LAS CURVAS
05-06-11
A nosotros nos gustan más las curvas que las rectas.
Por ejemplo, en conduciendo.
Cuando en el pasado hemos conducido por la carretera de Andalucía (ahora llamada asépticamente A4. Le han quitado toda poesía al nombre), camino de Ciudad Real o camino de vacaciones a Andalucía, hay un trayecto, allá por el kilómetro 120 y antes de de llegar a Manzanares del Real, que se hace insoportablemente aburrido: rectas interminables rodeadas de viñedos.
Nos aburrimos tanto en esas rectas sin fin de Castilla la Vieja o como se llame, que paramos en cada gasolinera que vemos, para estirar un poco las piernas, y para llenar un depósito de gasolina que sorprendentemente siempre está lleno. Esto es un pequeño truco que hoy desvelamos para hacer un viaje de 600 kilómetros sin gastar gasolina, puesto que siempre que llegamos a nuestro destino, el depósito está lleno. Nuestro coche, que es un mechero y no gasta nada.
De esta forma, preferiríamos conducir en una carretera de montaña, así con muchas curvas. A nosotros que nos den curvas, que nos gustan.
Nuestro gran proyecto literario favorito (si es que alguna hemos tenido algún proyecto, y encima literario) no es escribir grandes novelas, magistrales cuentos, inigualable poesía, o divertido teatro y guiones de cine que encima se represente o se filmen y con ello que se pueda ganar una buena pasta, gansa o no.
Nuestro gran proyecto literario es escribir una serie de libros de viajes por eso que llaman ahora Comunidades Autónomas (qué tontería, cuando antes estaba todo dividido en provincias y era más fácil sabérselas). Unos quince días en cada de ellas, en otoño y en primavera.
Y así, en nuestras ensoñaciones, que además son gratis, nos imaginamos en un BMW 335 i descapotable (capota dura, por supuesto). Solos, porque esto viajes iniciáticos y para escribir libros, hay que hacerlos en soledad. Ya nos gustaría hacerlos en compañía, sobre todo femenina, pero entonces nos distraeríamos de nuestra importante tarea.
Ahora que lo pensamos, una vez escribimos que un signo inequívoco de la pitopausia es comprarse un coche deportivo descapotable. A lo mejor ya hemos entrado en la pitopausia, aunque observamos que nuestro pito está como siempre: bien duro cuando no se le necesita; y bien blando y perezoso cuando alguna mujer reclama su presencia. Nada, no hay remedio. Nuestro pito va a su bola.
Ya hemos hablado de las curvas de las carreteras, que nos gustan más que las rectas. Ahora hablemos de las curvas de las mujeres.
Las mujeres tienen dos complejos ridículos, quizás provocados por las tontas que son las editoras de revistas de moda, que son unas cursis y seguramente frígidas, que hay mucha frígida por ahí: a mayor fashion victim, mayor frigidez. Seguro.
A saber los complejos de las mujeres: que se hacen viejas y que están gordas.
Nosotros ya hemos hecho muchos elogios a la mujer madura, y con el mayor homenaje de todos: follándosnoslas. También hemos elogiado la mujer no delgada, incluso gorda, que además suelen ser muy simpáticas, de buen humor y muy agradecidas. Y suelen tener mejor conversación, más lecturas y cultura que las delgadas, que se creen equivocadamente que por estar delgadas todos los hombres vamos detrás de ellas. Pues no. Todavía hay clases.
Ahora nos ha dado por las latinoamericanas, en especial las paraguayas, de las que Madrid está lleno. Joder con las paraguayas, lo buenas que están.
La mayoría de ellas están gordas, digamos para un estándar español. Pero misteriosamente, es una gordura sexy y muy atractiva, porque son una pura curva, pero una curva cincelada por un maestro escultor, y así mantienen todos su atributos femeninos clásicos (el pecho, esplendente y prometedor, más bien selvático en su exuberancia; las caderas grandes y rotundas, como esos iconos que de arte primitivo que eran homenajes a la fertilidad; las cinturas marcadas y acompasadas y equilibradas con el resto de la figura; y las piernas, carnosas y lujuriosas). Por no hablar de ese maravilloso pelo que se gastan: negro imposible, largo, sano y muy brillante. Cuando uno ve el pelo largo de una paraguaya, entiende entonces por qué los curas mojigatos obligaban a las mujeres a taparse el cabello. Es algo muy lúbrico en sí mismo, sin necesidad de mirar más abajo.
Las carreteras y las paraguayas. Dos ejemplos de por qué la curva es muy superior a la recta.
Por eso nosotros no hemos sido nunca ni rectos ni rectilíneos.
Ay las curvas.