Estos últimos días me ha dado por repasar las pullas literarias que se dedicaban Luis de Góngora y Francisco de Quevedo; que junto a Cervantes, tal vez sean las figuras más conocidas y emblemáticas del Siglo de Oro de las letras castellanas. Esos tipos se odiaban de verdad. Aprovechaban cualquier oportunidad para atacarse, ridiculizarse y desprestigiarse ante los demás. De todos es conocido que Quevedo definió a su contemporáneo como un hombre a una nariz pegado –para denunciar falsamente su condición de judío-; tras lo cuál Góngora lo llamó don Francisco de Quebebo. Supongo que entenderéis el por qué… Leyéndolos me moría de la risa. Durante años estuvieron machacándose para mayor gloria de la literatura española. Y es que en juego no sólo estaban su prestigio y su “honor”, sino jugosos contratos como secretarios de los Grandes de España que intentaban ganar cuotas de poder en la corte de los Austrias.
En cualquier caso, fueron escritores brillantes. Aunque si tuviera que elegir a uno de los dos, me quedaría con Quevedo. A pesar de que dijera aquello de que el catalán es la criatura más triste y miserable que Dios crió. Y otras lindezas parecidas. Eso le duele a mi corazoncito catalán… En fin, correré un tupido velo. Sobre todo porque entiendo los motivos del enfado de don Francisco. Pues Cataluña se negó a apoyar con hombres, armas y dinero, a la política imperial del Conde-duque de Olivares (es más, le hizo la guerra). Dicho esto, me interesa Quevedo porque durante su vida desfilaron tres reyes y fue un testigo de primera mano del zénit y posterior decadencia del Imperio Español. Y claro, al repasar su obra me encontré con estos conocidos versos de uno de sus sonetos:
- Nace en las Indias honrado,
- Donde el mundo le acompaña;
- Viene a morir en España,
- Y es en Génova enterrado.
- Y pues quien le trae al lado
- Es hermoso, aunque sea fiero,
- Poderoso caballero
- Es don dinero.
Menudo genio! Tenía una mente excepcional. Ya que en esas líneas resume magistralmente la esencia de las políticas mercantilistas de entonces.
¿Qué fue el Mercantilismo?
Desde luego, no voy a definirlo. La mejor manera de entender esta ideología que más tarde dio origen al Capitalismo es profundizando en las políticas económicas que pusieron en marcha las monarquías de la Historia Moderna. En aquella época todo el mundo peleaba a muerte por la tenencia de los metales preciosos; ya que sin ellos los gobiernos no podían emitir moneda. Y sin moneda, el comercio flaqueaba por la falta de crédito. Por no hablar de las connotaciones fiscales de todo esto… Así que se trataba de un asunto muy serio. Debido a que España contaba con el suministro “inagotable” de la plata y el oro americanos –que consiguió a base de explotar, esclavizar y exterminar a casi toda la población indígena (la tasa de mortalidad entre los indios llegó al 90% durante la Colonia)-, la mayoría de los países europeos entendieron que sólo podrían conseguir una parte de ese botín mediante la implantación de políticas ultra proteccionistas que sólo podían beneficiar a sus respectivos mercados nacionales.
De este modo, las élites de Inglaterra, Francia y de las Provincias Unidas (Holanda), subieron los aranceles para fomentar al máximo las exportaciones y reducir al mínimo las importaciones. Eso por un lado. Por el otro patrocinaron la creación de monopolios comerciales privados y desactivaron el poder de los gremios para potenciar el desarrollo industrial por la vía de las rebajas salariales. Naturalmente, estas medidas crearon bastante mal rollo entre los países del norte de Europa; que es lo que suele pasar cuando se instaura un tipo de comercio negativo en el que sólo puede ganar una de las partes. Sin embargo esas tensiones salieron después… Sobre todo a partir del primer tercio del s. XVII, cuando el Imperio Español inició su larga travesía hacia el ocaso. Hasta entonces, al menos, enfocaron todas sus energías en interactuar con la monarquía de los Austrias. Fuera por las buenas o por las malas.
