Te levantas de la cama pensando en que tu gobierno te miente camuflando las cifras del paro y aún así se supera el 20%. Lees el periódico y descubres una palabra que nunca antes habías leído justo al lado del nombre de tu país: default. Decides ir al bar, pides "un café solo" y el camarero no entiende si te refieres a tomarlo en soledad o sin leche. Escuchas la radio camino del trabajo y descubres que el hijo de Mazinger Z no podrá heredar jamás el apellido del padre. Llegas a la oficina y te encuentras a tus compañeros hablando sobre los últimos robos perpetrados por mafias rumanas. Decides no ser partícipe y aislarte del mundo conectándote a internet. En la red descubres que el canon que te han estado cobrado todo este tiempo es ilegal y comienzan las jaquecas. El dolor te recuerda esa cita al neurólogo que pediste hace seis meses y que aún no te ha llegado. ¿La habrán olvidado? Te prometes que de vuelta a casa cogerás la nueva autopista de peaje por la que nunca hay tráfico para llegar antes. Y de repente... ¡sorpresa! Entre tanta basura periodística descubres un interesante artículo: en Alemania necesitan 800.000 trabajadores. Y entonces te haces la siguiente pregunta: ¿qué hemos hecho en España para merecer esto?