Se argumenta que las malas formas, son la justificación del mal jefe, que no sabe explicar o argumentar con palabras, sus decisiones. O también que sus explicaciones no tienen fundamento.
En los tiempos que corren, ante una depresión económica de caballo, con unos sistemas económicos y financieros al borde del colapso, me comenta un buen amigo, que en su empresa siguen argumentando sus decisiones con el látigo.
Este es un artitugio ancestral que cayó en desuso, con la abolición de la exclavitud. Exceptuando algún escarceo sexual, que justifica su utilización. Igual el masoquismo, corre por sus venas y los efluvios carnales no le permiten pararlo en su profesión.
Antes la presión comercial, exigía este tipo de prácticas, pero para que lo sepáis estamos en crisis. Todas las prisas son malas consejeras y ante un látigo uno es capaz de confundir unos labios carnosos, con la boca del lobo.
De todas formas la presión comercial, no debe de ir aparejada con las malas formas, incluso en determinadas culturas las malas formas, quitan absolutamente y de manera instantánea la razón al interlocutor, véase jefe, superior o pariente.
Luchamos por salir a flote, las cosas se tienen que discutir, se tienen que hablar las cosas, dialogar es de sabios. No caigamos en el error que de esa forma se obtienen mejores resultados, por que con la busqueda del resultado, nos la pegamos hace poco. Y nunca, insisto nunca, nos dejemos llevar por la frase de, "es que es así, no te preocupes", por que seguro que en la organización hay personas más preparadas y que además son más educadas.
Lástima que no pudiera cambiar las cosas, por que ese amigo mío, tendría la solución casi instantáneamente.
Saludos, y que mi amigo tenga paciencia.