Recientemente los mercados han dado un claro mensaje a los aprendices de brujos y adivinos ratificando una vieja teoría en la que creo ciegamente: El market timing, esa destreza de la que muchos presumen, y me atrevería a decir, nadie tiene, es un ejercicio inútil de voluntarismo incauto. Echando la vista atrás, ni el brexit, ni la victoria de Donald Trump, ni el resultado del referendum italiano y la consiguiente renuncia de Matteo Renzi provocaron los movimientos esperados en los mercados, sino más bien justo lo contrario.
Como fiel seguidor del value investment estoy plenamente convencido de que los movimientos en los mercados son tan arbitrarios y caprichosos y por ende imprevisibles en el corto plazo, como consistentes en el largo plazo lo son con el verdadero y único motor que mueven las acciones de las compañías: los beneficios empresariales.
Predecir los movimientos del corto plazo, sobretodo atendiendo a avatares políticos que en buena medida se maximizan y exageran es, en mi humilde opinión, un grave error y un ejercicio de estéril esfuerzo que es más que probable acabe en pérdidas económicas ya que a la imprevisibilidad del mercado se suma el nocivo efecto de las comisiones sobre una cartera en movimiento... Por contra, invertir en buenas empresas, con un ratio precio beneficios adecuado y competentes CEOs, a ser posible alineados con tus intereses porque se juegan su dinero junto con el tuyo en su éxito empresarial, permanecer inalterable ante los caprichos de Mr Market en el corto plazo y focalizarse solo en la empresa, tu empresa, sus beneficios es, nuevamente en mi humilde opinión, una estrategia de éxito que ha resultado consistente en todos los estudios académicos que además abundan en la literatura al uso.
Invertir en acciones es inviertir en empresas. Esto que debería ser obvio no lo es para una gran parte de los participantes en los mercados. Si se adquiere una buena empresa que gana dinero, a un precio razonable, solo cabe esperar, partitipar de esos beneficios futuros. El único error posible de esta simplísima estrategia es, equivocarse en el precio o en la capacidad de generación de beneficios de la empresa. Pero ambos potenciales errores se minimizan con unas herramientas básicas y sobretodo con mucho sentido común...
En este contexto la volatilidad, lejos de ser una enemiga, se convierte en la gran aliada, pues brinda excelentes oportunidades de compra de buenas empresas, cuando los mercados sobrereaccionan, a acontecimientos que, si se miran con cierto alejamiento emocional, apenas han de tener impacto en las cuentas de esas empresas.
¡A disfrutar del mercado!