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La mañana siguiente


Autor: Michael Reid


Tras tres décadas de fiesta, España se ha despertado con resaca. Tratarla, requerirá cambios.

Los últimos meses han sido agridulces para España. En las elecciones generales de marzo, el partido socialista ganó con una clara pero no aplastante victoria, dando a José Luis Rodríguez Zapatero un segundo mandato como presidente. Esto pareció servir como drenaje del veneno acumulado en la política, en el transcurso de los cuatro años anteriores, debido a la lucha partidista. En junio España se quitó de encima su reputación de eterna aspirante al triunfo en el mundo del fútbol, ganando la Eurocopa con un juego atractivo, hábil y veloz . No únicamente la actuación de su joven equipo (con catalanes y madrileños en posiciones clave) parecía hacerse eco de la floreciente creatividad española en todo, desde la arquitectura a la gastronomía, sino que muchos comentaristas vieron el triunfo de los futbolistas y la calurosísima respuesta del público como una expresión de bienvenida a la unidad nacional en un país en que parecían incrementarse las divisiones. En julio Rafael Nadal, el genial tenista de Mallorca, ganó la copa de Wimbledon. En el momento de la victoria, corrió sobre el tejado de la cabina de prensa, firmemente agarrado a la bandera nacional, para saludar al príncipe heredero de la corona de España y su esposa.

Pero mes a mes desde las elecciones, las noticias internas se han vuelto más sombrías. La inversión está bajando. La tasa de paro en agosto era del 11,30%, tres veces mayor que un año antes, el mayor incremento en 30 años. La economía creció tan sólo un 0,1% entre el primer y segundo trimestre de este año, en lo que es el menor ritmo de crecimiento desde 1.993. Y se sigue contrayendo actualmente, casi con toda certeza. Tan fuerte ha sido el deterioro que el Sr. Zapatero, que anteriormente no había querido reconocer que había una crisis económica, interrumpió sus vacaciones de agosto para celebrar un consejo de ministros extraordinario para tratar de la crisis. "Los españoles se fueron de vacaciones en un ambiente de fiesta y a la vuelta, vieron que ya no quedaba champán, ni siquiera un vino decente", sentencia Fernando Fernández, rector de la universidad Antonio de Nebrija, cerca de Madrid.

¡Qué bueno mientras duró!

La fiesta había sido, en efecto, espléndida. España ha sufrido una extraordinaria transformación desde que Francisco Franco murió en 1.975 y su larga dictadura acabó. La democracia se consolidó rápidamente. Una sociedad católica, profundamente conservadora, se ha metamorfoseado en otra autoconscientemente tolerante. En la década de los 60 dos quintas partes de los españoles trabajaban la tierra y muchos de ellos vivían en la pobreza. Ahora sólo el 5% se dedica a la agricultura. España se ha convertido en una vibrante sociedad urbana de clase media.

El cambio social y político vino de la mano del progreso económico. Entre 1.994 y 2.007 la economía creció a un promedio anual del 3,60%. Durante este periodo, la tasa de desempleo cayó del 24% al 8%, a pesar, incluso, de que muchas mujeres se incorporaron a la fuerza de trabajo y llegaron unos cinco millones de inmigrantes y fueron absorbidos sin apenas signos de tensión. Durante la mayor parte de la pasada década, España ha sido responsable de la creación de uno de cada tres nuevos empleos en la eurozona. En 2.007, el empleo total había alcanzado los 20 millones de puestos de trabajo frente a los sólo 12 millones en 1.993. Cuando España se incorporó al club precursor de la Unión Europea en 1.986, su renta per cápita representaba tan sólo el 68% de la media de los paises pertenecientes al mismo; en 2.007 su renta per cápita era del 90% de los 15 paises miembros de la Unión Europea antes de la última ampliación. Los estándares de vida son ahora más altos que los de Italia.

La mejora de la vida de los españoles se ve instantáneamente. La mayoría de los ancianos son bajos de estatura por el hambre que sufrieron en su infancia en los duros años de la autarquía fascista, después de que Franco ganara la guerra civil de 1.936-39. Los jóvenes españoles son notablemente más altos que sus abuelos, el ejemplo es Pau Gasol, que mide 2,13 metros y fue elegido mejor jugador cuando España ganó el último campeonato del mundo de baloncesto.

España no sólo es un lugar deseable donde vivir, que lo es, atrayendo a los europeos del norte que han comprado allí sus segundas residencias para disfrutar de la combinación española de sol, buenos servicios públicos y una forma de vida relajada. En 2.006 fue la novena mayor economía mundial midiendo las tasas del mercado de intercambio y la vigésima en poder de compra. Es la sexta potencia mundial en inversión directa en el exterior.

El boom económico empezó en la época de Franco, que abandonó la autarquía al final de los años 50. Dejó la gestión de la economía a los tecnócratas del Opus Dei, una organización laica católica, que la abrió a los negocios e inversiones extranjeros. Pero un cambio mayor ocurrió en 1.986 cuando Felipe González, un presidente socialista, llevó España a Europa. La inversión extranjera directa inundó el país, de la mano de las multinacionales del automóvil y otras industrias atraídas por los relativamente bajos salarios.

