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Energía y Equidad

Querido Germinio,

Te dejo unos párrafos que, seguramente, sabrás apreciar.

La importación de una crisis
Mientras más rico el país, más de buen tono es mostrarse preocupado por la llamada "crisis de energía". El tema saltó a la primera plana en Le Monde y en el New York Times, justo después inmediatamente después de que Kissinger anunciara la suspensión de bombardeos en Vietnam. Es el nuevo problema-chispa para los grandes programas de televisión, está en la agenda del jet-set científico internactional, es el meollo en la reorganización de las relaciones comerciales entre rusos y americanos. Ya en 1970, este mismo tema llegó a tener preeminencia en las revistas de las elites científicas; en parte porque cómodamente amalgama varias ramas "distinguidas" de la investigación reciente, ampliamente popularizadas durante la década de los sesenta: el estudio psico-sociológico de los conflictos, de la ecología y de la contaminación ambiental, el de las mutaciones previsibles en la tecnología futurista. Ahora, en 1973, vemos los primeros signos de que la importación de la "crisis energética" empieza a tener éxito en en América Latina. Se multiplica la reproducción de traducciones sobre el tema. En la prensa periódica destinada a las clases escolarizadas las vitrinas de librerías exhiben títulos al respecto; los programas de televisión, promovidos por las fundaciones extranjeras, conectan el tema a la necesidad de limitar la población, de aumentar los niveles tecnológicos para usar la energía escasa en forma más económica y de llegar a acuerdos internacionales de naturaleza no política. Me parece de suma importancia fijar nuestra atención en la realidad subyacente a esta "crisis" y encontrar una manera que habilite a las masas populares para participar en el análisis, sin que por ello baje el nivel lógico y técnico de la discusión. El presente documento es una contribución para orientar esta discusión en uno de los sentidos posibles.
Hay que desenmascarar la "crisis de energía". Se trata de un eufemismo que encubre una contradicción, indica una frustración, consagra una ilusión. Encubre la contradicción inherente al hecho de querer alcanzar, al mismo tiempo, un estado social basado sobre la noción de EQUIDAD y un nivel cada vez más elevado de crecimiento industrial. Indica cuál es el grado de frustración actual, provocado por el desarrollo industrial. Finalmente, consagra la ilusión de que se puede sustituir indefinidamente la potencia de la máquina por la energía metabólica del hombre, ilusión que lleva, en este momento, a los países ricos a la parálisis y fatalmente desorienta la planificación del desarrollo en los países pobres. Al difundir el pánico de una inminente e inevitable "crisis de energía", los ricos perjudican aún más a los pobres que al venderles los productos de su industria. Construir las propias centrales nucleares en los Andes incorpora a un país al Club de los Explotadores, mientras que la importación de coches o aviones solamente acentúa su dependencia. Al difundir en el mundo de los pobres el temor por la insuficiencia de energía para el "progreso" hacia tales metas, los pobres aceptan la explicación que presentan los ricos sobre la crisis en el progreso y se ponen al mismo tiempo un handicap en la carrera del crecimiento a la cual se obligan. Optan por una pobreza modernizada, en vez de elegir, con el uso racional de las técnicas modernas, el acceso a un modo de producción que refleje madurez política y científica. En mi opinión es de la mayor importancia enfrentarse a la realidad que oculta ese llamado concepto de "crisis". Hay que reconocer que la incorporación de algo más de un cierto quántum de energía por unidad de un producto industrial inevitablemente tiene efectos destructores, tanto en el ambiente sociopolítico como en el ambiente biofísico.
 

