Teniendo en cuenta los gastos del Estado español es obvio que hay que seguir metiendo la tijera. Un cirujano de hierro propondría, por ejemplo, continuar por aquí:
- Gastos de mantener a la Iglesia: 5.000 millones.
- Ministerios inútiles, sindicatos y partidos políticos: 20.500 millones.
- Dejar de dar ayudas al tercer mundo para evitar convertirnos en tercer mundo: 4.000 millones.
- Ley de memoria histórica, subvenciones a los de la ceja, embajadas de CC.AA y otras gilipolleces: 200 millones.
- Listado de gastos totalmente superfluos y absurdos: INCALCULABLE.
Ante esta situación la pregunta es obvia: ¿se encuentra el Estado español en posición de devolver su deuda sin generar deuda nueva? Más fácil aún: de los 350.000 millones anuales a los que asciende el gasto público español, ¿es posible recortar 100.000 millones/año y que la estructura básica del país se mantenga en pie? Dos opciones:
- Sí se puede: en tal caso hay que suspender todos esos gastos inútiles y banalidades de las que se habla más arriba e incluir un recorte importante en el sistema de pensiones. ¿Hay cojones? No.
- No se puede: default inmediato y que Dios nos coja confesados. Alargar la agonía sería como intentar curar el cáncer con aspirinas infantiles.
Que no os engañen, no existen otras alternativas. El problema es de primero de carrera y la obviedad es tan simple que acojona enfrentarla.
Expertos como Santiago Niño Becerra o Marc Vidal llevan años explicando cuál será el desarrollo de la crisis y hasta ahora no han fallado ni una. En el futuro próximo vaticinan quiebra del Estado, corralito y hambre, ya veremos si el tiempo sigue dándoles la razón.