiva, los cachondeos con las petroleras, los suministros de productos y servicios básicos, (incluida vivienda), las reformas en las pensiones, las modificaciones en mis condiciones de acceso a la justicia o en mis relaciones laborales o cuando actúo como consumidor me afectan de forma indudable. Unas más y otras menos, pero todas en un sentido.

Por supuesto que cuando me afecta cada una o todas estas medidas, estamos ante un problema económico, que es absolutamente mío. Esto está claro. Sin embargo, estoy completamente seguro que ni Solbes, ni Salgado ni ahora Montoro, ni tan siquiera alguien del ministerio de economía o el de hacienda y mucho menos los presidentes, se levantan un día diciendo: “este Tomás Iglesias es un poco gilipollas; ¡vamos a fastidiarlo!”.

Hay dos cosas claras; por un lado cada una de las decisiones que se han tomado y que han afectado a mi han sido tomadas por personas que claramente no saben que existo, y por razones completamente ajenas a mis circunstancias personales. Es decir, cuando me tocan el bolsillo, lo hacen por razones no personales y no centradas en mis condiciones, de tal forma que soy un efecto colateral. Pero, claro, sigue siendo un problema mío.

Sin embargo, existe un problema económico que es simple y llanamente entender que no soy en absoluto especial; es decir, los golpes a mi bolsillo son golpes al bolsillo de millones de personas, y resulta que precisamente me estoy comiendo los golpes en tanto y cuanto soy una persona completamente normal en el sentido de que soy representativo de millones de personas. Y aquí ya entramos en el problema en el campo económico, porque golpear a un colectivo determinado es precisamente esto; y golpear al colectivo en general definido por consumidores, contribuyentes y trabajadores es golpear directamente a la mayoría de la población, y esto sí que es un evidente problema de carácter económico, que motiva incluso que ahora muchas autoridades se estén preocupando, (no sin cierta ironía), por la desigualdad.

¿Y se ha de hablar de esto?. Pues lo cierto es que no debería ser necesario, pero la realidad es que estamos a golpe de lobby y curiosamente la inmensa mayoría de la sociedad, y precisamente porque al estar tan diluidos los efectos, individualmente somos pocos representativos, hace tiempo que se ha convertido en el colectivo menos importante, lo cual al final explica bastante de la situación actual.

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