Interactuar por las buenas significaba que esas naciones colocaban sus productos en la Península Ibérica a cambio de “nuestros” metales preciosos, que emigraban hacia el N de Europa. A nuestros reyes eso les parecía bien porque no tenían ningún incentivo para desarrollar el mercado interno ni en atacar el poder de los gremios. Ni quisieron desmantelar los privilegios fiscales de los territorios que pertenecieron a la Corona de Aragón. Sólo tenían que sentarse a esperar el oro “honrado” que venía de las Américas para luego irse de compras por el extranjero. Y si por alguna razón no lo recibían a su debido tiempo; daba igual, los banqueros flamencos o genoveses les adelantaban el dinero a cambio de jugosísimos intereses. De ahí procede en buena parte la denuncia de Quevedo… Pero es fácil juzgar a posteriori. Y es que España tenía un grave problema con la subida de los precios provocados por el aumento de la circulación de la moneda. Encarecía los costes de las manufacturas patrias y generaba violentas burbujas que las élites manipulaban a su antojo, mediante el uso partidista del crédito, para esquilmar al común de los ciudadanos –por ejemplo en el boom que experimentó la agricultura hasta finales del s. XVI-.
Fuera como fuera, los franceses, los holandeses y los ingleses se comieron buena parte de nuestra inflación cuando decidieron vendernos sus productos. Lo cuál creó bastantes problemas en Francia (Jean Bodin se lamentaba por ello). En cambio, los holandeses y los ingleses se las ingeniaron para crear las primeras sociedades por acciones –las Compañías de las Indias-, a las que se atribuye la consolidación del comercio de ultramar entre Asia y el Viejo Continente. Dicho comercio demostró ser extremadamente beneficioso. A cambio del oro y de la plata americanas, los hindúes les vendían sedas y especias cuyo precio se multiplicaba por varios enteros al llegar a Europa. Y sin con toda esa fortuna no tenían suficiente… entonces la oligarquía de esos países pasaba al Plan B; es decir, a enfrentarse con los Austrias por la vía militar al financiar la actividad de los corsarios. Esta actividad también era muy lucrativa, pero peligrosa, ya que la mayoría de los grandes piratas de los siglos XVI y XVII –empezando por Francis Drake- fueron ajusticiados por los españoles durante sus correrías por América.
De este periodo de la historia pueden sacarse varias y valiosas conclusiones. La afluencia de metales preciosos desde las colonias provocó en la península una especie de quantitative easing de la época que nuestros reyes no supieron o no quisieron atajar. Lo que inevitablemente creó burbujas en algunos activos. Aunque quizá lo más dramático fue el progresivo empobrecimiento del mercado laboral, que agonizaba entre el paro y la constante pérdida de capacidad adquisitiva, como consecuencia de una monumental deslocalización industrial desde el S hacia el N de Europa. La otrora pujante industria textil castellana –la niña de los ojos de los Reyes Católicos-, fue aniquilada por la competencia de los paños holandeses. Y así en tantas otras cosas. En cambio, para los países que pusieron en marcha esas políticas mercantilistas el camino fue muy distinto (no exento de grandes penalidades). Algunos perdieron la soberanía y luego volvieron a recuperarla. Sin embargo en un momento dado de su travesía por el desierto la tenencia de metales preciosos para confeccionar su moneda alcanzó la suficiente “masa crítica” para que éstos pudieran desarrollar su industria tanto dentro como fuera de sus fronteras. Creo que entender esto es un asunto de suma importancia. No sólo por las repercusiones que tuvo después respecto al nacimiento del Capitalismo, sino porque esas dinámicas siguen plenamente vigentes en el mundo actual.
De todos modos, cuando echo la vista atrás… No puedo reprimir cierta “melancolía” por los tiempos en que España fue una nación soberana e independiente.
Juegos de palabras
De verdad que los seres a menudo nos “perdemos” con las palabras, los conceptos y las definiciones que nos inventamos para conocer la realidad. Aunque suene un poco filosófico. Muchas veces esa confusión es inducida por los políticos y sus media afines; pero en otras, simplemente, nos hacemos la picha un lío.