El abuso político de la contaminación
La presente "crisis" energética ha sido precedida por una análoga "crisis" ecológica: se abusa de ambas con fines de explotación política. Hay que entender que la segunda no encuentra su solución aún cuando se encuentren formas de producir energía abundante y limpia; es decir, sin efecto destructor sobre el medio ambiente.
Los métodos que hoy se utilizan para producir energía, en su creciente, mayoría agotan los recursos y contaminan el ambiente. Al ritmo actual de su utilización, el carbón, el petróleo, el gas natural y el uranio serán consumidos dentro del horizonte temporal de tres generaciones, y en el entretiempo habrán cambiado tanto al ser humano como su atmósfera de forma definitiva. Para transportar a un sólo hombre en un Volkswagen, sobre una distancia de 500 km, se queman los mismos 175 kg de oxígeno que un individuo respira en todo un año. Las plantas y las algas reproducen suficiente oxígeno para los tres mil millones de hombres que existen. Pero no pueden reproducirlo para un mundo automovilizado, cuyos vehículos queman cada uno por lo menos catorce veces más oxígeno del que quema un individuo. Los métodos usados para producir energía no sólo son caros-y por tanto son recursos escasos-, sino igualmente destructores, al punto de engendrar su propia escasez. Los esfuerzos de los últimos decenios se han orientado a producir más petróleo, a refinarlo mejor y a controlar su distribución. El énfasis ahora se va trasladando hacia la investigación para encontrar fuentes de energía abundante y limpia y motores comparables en potencia a los presentes, que sean más rentables y menos venenosos. Se olvida que automóviles que no envenenen el ambiente, ni en su manufactura ni en su marcha, costarían un múltiplo de los que ahora tenemos. La promoción de la técnica limpia casi siempre constituye la promoción de un medio de lujo para producir bienes de primera necesidad.
En su forma más trágica y amenazante, la quimera energética se manifiesta en la llamada "revolución verde". Los granos milagrosos introducidos en la India hace pocos años, hacen sobrevivir y multiplicarse a los hambrientos que se multiplicaron por el crecimiento industrial. Estas nuevas simientes se cargan de energía en forma de agua de bombeo, abonos químicos e insecticidas. Su precio se paga, no tanto en dólares sino más bien en trastornos sociales y en destrucción ecológica. De esta forma, los cuatro quintos menos industrializados de la especie humana, quienes llegan a depender más de la agricultura "milagrosa", empiezan a rivalizar con la minoría privilegiada en materia de destrucción ambiental. Hace sólo diez años se podía decir que la capacidad de un recién nacido norteamericano de envenenar el mundo con sus excrementos tecnológicos era cien veces mayor que la de su coetáneo en Bengala. Gracias a que el bengalí depende de la agricultura "científica", su capacidad de destruir el ambiente en forma irreversible se ha multiplicado por un factor de cinco a diez, mientras que la capacidad del norteamericano para reducir la contaminación del planeta ha disminuido un poco. Los ricos tienden a acusar a los pobres por usar su poca energía en forma ineficiente y dañina y los pobres acusan a los ricos de producir más excrementos porque devoran sin digerir mucho más que ellos. Los utópicos prometen soluciones milagrosas a los dos, tales como la posibilidad de realizar pronto un decremento demográfico, o la desalinización de las aguas del mar por energía de fusión. Los pobres se ven obligados a fundar sus esperanzas de sobrevivir en su derecho a un ambiente reglamentado que les "ofrece" la generosidad de los ricos. La doble crisis de abastecimiento y de polución ya manifiesta los límites implícitos al crecimiento industrial. Pero la contradicción decisiva de esta expansión más allá de ciertos límites reside en un nivel más hondo, en lo político.

La ilusión fundamental
Creer en la posibilidad de altos niveles de energía limpia como solución a todos los males, representa un error de juicio político. Es imaginar que la equidad en la participación del poder y el consumo de energía pueden crecer juntos. Víctimas de esta ilusión, los hombres industrializados no ponen el menor límite al crecimiento en el consumo de energía, y este crecimiento continúa con el único fin de proveer cada vez a más gente de más productos de una industria controlada cada vez por menos gente. Prevalece la ilusión de que una revolución política, al suprimir los errores técnicos de las industrias presentes, crearía la posibilidad de distribuir equitativamente el disfrute del bien producido, a la par que el poder de control sobre lo que se produce. Es mi tarea analizar esta ilusión. Mi tesis sostiene que no es posible alcanzar un estado social basado en la noción de equidad y simultáneamente aumentar la energía mecánica disponible, a no ser bajo la condición de que el consumo de energía por cabeza se mantenga dentro de límites. En otras palabras: sin electrificación no puede haber socialismo, pero inevitablemente esta electrificación se transforma en justificación para la demagogia cuando los vatios per capita exceden cierta cifra. El socialismo exige, para la realización de sus ideales, un cierto nivel en el uso de la energía: no puede venir a pie, ni puede venir en coche, sino solamente a velocidad de bicicleta.

