LOS PALILLOS
07-02-11
Qué palillos? Pues qué pregunta más tonta: los palillos de dientes.
Entre los palillos de dientes hay clases, como en todavía todo en la vida.
Así como hay clases sociales; y como hay clases de amigos (mejores, peores y traidores); y como hermanos y hermanas, que olvidan ad diarium a su madre viuda, pero recuerdan ad futurum su dinero en una futura herencia; y como mujeres (las tontas, las feas y las pintadas, con la excepción de las mujeres de nuestra vida, que no son ninguna de las tres cosas, faltaría más), así también hay clases de palillos de dientes.
El más humilde y barato palillo pensamos que ya lo han jubilado, y seguramente sin pensión (o muy precaria), visto lo que últimamente hacen los izquierdones, contraviniendo su supuesto (y sagrado?) ideario, que ya se ha descubierto el ideario como una mierda, pinchada en un palo o no, da igual. Sigue siendo una mierda. Más bonita con el palo, pero mierda al fin.
Era un palillo plano, de barata madera, que venía en pequeñas y de cartón cajas, y los camareros y demás gente que nos sirven, ponían en un churretoso envase. Asqueroso.
Seguramente, los españoles de cierta madura pero muy atractiva edad como nosotros, debemos nuestra legendaria inmunidad a los microbios, debido a que hemos crecido tomando aperitivos (boquerones en vinagre, aceitunas, patatas a la brava) con esos palillos.
Así, todos los microbios de las manos del muy pulcro camarero de turno, después de haber ido a defecar o miccionar o hacerse una paja porque estaba aburrido y sin después lavarse las manos con Fairy (perdón por la escatología, queridas señoras) se residen los microbios (sujeto y predicado, nunca olvidar) intactos en ellas.
Pues menuda gracia. Quizás no sea como muy estético ni agradable eso de tragarse a través de un palillo de dientes los microbios de la polla de un camarero guarro. Pues no.
Pero al menos y en cambio, los españolitos de a pié hemos ganado en inmunidad microbiana, aunque no llegue ni a diplomática ni a parlamentaria.
La segunda clase de palillos ya no son planos, pero redondos.
Es el progreso. Están escondidos en un envase de plástico, del que es casi imposible sacar un puto palillo, puesto que sólo puede salir a través de un muy pequeño orificio, como por ejemplo debe ser el culo (o ano) de un gorrión. No somos ornitólogos o así, pero imaginamos el culo de un gorrión como algo minúsculo.
Y la tercera clase de palillos ya es la pera marinera. Ni en Alemania los tienen, entre otros motivos porque los alemanes no usan palillos: sólo saben trabajar y vivir y morir tristemente, sin la cariñosa y lenitiva compañía de sus hijos y nietos, ya que en su día los ignoraron, y ahora ellos son los ignorados. Eso les pasa por protestantes, protestones y, todavía peor, calvinistas.
Superioridad de la cultura mediterránea, aunque seamos más pobres, más morenos y más bajos. Pero, entre otras cosas, follamos mucho mejor, que conste, sobre todo peludas alemanas en su día. No se depilan ni queriendo. Sus tobillos son tan grandes como nuestras cabezas. Desde luego, una raza aria superior. Pero una raza de vacas lecheras. La pera, la estructura ósea de las alemanas. Si son pijas, mejoran bastante.
A ver quién es el valiente que se folla a la Merkel, por ejemplo. Ni deuda pública ni leches. Antes la abstinencia absoluta, o una paja, que aunque triste y solitaria, siempre es socorrida.
El palillo actual (o contemporáneo, que creemos que es algo parecido) viene envasado uno a uno en un envoltorio de plástico (y al vacío, para que no caduquen). La hostia con la industria y la inventiva española.
Qué inventen ellos, dijo el gran y honesto Unamuno.
Pues los españoles hemos inventado el súper palillo de dientes, entre otros motivos, para evitar los microbios de la polla del camarero. No te digo.
Los alemanes inventan coches y cosas. Y nosotros, inventamos modernos e higiénicos palillos de dientes. Así nos va.
Al menos, nos queda el consuelo que las españolas se depilan.