Tras la caída del muro de Berlín y la desintegración del bloque soviético en 1989-1990, todo el mundo empezó a hablar de la “globalización”. Un vocablo que sigue de moda 25 años después que se ha convertido en una especie de cajón de sastre para explicar los cambios geopolíticos, económicos y sociales que se han desparramado por el planeta desde entonces. Y claro, tras la globalización pronto apareció su antítesis: la antiglobalización. Otro marasmo conceptual que nadie sabe a ciencia cierta de que va ni cuáles son sus implicaciones reales. Por poner un ejemplo… Desde que los capitales extranjeros empezaron a fluir hacia China tras la matanza de Tian’anmen, los grupos antiglobalización –a menudo relacionados con la extrema izquierda anticapitalista-, denunciaron las deplorables condiciones de vida de la clase obrera asiática que se veía obligada a trabajar por cuatro chavos para que nosotros, los occidentales, pudiéramos seguir viviendo como reyes. Un discurso que todavía tiene mucha aceptación social y que a mi siempre me ha parecido muy simplista y maniqueo. Sobre todo si atendemos en lo que se está convirtiendo la China actual. Por motivos familiares conozco la realidad de ese país desde hace un montón de años y sé que, en líneas generales, los cambios socioeconómicos que está experimentando son para bien. Digan lo que digan los agoreros. Por eso creo que los que la liaron parda en Seattle durante la cumbre la OMC a finales de 1999 deberían reflexionar un poco; pues no todo es “blanco” o “negro”, ni el libre comercio ha sido tan malo para los países muertos de hambre que recibieron ese flujo de inversiones.
Es más, si yo fuera uno de ellos me preocuparía por la increíble fuga de puestos de trabajo de Occidente a Oriente. La falta de comprensión de la realidad macroeconómica tiene a toda la izquierda mundial sumida en el caos. Y si por alguna razón alguno de sus dirigentes o intelectuales la entiende… cierra la boca porque sus propuestas para solucionar esa emigración del empleo parecerían reaccionarias a sus compañeros de partido.
Respecto a las élites económicas que defendieron el término de la “globalización” también hay grandes contradicciones. Pero hablaré de ellas más adelante.
Bienvenidos al neomercantilismo
Tampoco voy a definir el neomercantilismo como doctrina económica. Se lo voy a dejar a los economistas… Lo que sí voy a hacer es contaros desde mi humilde punto de vista lo que observo a mi alrededor.
Antes os decía que tras el colapso de la URSS los capitales occidentales comenzaron a invertir en masa en la economía china. Probablemente nunca sabremos si los acontecimientos de Tian’anmen fueron una “revolución de colores” patrocinada por Estados Unidos o un movimiento original que surgió en China. Lo que sí sabemos es que tras la represión de los estudiantes que murieron en esa plaza, el dinero empezó a llegar; tal vez, sólo tal vez, porque las autoridades de Pekín demostraron ser gente de fiar –parafraseando a George Bush hijo-.
El acuerdo entre China y Occidente era inevitable porque ambas partes lo deseaban. El gigante asiático ofrecía mano de obra barata, seguridad en las inversiones y reciprocidad –porque desde el principio, no nos engañemos, se sabía que compraría deuda pública norteamericana y europea-. En cambio, para los inversores el trato era muy beneficioso porque les ayudaba a reducir los costes salariales en sus países de origen y porque se abría ante ellos el acceso a nuevos mercados que antes tenían vedados.
En cierto modo, entiendo las quejas de algunos grupos antiglobalización –sin duda los más avispados-; ya que, básicamente, lo que se les prometía es que los sueldos de la clase media jamás volverían a ser los mismos pero que se verían compensados por la deflación importada desde Asia. Vamos, una mentira en toda regla. Pues esta dinámica sólo podía reforzar la deslocalización industrial del oeste hacia el este e incrementar el desempleo del Primer Mundo.
