LOS CONTROLADORES AÉREOS O LA NO EXISTENCIA DE CASUALIDADES
04-12-10
Sólo el débil cree en la casualidades, igual que cree en la supersticiones. Echa la culpa de sus miserias y problemas a la fortuna. En cambio, el débil siempre se arroga la paternidad de sus logros y su suerte.
Así, el niño (y el estudiante universitario, o el empleado que fracasa) dice: Me han suspendido. O al contrario: Yo he aprobado.
La semántica siempre es reveladora del subconsciente. Seguramente lo dijeron Freud y Jung. Y si no lo hicieron deberían haberlo hecho, leches, porque es algo obvio.
Hecho gravísimo el de hoy: por primera vez en la historia de nuestra todavía joven y frágil democracia, se ha declarado el estado de alarma, una situación especial prevista por nuestra constitución para situaciones muy excepcionales, y donde algunos derechos constitucionales quedan abolidos por un máximo de quinces días. Desparece por un tiempo nuestro habeas corpus y las ventajas de un derecho garantista, donde prima la presunción de inocencia.
Además, el ejército y otros cuerpos de seguridad, se arrogan derechos que en situaciones normales no tienen.
No somos muy simpatizantes del gremio de controladores aéreos, como tampoco de algún otros gremios como el de los policías municipales, al que odiamos nada cordialmente, sobre todo cuando nos ha puesto alguna multa.
Ambos gremios, controladores y municipales, comparten varias cosas: unas pruebas de acceso relativamente difíciles, y luego una seguridad en el trabajo y, sobre todo, una remuneración muy excesiva para el trabajo realizado, para el valor que devuelven a la sociedad que les paga.
No es de recibo que haya muchos policías municipales que cobren el doble que un médico cirujano de la Seguridad Social que salva vida todos los días. Y además, estos municipales trabajan tres días y libran cuatro. Cojunudo.
Y encima cuando hay problemas de verdad, son unos cobardes acojonados y tienen que llamar a cuerpos como la Policía Nacional o la Guardia Civil, ambos peor pagados y con peores condiciones, sobre todos los últimos. Y son unos chulos mal encarados. Al menos, la Guardia Civil acojona mucho, sobre todo en los controles de alcoholemia, pero siempre son correctos, muy serios pero educados.
En ese gremio de privilegiados en el que su trabajo consiste mirar una pantallita y ordenar el tráfico aéreo (tampoco será tan difícil, digo yo), algo pasó ayer viernes, para que actuaran de esa manera tan brutal, con una masiva huelga ilegal, encubierta y de celo.
Tanta gente a la vez no actúa así si no son por razones muy fundadas. Hasta ahora habían jodido al personal con huelgas anunciadas, legales y autorizadas. Pero jamás habían hecho lo de ahora.
Aplaudimos en su día la mano dura del ahora otra vez Pepiño Blanco (nunca más le llamaremos don José. Que se joda) con el gremio de los controladores aéreos, siempre dando un poco por el culo, como el gremio de pilotos, otros privilegiados.
Pero parecía que se había llegado a un acuerdo, y que con los controladores habían aceptado su nuevos estatus.
Pero resulta que Pepiño publica ayer un real decreto donde se incumplen los acuerdos negociados con los controladores. Muy listo Pepiño: hace el decreto justo el día en el que empieza el puente más largo del año.
Pepiño no será muy letrado, y hablará muy mal el castellano, y desde luego no creemos que sea muy buena persona (acaso hay algún político profesional que lo sea?), pero de tonto no tiene un pelo.
Aventuremos una teoría un poco arriesgada y que desde luego será muy criticada. Nos la que te re sopla. No sólo no evitamos las críticas: no rejuvenecen y hasta nos podemos empalmar, incluso.
Eso del estado de emergencia, ya estaba previsto por el gobierno.
Un golpe de efecto más de la propaganda izquierdona. Cualquier cosa con tal de que la opinión pública mire para otro lado, como las mujeres y hombres cornudos.
Además de dejar más limpia de costes AENA y ante la anunciada privatización o venta a algún grupo amigo, se consigue un enorme efecto de propaganda política.
Es obvio que en la vida no existen las casualidades.
Lo sentimos por esos cientos de miles de pasajeros atrapados en los aeropuertos, sobre todo por aquellos que tenían que viajar por necesidad y no por placer.
Pero más lo sentimos por los cinco millones de parados. Muchos no es que no tengan para comprarse un billete de avión. Muchos no tienen ni para comer.
Agur, agur izquierdona. Una vez más, no colará. Al tiempo.
Vuestra propaganda se va a volver contra vosotros.