Mi tesis
En mi análisis del sistema escolar he señalado que en una sociedad industrial el costo del control social aumenta más rápidamente que el nivel del consumo de energía. Este control lo ejercen en primera línea los educadores y médicos, los cuerpos asistenciales y políticos, sin contar la policía, el ejército y los psiquiatras. El subsistema social destinado al control social crece a un ritmo canceroso convirtiéndose en la razón de la existencia para la sociedad misma. He demostrado que solamente imponiendo límites a la despersonalización e industrialización de los valores se puede mantener un proceso participatorio político.
En el presente ensayo mi argumento procederá analógicamente. Señalaré que en el desarrollo de una sociedad moderna existe un momento en el que el uso de energía ambiental excede por un determinado múltiplo el total de la energía metabólica humana disponible. Una vez rebasada esta cuota de alerta, inevitablemente los individuos y los grupos de base tienen que abdicar progresivamente del control sobre su futuro y someterse siempre más a una tecnocracia regida por la lógica de sus instrumentos.
Los ecólogos tienen razón al afirmar que toda energía no metabólica es contaminante: es necesario ahora que los políticos reconozcan que la energía física, pasado cierto límite, se hace inevitablemente corrupta del ambiente social. Aún si se lograra producir una energía no contaminante y producirla en cantidad, el uso masivo de energía siempre tendrá sobre el cuerpo social el mismo efecto que la intoxicación por una droga físicamente inofensiva, pero psíquicamente esclavizante. Un pueblo puede elegir entre una droga sustitutiva tal como la metadona y una desintoxicación realizada a voluntad en el aislamiento; pero no puede aspirar simultáneamente a la evolución de su libertad y convivencialidad por un lado, y una tecnología de alta energía por el otro.

El marco latinoamericano
La llamada crisis de la energía es un concepto políticamente ambiguo. En la manera como se usa en el presente, sirve a los intereses imperialistas tanto en Rusia como en los Estados Unidos. Sirve de explicación para limitar privilegios a quienes más directamente cooperan en el desarrollo de estos privilegios. En América Latina la difusión del pánico serviría para integrar el continente más perfectamente como periferia de un mundo cuyo centro está donde más energía per capita se utiliza. No hay movimiento de verdadera liberación que no reconozca la necesidad de adoptar una tecnología de bajo consumo energético.
Discutir la crisis de energía equivale a colocarse en el cruce de dos caminos. A mano izquierda se abre la posibilidad de transición a una economía postindustrial, que pone el énfasis en el desarrollo de formas más eficientes de trabajo manual y en la realización concreta de la equidad. Nos conduciría a un mundo de satisfacción austera de todas las aspiraciones realistas. A mano derecha se ofrece la opción de acometer la escalada de un crecimiento que pondría el énfasis en la capitalización y el control social necesarios para evitar niveles intolerables de contaminación. Nos conduciría a transformar los países latinoamericanos en participantes de tercer orden en el apocalipsis industrial, hacia el cual marchan los países ricos. Estados Unidos, Japón o Alemania ya están a punto de perpetrar el autoaniquilamiento social, en una parálisis causada por el superconsumo de energía. Insistiendo en el sueño de hacer trabajar las máquinas en lugar del hombre, se desintegran políticamente, aún antes de verse sofocados en sus propios desechos. Hay ciertos países, como la India, Birmania, y espero que aún por cierto tiempo también China, que son todavía bastante operantes en el uso de sus músculos, precaviendo así el aumento del desarrollo energético. Pueden aún limitar el uso de energía al nivel actual, tratando de usar sus vatios para fines cualitativamente cada vez más altos y cada vez en forma de mejor distribución.
Posiblemente den el ejemplo de una economía al mismo tiempo postindustrial y socialista, para lo cual deberán mantener una tecnología con un bajo consumo de energía y decidir, desde ahora, vivir más acá del nivel de consumo por cabeza de energía mecánica que deberán recuperar los países ricos para poder sobrevivir.
América Latina se encuentra dentro de una tercera situación. Sus industrias están subcapitalizadas y sus subproductos, física y socialmente destructores, son menos visibles que en los países ricos, haciendo excepción particular del Distrito Federal en México y de Sâo Paulo en Brasil. El menor número de gente es consciente de sufrir precisamente a causa del aumento de la potencia de la máquina industrial y, por tanto, menos es la gente dispuesta a tomar en serio la necesidad de limitar el desarrollo ulterior de tal potencia. Por otro lado, todos los países de América Latina ya tienen una infraestructura física que a priori al no escolarizado, al no motorizado, al no electrificado, al no industrializado, le permiten participar humanamente en el proceso de producción. Aquí, la idea de una alternativa al desarrollo de la industria pesada ya implica la renuncia a lo que se está haciendo o se cree poder hacer mañana: una renuncia al coche, a la nevera, al ascensor y en muchos casos, hasta al cemento armado que ya está en el pueblo o en la casa del vecino. En Latinoamérica hay menos conciencia que en los países ricos de la necesidad de un modelo alternativo de tecnología y tampoco se vislumbra una renuncia al modelo de los ricos, cosas que pudieran permitirse los chinos, si así lo quisieran.