El PIB industrial de Estados Unidos lleva décadas cayendo a plomo –lo cuál ha sido “compensado” por las burbujas promovidas desde el sector Financiero-
Es un asunto interesante, ¿no? Cuesta entender las motivaciones de los gobernantes de entonces. Es posible que algunos creyeran que la pérdida de la capacidad adquisitiva no sería tan pronunciada debido al envejecimiento de la población y a la reducción de la población activa (aunque eso nos llevara en el futuro a una gran crisis fiscal y a un crecimiento insoportable de la deuda por el sobrecoste de las pensiones). Y también podría ser que la mayoría conociera de antemano la insostenibilidad del Sistema y le importara un carajo. Sabe Dios…
En cualquier caso, para nuestra oligarquía la globalización parecía una apuesta ganadora. Sin embargo “olvidaron” un par de cosillas que me gustaría comentar. En primer lugar, pasaron por alto que la mayoría de los países asiáticos son unos proteccionistas de toma y lomo que imponen elevados aranceles para proteger a sus industrias nacionales (si en China son altos, en la India son directamente escandalosos –será por la rueca que llevan en la bandera-). Y en segundo lugar porque no calcularon las consecuencias que a largo plazo tendría para Occidente que los países re-emergentes acumularan en el balance de sus Bancos Centrales tantas reservas en dólares, euros o yenes.
Por eso os digo que a nadie a ciencia cierta sabía de lo que hablaba cuando se refería a la “globalización” o “antiglobalización”. Creo que Obama y otros líderes tendrían que jugar al “ouija” para entrar en contacto con el espíritu de Quevedo para que éste pudiera iluminarles con su pluma… Pues veo muchas similitudes entre lo que sucede actualmente y lo que pasó en el s. XVII. Estamos inmersos en una crisis de final de superciclo –de esas que se dan cada 400 o 500 años- y casi nadie parece darse cuenta de ello (los del LEAP2020 sí lo ven, pero estoy tan alejado de su “diagnóstico” que ni siquiera voy a comentarlo). Quevedo podría explicarle a don Mariano Rajoy que la situación no es nueva. Que Estados Unidos y la U.E. se enfrentan a una situación muy parecida a la que se vivió durante la España de los Austrias. Y es que debido a la deslocalización industrial y a nuestra pérdida de competitividad, se ha producido una brutal acumulación de capital en los países re-emergentes que está desplazando el centro geográfico de la economía mundial como no se ha había visto en… 1000 años!!
El poder económico regresa rápidamente donde estaba hace 1000 años. En Asia. Es así porque el crecimiento del PIB de cualquier país está íntimamente relacionado con su proceso de urbanización (pues es en las ciudades donde se realiza la mayor especialización del trabajo y dónde el dinero obtiene mejor rentabilidad). Y en este proceso, China es el campeón indiscutible.
Fuente: McKinsey Global Institute
Asimismo, este cambio en los flujos de capital tiene implicaciones impactantes. Pues ha llegado el momento en que China y los BRICS han llegado a la mayoría de edad para emanciparse de la tutela del sistema financiero occidental. Del mismo modo en que, en su día, Holanda e Inglaterra alcanzaron la suya cuando acumularon suficientes metales preciosos para independizarse de España. La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el Banco de los BRICS o el Banco Asiático en Inversiones e Infraestructuras (BAII) son una muestra de esta nueva realidad que, en muy poco tiempo, dejará al Banco Mundial o al FMI en un segundo plano. O dicho de otro modo: toda la estructura montada en Bretton Woods en 1944, así como los excelentes razonamientos que Robert Triffin planteó en su famoso dilema, se tambalean. Quizá por eso, no hace tanto, el ex presidente de China Hu Jintao declaró aquello de: el dólar es cosa del pasado.