El efecto euro

El dinero de Bruselas también llegó. España ha sido el mayor beneficiario de los fondos regionales de la Unión Europea. Ha recibido un total de 186 billones de euros, la mayoría de los cuales han sido sabiamente empleados en mejorar carreteras y ferrocarriles. Bajo el gobierno del sucesor del Sr. González, José María Aznar, del conservador Partido Popular (PP), España cumplió los requisitos para incorporarse al euro en sus inicios, en 1.999. Los tipos de interés cayeron de forma dramática: El coste de las hipotecas, por ejemplo, cayó del 18% a menos del 5% , desatando un boom inmobiliario.

De forma imprevista y tomando por sorpresa a las autoridades, el boom económico se quebró. Cuando el Banco Central Europeo subió los tipos de interés el año pasado, la burbuja inmobiliaria estalló. Con los precios del petróleo más altos, disminuyó también la renta disponible y la inflación alcanzó un nuevo máximo del 5,3% en julio. Además, las turbulencias financieras internacionales han causado una restricción del crédito.

El Sr. Zapatero indica que España no está en peor situación que las otras grandes economías europeas y que el sistema financiero del país es más fuerte que el de la mayoría de sus homólogos: Hasta la fecha, ningún banco español ha tenido dificultades. En unas declaraciones con motivo de este suplemento, el Sr. Zapatero ha reconocido que la economía afronta un periodo de estancamiento, pero ha insistido en que "una vez que la calma retorne al sistema internacional, volveremos al crecimiento sin que la economía española haya sufrido daños estructurales". Las previsiones gubernamentales apuntan a que tras un año sin apenas crecimiento, hacia finales de 2.009 empezará la recuperación.

A muchos esto les suena demasiado optimista. Economistas y gente de negocios se lamentan de que el gobierno fuera lento en responder al veloz descenso hacia la recesión. Uno de los más experimentados banqueros del país considera que, incluso aunque el resto del mundo corrija bastante rápido el rumbo, la recuperación no empezará durante, al menos, dos años. Algunos son incluso más pesimistas, aduciendo que además de las restricciones de liquidez y el estallido de la burbuja inmobiliaria, España sufre de falta de competitividad. Los síntomas: Un déficit de cuenta corriente que alcanzó el 10% del P.I.B. en la primera mitad del año y una inflación que ha sido un 1% más alta que la media de la eurozona durante la mayor parte de la pasada década.

Corregir ésto no será fácil. Cuando la recesión golpeó en el pasado, como lo hizo al principio de los 80 y de nuevo en 1.993, la clave de la recuperación fue la devaluación. Pero con España dentro del euro esta opción no es posible. A no ser que el gobierno acometa reformas estructurales para hacer la economía más competitiva, acontecerán severos ajustes del entorno económico que incluirán un gran aumento del desempleo y años de estanflación. En lugar de ir hacia una recesión con forma de "V", con una rápida recuperación, la economía podría dirigirse hacia una depresión con forma de "L".

La prosperidad española se debe en parte a la buena suerte, por la forma de entrar en la Unión Europea. Pero también a que durante la mayor parte de los pasados 30 años, ha sabido gestionar sus asuntos mucho mejor que sus vecinos mediterráneos. A pesar de algo de corrupción, especialmente en los ayuntamientos, la política española es, en general, bastante honesta. La economía del país es relativamente abierta y flexible, a medio camino entre la británica y la del resto de la Europa continental. Los gestores económicos han sido, en su mayoría, competentes y estables: Desde 1.993 España ha tenido sólo dos ministros de Economía (Italia ha tenido cuatro sólo desde 2.001). El Sr. Solbes, que ocupa el puesto desde 2.004, desempeñó el cargo con anterioridad con el Sr. González, antes de convertirse en Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios. Durante el gobierto del Sr. Aznar, el responsable fue Rodrigo Rato, que posteriormente se convirtió en director gerente del Fondo Monetario Internacional.

Las autoridades recitan de carrerilla otras razones por las que España es ahora un país diferente y más fuerte que el que era cuando fue golpeado por la última recesión. Por ejemplo, en 1.993 el gobierno tuvo un déficit presupuestario del 7% del P.I.B.; en 2.007 tuvo un superávit del 2,2% y la deuda pública era sólo del 36,2% del P.I.B., por debajo del máximo de 1.996 que fue del 68% (comparado con el 104% de Italia en 2.007 o el 44% británico). Más importante todavía, durante los pasados 15 años ha emergido una nidada de poderosas multinacionales. En el año 2.000 la lista del Financial Times de las 500 mayores empresas por capitalización, sólo incluía 8 firmas españolas; en 2.008 el número ha crecido a 14.

Una generación de jóvenes españoles que han crecido conociendo sólo el rápido crecimiento económico, ahora pueden tener que afrontar el desempleo. Ésto someterá al sistema político español y a su economía al más severo test desde los primeros años de su transición a la democracia. Éste informe especial sopesa las fortalezas y debilidades del país y evalúa sus perspectivas para un renovado crecimiento económico. Concluye que España puede evitar la suerte de Italia, que parece condenada al declive. Aunque hay motivos para la preocupación política.

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