 

Extracto de Energía y Equidad, Iván Illich - 1973

Pueden leer el texto completo de manera legal, aquí

Con cariño.,

ARGENTUM

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  1. en respuesta a Argentum
    -
    #3
    28/07/10 11:04

    No estoy tan seguro de que escribiria eso...

    En cuanto al timing, se lleva diciendo unos decenios, pero cada vez se dice mas porque cada vez se ve mas obvio y hay mas evidencia cientifica.

    Y, como no se hace casi nada, cada vez se dira mas. Llegara un punto, que sera parte de los telediarios: Nacional, Internacional, Deportes, Cambio Climatico, Economia, Cultura y Sociedad...

    Puedo imaginar los titulares:
    - Zapatero se presenta por quinta vez a las Elecciones generales
    - Obama y Hu Jintao acuerdan aislar definitivamente a Corea del Norte ante su negativa a suscribir Kyoto III
    - Valentino Rossi campeon del mundo de Formula I. Messi entrenador de la albiceleste, viste.
    - Argentina se adhiere a Kyoto III. Cierra los campos de gas natural de Peninsula Valdez y se convierte en el primer exportador mundial de energia eolica. Brasil es su principal cliente, ya que sigue siendo deficitario energetico.
    - Los catedraticos Santiago Nino Becerra y Yo Mismo publican un tercer libro vaticinando la Crisis Sistemica Definitiva para el 2030.
    - Inundaciones en Bangladesh como consecuencia del monzon mas violento de los que hay registro historico. Millones de refugiados abandonan sus casas y tierras de cultivo los deltas anegados.
    - Exito sin precedentes de la campana de la ONU para frenar la natalidad en Sudan y Chad, tras el fin de la guerra en Darfour, 30 anos despues...
    - Belen Esteban nos abre su corazon. Declaraciones en exclusiva, tras su divorcio de Casinadalovi.

    Que tengais buen dia y hasta luego lucas.

  2. en respuesta a germinio
    -
    #2
    28/07/10 00:40
    Jajaja... Bueno lo normal es que NO estés de acuerdo. Sobre qué hubiera escrito ahora... es sencillo, sería algo así
    Tuve razón en el '73, el devenir socio-político mundial ha confirmado todo lo enunciado en aquel momento
    El problema no es si calentamiento si o calentamiento no, la pregunta es ¿Porqué el tema surge en estos últimos tiempos? Mañana estoy a las 13:45 hs. casi seguro.
    ARGENTUM Bottom 10
  3. #1
    27/07/10 18:03

    Querido Argentum,
    Te conteste ayer, pero algo ha pasado.
    Bueno, decia que NO estoy de acuerdo.
    Y que vaya Ud a saber lo que escribiria el autor 37 anos despues...
    Y que sa ver si puedes dejarte caer manana, aunque sea un rato.
    Abrazo, tio.

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