Algunas ocasiones nos habrá pasado que nos ha resultado complicado elegir a lo largo de nuestras vidas, quizás en situaciones muy importantes como por ejemplo a la hora de estudiar una carrera, quizás en aquél momento nos gustaban dos o tres titulaciones diferentes y no supimos decidir acerca de cuál escoger. Otras situaciones, quizás fueron más insignificantes en el día a día, como por ejemplo cuando estamos en la cola del supermercado y elegimos la caja en la que supuestamente se tarda menos para poder pagar, o por ejemplo, cuando de pequeños nos compraban un helado y queríamos probar tres o cuatro sabores diferentes, pero nos decían que solamente podían ser uno o dos. Realmente estamos constantemente eligiendo.
Estas situaciones se producen cada día, a veces son decisiones fáciles de resolver, otras en cambio son decisiones más complicadas, como cuando llegó el momento de elegir qué estudiar, sin embargo, no siempre elegimos la opción más acertada.
¿Cuántas veces hemos elegido la caja del supermercado que creíamos que iba más rápida para poder pagar, y resultó que la caja de al lado era en la que se tardaba menos? ¿O cuántas veces hemos cambiado de carril conduciendo ante un atasco y resultó que el carril del que nos hemos ido comienza a acelerar?
Y claro, después decimos: “Otra vez más, la Ley de Murphy”. Y nuevamente lo achacamos a algo externo.
Las preguntas que nos deberíamos hacer realmente son: ¿es que la persona que está atendiendo en la caja de al lado “ha acelerado más”? ¿Quizás los coches que iban delante del carril del que nos hemos ido han acelerado más y por tanto el carril ahora es más fluido?
En la mayoría de las ocasiones el problema no estará en estas personas, en la mayoría de las ocasiones el problema está en nosotros mismos. Algo se nos escapa, y es que tendemos a recordar siempre con más facilidad lo negativo, que lo positivo. No nos acordamos de las veces en las que la caja en la que estuvimos era la que iba más rápida, o el carril en el que estábamos era el que realmente iba más fluido, y esto, es una información muy valiosa.
En el Trading, como en cualquier otra rama de la vida, tenemos que elegir en numerosas ocasiones, y no todo vale. ¿Corto o largo? ¿O las dos? Quizás ninguna, ¿uno o dos contratos? ¿Un instrumento o varios? ¿Aprovecho esta oportunidad de Trading o la siguiente?
A veces habrán decisiones en las que tendremos que elegir solamente entre dos opciones, pero otras veces puede que tengamos que elegir entre tres, cuatro o incluso más opciones.
Cuando se nos presenta un abanico diferente de posibilidades, y todas ellas son parecidas o similares, o simplemente comparten alguna similitud o patrón común, entonces vienen realmente los problemas, como cuando deseamos estudiar una carrera. ¿Cuál será la mejor opción?
Al final solamente depende de nosotros, tendremos que escucharnos a nosotros mismos, ser humildes, y es como podremos elegir acertadamente. Quizás quiera comprarme un coche de 40.000 €, ¿pero, realmente me lo puedo permitir, o estoy exigiéndome demasiado para poder conseguirlo, y por ello debo endeudarme?
Lo mismo nos ocurre en el Trading: se nos pueden presentar muchas oportunidades a lo largo del día o la sesión en la que trabajemos, sin embargo, una vez más se cumple la premisa de “Menos es más”. Quizás me centre en buscar tan solo una o dos buenas oportunidades y a partir de ahí empezaré a trabajar para poder aprovecharlas.
¿Por qué voy a intentar aprovechar cuatro, cinco o más oportunidades, si con una o dos bien escogidas puedo haber cumplido mi objetivo? Sería como aquél que se compra un coche, pensando en que si no le gusta lo podrá vender en 3 meses para después comprarse el que en un primer momento había pensando en comprarse. O aquél que escogió una carrera “por probar”, para después tener que dejarla en un año y comenzar otra.
En todas estas situaciones, a pesar del error cometido, lo más que puede ocurrir es que aprendamos de ello. Ahora bien, tendremos que estar dispuestos a aprender, y no todo el mundo da este primer paso.
La selectividad en el Trading es una gran cualidad, que cuando la ejecutamos correctamente, solemos encontrar el éxito en la mayoría de las ocasiones. Si consigo analizar realmente aquello que necesito, no tendré que comprarme dos coches, o comenzar dos carreras diferentes, si consigo realmente analizar mi contexto, mis necesidades, y mis objetivos, entonces podré escoger acertadamente, y probablemente conseguiré mis objetivos.
A veces, tenemos tanta información que nos resulta complicado separar la paja del trigo, pero cuando lo conseguimos, entonces los resultados vienen por sí solos.