Informa seriamente Telecinco en sus noticias del mediodía de que Sitges está tomado por la policía, la Guardia Civil, los GEO y no sé cuántas fuerzas de seguridad más –se da por descontado que estarán de incógnito la CIA, el Mossad y como se llame ahora el KGB, que bien podría ser Ojrana, recuperando su nombre como Petersburgo–. Y eso porque allí han alquilado todo un hotel para reunirse en secreto los miembros del Club Bilderberg.
A esta reunión acuden los hombres más poderosos del mundo y viene celebrándose, siempre en secreto, desde los años cincuenta, con la finalidad, según Telecinco, de establecer un gobierno mundial, una moneda única y, por supuesto, un completo control sobre los seis mil millones y pico que ya somos, uno a uno.
Este periodismo de pastel formado por lectores del Hola, El Capital y las novelas de Robert Ludlum (que casi siempre tratan de conspiraciones para dominar el planeta) tiene las esperanzas puestas en que unos cuantos ricos se pongan de acuerdo en algo que no ha conseguido ni la ONU, con todos sus años de inútil –y cara– existencia, ni los grupos G (7, 8, etc) a lo largo de los años.
Para ellos el Bilderberg está más que justificado, porque es una fantasía que realiza el torpe ideario del resentimiento: todo ignorante vive convencido de que los ricos, sean de donde sean, están todos de acuerdo en joderlo a él, personalmente, con alguna trampa distinta cada día; y además cree a pies juntillas que los ricos están todos de acuerdo entre sí, como si no compitieran, porque su finalidad no es ser más ricos, sino hacernos más pobres.