En vista de ello, la revisión de China de su objetivo de crecimiento era un cambio esperado y relativamente pequeño, pero esto es China, por lo que cualquier cambio de postura no puede ser ignorado. El paso a la meta de crecimiento del 7,5%, en lugar de 8,0%, realmente refleja la aprobación oficial de lo que ha deseado desde hace unos meses, si no años, es decir, un cambio hacia el reequilibrio del crecimiento en la economía china. También es un reconocimiento oficial de que China no puede aspirar a cesar el crecimiento a cualquier precio, la economía se ha duplicado en tamaño (en términos reales) en los últimos siete años. Entre los costos de los últimos ha sido la inflación por encima del objetivo del 4%, el crecimiento salarial más allá de lo que está oficialmente reconocida y las consecuencias ambientales, por no hablar de malestar social, ya que la brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado.
China quiere ver a una menor dependencia de las exportaciones netas, menos inversión y mayor consumo interno. Por supuesto, el querer y el logro de esto son dos cosas muy diferentes. En términos nominales, la inversión todavía se está ejecutando en casi el 50% del gasto de los hogares, mientras que el PIB es tan sólo un tercio del PIB, con las dos tendencias relativas a la partida en la dirección opuesta a la deseada.
¿Cuáles son las implicaciones para los que se han alineado a la historia el crecimiento de China? Por el momento, es probable que no vaya a ser tanto como se temía. Por un lado, tenemos que tener en cuenta el hecho de que este es un objetivo de crecimiento, el crecimiento real ha sido siempre superior al fijado para todo el tiempo que ha estado en vigor, en un 3% de promedio durante el período 2004 a 2011. Además, siempre hay problemas relacionados con la fiabilidad de los datos.
Como tal, más allá de lo que ya sabemos, es probable que haya poco que temer sobre el anuncio de China. Como muchos países desarrollados ya han sabido, incluso inclinando la balanza del crecimiento a menudo se puede llevar años y, para convertirse en una nación de gastadores, China requerirá de la infraestructura social para dar a su pueblo la confianza necesaria para hacerlo. El anuncio de hoy es simplemente un reflejo del hecho de que la dirigencia actual reconoce la necesidad de un cambio, pero el cambio de rumbo será muy gradual y tardará años en lograrse.