Por otro lado, los BRICS hacen lo que tienen que hacer. Desarrollan sus mercados internos –en China el peso del PIB del sector servicios ya supera al de las manufacturas-, mientras se preparan para conquistar los mercados de medio mundo. Con o sin el BAII, los planes en inversión en infraestructuras del gigante asiático tanto en Latinoamérica como en Asia, quitan el hipo. Y francamente, no creo que se haya visto nada igual desde la época de los faraones… Sólo hay que fijarse en la magnitud de esos proyectos para entenderlo. Ahora bien, para conseguirlo necesitarán energía barata y algo de financiación extra a pesar de sus cuantiosas reservas en divisas. Respecto al tema de la energía, las autoridades de Pekín están construyendo una vastísima red de oleoductos por toda Asia y Oceanía que asegurará sus necesidades energéticas durante las próximas décadas –así como la de sus países asociados-. En este sentido, es divertido observar como los rusos, los indios y los paquis han enterrado rápidamente las viejas rencillas históricas con China en aras del bien común.
Oleoductos en construcción y que se construirán con la financiación del BAII –básicamente, de GNL-
Es más, si a los oleoductos le añadimos la nueva red de carreteras, líneas de ferrocarril, los puertos y aeropuertos y demás, cualquiera diría que estamos en el s. XXI. Y es que no sé por qué me estoy acordando de la increíble infraestructura de calzadas romanas que durante la época del emperador Adriano, traían hacia Roma productos desde 3 continentes diferentes. Que sé yo, puede que esté desvariando… O quizá estén desvariando los de Bloomberg; que tras anticipar el estallido de las mil burbujas de China incansablemente una y otra vez, ahora contemplan como la bolsa de Shanghái ha duplicado su valor en tan sólo 1 año. ¿Qué saben los inversores que no sepan los de Bloomberg? Nada, me temo. Todos invierten por la puerta de atrás en los mercados asiáticos para beneficiarse de las jugosas perspectivas a medio y largo plazo. También en Rusia.
No olvidemos que el dinero es infiel.
Sin embargo a nivel geopolítico, la música es distinta (algún día tendría que hacer un artículo sólo para explicar la relación existente entre los mercados energéticos y los diferentes conflictos bélicos que observamos en Asia y en Oriente Medio). El principal problema, en mi modesta opinión, es que Estados Unidos y la U.E. pueden quedarse al margen de la iniciativa promovida por los BRICS. No sólo perderán esos mercados, sino que podrían tener que conformarse con el acceso de fuentes de energía caras que lastrarán su crecimiento económico –incluso Arabia Saudí tendrá que darle “unas vueltas” al tema de sus exportaciones de petróleo, habida cuenta de que China ya es su principal cliente-. Por eso entiendo el cabreo de Larry Summers con la administración de Barack Obama por negarse a financiar el BAII. Sobre todo, porque la dinámica desatada en Asia podría ayudar a la FED a controlar la gigantesca oferta monetaria que han creado en los últimos años a través de los QE. Hay que entender que lo que proponen los chinos a través del BAII es un gigantesco plan de desarrollo keynesiano basado en la economía REAL; que multiplicará con el tiempo el valor de las inversiones y que necesitará mucho dinero para llevarse a cabo. Se trata de un tipo de comercio en el que 1+1 son 3; y no 0, como pasó en la era del mercantilismo clásico.
En cambio los ingleses sí lo han entendido. Y no sólo eso, sino que el gobierno de Cameron amenaza con abandonar la Unión Europea si, finalmente, queda en el bando de los perdedores. Je je… Lo siento pero no puedo reprimir la risa. Pues siguen siendo los mismos piratas que eran durante los siglos XVI y XVII; siempre dispuestos a abandonar el barco cuando huelen el peligro –no me extraña que Nixon y Kissinger los odiaran por su falta de “lealtad”-. Y otro tanto podría decirse de los suizos que en aquella época estaban al servicio de España como mercenarios de los tercios y que ahora sólo responden a sus intereses particulares… Todos ellos se han apuntado al BAII. Y es que fuera de él sólo quedan los estadounidenses, los canadienses, los mexicanos, los australianos y los japoneses que imploran a Putin la extensión de los oleoductos rusos hasta su territorio.
En fin. Ya que los yanquis nunca agradecieron la ayuda militar que les proporcionamos en su lucha por la independencia contra los ingleses; al menos, podrían estudiar nuestra historia para saber lo que “les espera”. Y si no quieren… Pues que lean a Quevedo!
Un abrazo amigos/as!!