EL FLEMÓN
16-02-11
Pues no va y empezamos esta semana con un flemón. Manda güevos.
Hablamos de un flemón en una muela, que no en nuestros genitales, que conste. Nuestros genitales, que sepamos, no se fleman ya, ni se inflaman, si acaso son flemáticos como los ingleses, que sólo sirven para emborracharse y hacer excelentes y casi eternos zapatos cerrados y con cordones, a lo Church`s.
Ahí es nada: quinientas libras esterlíneas, que no vulgares y más pobres euros. Los euros son como más del Sur de Europa, y a pesar de los alemanes. Eso les pasa por ir tanto a Mallorca. Se les pega todo lo malo del Sur de Europa, pero desde luego son más infelices y más estreñidos, los alemanes, no los españoles.
Nosotros odiamos el dolor. Preferimos el placer.
Nuestro umbral del dolor debe ser de los más bajos del mundo, creemos.
Nosotros hemos sido sargentos de la noble Infantería (mucha leche de los pijos de la Marina y de la Aviación, pero hasta que la Infantería no ocupa los territorios, las guerras no se han terminado de ganar. Hay que poner en el territorio enemigo una bandera propia, y si no se tiene a mano una bandera, al menos una bosta, una cagada, una caca. Cuando un soldado ya ha cagado en territorio enemigo, significa que lo ha conquistado. No te digo. La caca, en determinadas circunstancias, puede ser definitiva y hasta solemne: es conquistadora).
Y así, imaginamos de una forma muy calenturienta y absurda y en una batalla imaginada, que el enemigo nos hace prisioneros. Rayos, qué torpes somos, nos hemos dejado apresar.
Convención de Ginebra o como se llame: diríamos nuestro nombre y rango y nada más. Pero es verdad (y aquí nos lamentamos de nosotros mismos) que a la primera amenaza de torturas por parte de nuestros muy hijodeputas captores, confesaríamos toda la supuesta información que desearan. Vamos, como si es necesario convertirse en desertores y delatores. Total, qué más da, una bandera u otra, si todas nos dan igual.
Ya hace tiempo que decidimos que ser héroes, y sufrir por ello, suena como muy aburrido. Y encima debe doler.
Un dolor de muelas es de las peores cosas que le pueden ocurrir a un hombre. Decimos hombre, porque no sabemos si las mujeres tienen muelas o no. Nunca se las hemos visto. Menos mal. Nuestro muy poco romanticismo, se acabaría viendo las muelas de nuestras amadas. Preferimos verles otras cosas.
El lunes pasado, día no tan malo, porque el peor momento de la semana es el domingo por la tarde, lo pasamos normal, bien.
Pero en comiendo el lunes, empezamos a notar una muela. Malo cuando te duele algo, porque significa que algo no va bien.
Ay el martes por la mañana! Ni podíamos desayunar. Ni fuerza en las manos teníamos para hacernos el zumo de naranja.
De repente, nos sentimos los hombres más desgraciados del mundo. Cumplimos con nuestras obligaciones muy tempraneras de chófer profesional para la universidad y colegio de nuestra hija e hijo.
Pero luego decidimos que no podíamos trabajar. Cancelamos todo. Ni siquiera nos duchamos, para desconsuelo de nuestras muchas admiradoras (y adictas) de nuestro olor corporal, que en ese momento no estaban presentes. Ellas se lo perdieron.
Arrastrándonos, casi llorando por nuestra desgracia y dolor, fuimos dando tumbos hasta la consulta de un dentista cercano y amigo.
Manuel, por favor, danos algo. Nosotros pensábamos en morfina o algo así, como en las películas de guerra, pero nos recetó un antibiótico (Augmentine, qué pena que no se pueda mezclar con la ginebra. La ginebra como que alivia algo. Y Paracetamol 1 g e Ibuprofeno 600 mg).
La leche este coctel de medicinas. Mano de santo.
Hoy nos sentimos mucho mejor. Ya no nos duele la muela y podemos comer con normalidad. Hasta podemos beber con pluralidad, nuestros gin tonics de Seagram`s. Eso de que los antibióticos y el alcohol no se pueden tomar a la vez, es una gran trola de un médico abstemio y calvinista.
El flemón, o cuando un hombre se da cuenta que es un cobarde y que no sirve para casi nada.