EL FALO ESPLENDENTE
06-12-09
El falo esplendente es cuando uno da a la mujer no sólo lo que ella esperaba que le dieras, y en el mejor de los casos, sino lo que ella nunca hubiera podido llegar siquiera a imaginar, y en el mejor de sus sueños y fantasías.
El falo esplendente, que no es la cosa física pero espiritual, representa la máxima fusión de dos seres: son un solo ser, un solo espíritu, un solo cuerpo, y la mujer que lo llega a conocer, jamás lo olvidará, y se lamentará cada día por poder recuperarlo.
En el falo esplendente convive una contradicción, nada extraordinaria por otra parte, puesto que toda la vida es una contradicción.
Por un lado, es la virilidad en estado puro, algo a la que las mujeres no se pueden resistir. No queremos entrar en complejidades freudianas porque ya saben que no lo hemos leído, más que de oídas, por lo que dicen otros. Bote pronto, nos da que Freud hacía a veces más literatura que ciencia. Bella, pero literatura, no ciencia. Es sólo una intuición, no un juicio, ojo. Sí que aceptamos que la mujer sienta unas fascinación irreprimible, por lo ajeno, lo masculino, cuya más explícita representación es el falo. Pero sospechamos que esa fascinación por lo masculino proviene de su natural fascinación por lo desconocido, porque lo que no tiene, pero no porque desee tenerlo. Como homínidos mucho más evolucionados que nosotros, los hombres, a las mujeres no les falta da nada. Hasta tienen tetas. Ya hemos dicho otras veces que el hombre sigue siendo ese cavernícola (de ahí sucesos en principio incomprensibles en estos tiempos, como los malos tratos, violaciones, abusos y hasta asesinato del rival por la competencia de un territorio o por simple crueldad de macho alfa muy hormonado) que siempre fue. La mujer está en un estado superior de la evolución. Es perfecta. No le falta ni le sobra nada. Nosotros, homínidos inferiores, nos falta todavía un hervor: la compleja evolución de las especies todavía tiene que hacer mucho trabajo, y adaptar al hombre a un medio que ha cambiado demasiado deprisa. Creemos que el hombre es un error de la infalible ley de la evolución de las especies, ya que por primera vez en la historia de todas las especies, existe un ser vivo que no está perfectamente adaptado al medio, y no se ha extinguido, como marca esa ley.
Por otro lado, y aunque suene contradictorio, el falo esplendente es femeneidad (no feminidad) en estado puro. El falo esplendente es el hombre que ha alcanzado el estado superior de la evolución masculina, y habla de tú a tú con la muy evolucionada y más compleja mujer. Nos quejamos los hombres de que no entendemos a las mujeres y, viceversa, ellas se lamentan de nuestra poca sensibilidad, nuestro egoísmo y nuestra vanidad. Una mujer te pondrá perdonar unos cuernos (o muchos), y mirará a otro lado sabiamente, como hacen la mayoría, siempre que se haga de una forma discreta y no afecte a su reputación. Son sabias, y saben distinguir mucho mejor que nosotros entre lo importante y lo accesorio. Saben de nuestra cavernícola naturaleza, de las hormonas que nos impelen a hacer tantas tonterías. Pero nunca te perdonará dos cosas: que la abandones sentimentalmente, que uno no haga el pequeño esfuerzo diario de entenderle, comprenderle(los aspavientos, los golpes de pecho, el decir voy a cambiar, no sirven y casi siempre llegan demasiado tarde, cuando la mujer ya ha decidido en su fuero interno, desenamorarse, despegarse), y aunque sus demandas nos parezcan a los hombres pueriles, insignificantes y nimias; y, en segundo lugar, que no estés a la altura del sagrado cuidado de la familia, sean los hijos comunes, sean los viejos de ambos: padres, madres, abuelos.
La mujer lo tolera todo, menos la falta de empatía y sensibilidad, ella que es pura empatía, a veces excesiva y origen de muchos de sus sufrimientos, y ella que es pura sensibilidad, que hasta una sola palabra rutinaria mal dicha por el hombre, y aún sin mala intención, le puede arrasar el corazón durante días.
Superada la cosa física, convertido el falo intermitente en termitente, extensión verdadera y obediente y muy fiable de su espíritu, el hombre se mira, se conoce de verdad, y descubre su femeneidad. Sin complejos, seguro de sí mismo, se maravilla con su descubrimiento y se deja llevar. Es entonces sólo cuando aparece el falo esplendente. Una contradicción, sí, pero una maravillosa contradicción que anega a la mujer en unos sentimientos y unas experiencias que ni en el mejor de sus sueños pudo llegar a desear.
El falo esplendente es el hombre más viril, pero el más femenino. Es entonces cuando el hombre se convierte en el ser más irresistible de todos, y el que consigue la entrega incondicional de la mujer: entrega absoluta, indefinida, total.
La mujer no se entrega por abrirse de piernas. La mujer se entrega cuando abre su corazón y su espíritu al falo esplendente. Ya no podrá renunciar a él. Y si por circunstancias lo tiene que hacer, lo llevará siempre en lo más profundo de su corazón y de su ser, y lo revivirá cada segundo del resto de su vida
El falo esplendente es el hombre con el que la mujer ni siquiera se ha atrevido a soñar, por una especie de resignación y fatalismo congénitos, heredados de madre a hija. Es el hombre que merece estar a su lado, por una simple igualación en la evolución, y que pocas veces consigue.
Es difícil tarea de la mujer conseguir que el hombre descubra su femeneidad, y entonces surja de verdad el falo esplendente. Pero es posible, claro que es posible.
El falo esplendente: esta vez sí, el hombre que toda mujer desearía como padre de sus hijos y compañero de su vida, el hombre a la que ninguna mujer ni podría ni querría renunciar.