La mayoría de los datos macroeconómicos que se publican, responden a hechos consumados, medidos a través de estadísticas. Tan sólo algunos de ellos, como los datos de Confianza empresarial y ciudadana, o los PMI e ISM, se consideran prospectivos. A este respecto, existen algunos activos que nos pueden adelantar información sobre la coyuntura en que vivimos.
El Russell 2000 es un índice que agrupa a 2.000 empresas de pequeña capitalización en EE. UU. (aquellas que no entran en el S&P500). En estos momentos, el índice cotiza en niveles de 850 puntos, lo que supone el máximo nivel desde julio de 2007, antes de que estallase la primera fase la crisis Subprime. Las empresas cotizadas más pequeñas han superado completamente el mercado bajista iniciado a finales del 2007, y se sitúan en el mismo punto de máxima euforia, habiendo multiplicado su cotización por 2,4 desde marzo de 2009 (como comparativa, el Índice que agrupa a los 30 mayores valores americanos, el Dow Jones Industrial Average, cotiza en niveles de junio de 2008, multiplicando por 1,9 sus mínimos de marzo de 2009).
Este índice es, junto con el Nasdaq, el más cíclico, es decir, el más sensible a la coyuntura económica en cada momento. Sin embargo, el hecho de no agrupar a empresas de un solo sector (como ocurre con el Nasdaq), le dota de una representatividad mayor.
Russell 2000
Esta misma situación de euforia se plasma, a más corto plazo, en otros activos cíclicos. Existen algunas divisas, como el Dólar Australiano, el Dólar Neozelandés o el Dólar Canadiense, que están fuertemente ligadas a la evolución de las materias primas (la oferta de recursos naturales en estos países está entre los principales del mundo). A su vez, las materias primas presentan una correlación casi perfecta con el ciclo económico (un mayor consumo de materias primas adelanta una fase expansiva de la economía, y viceversa).
La némesis de estas divisas cíclicas la encontramos en las divisas refugio que, en la actualidad, se reducen a dos: el Franco Suizo y el Yen.
En febrero de 2009, (un mes antes de que el conjunto de bolsas mundiales comenzaran a repuntar en marzo del 2009), el Dólar Australiano (conocido coloquialmente como Aussie) comenzó a apreciarse frente al Yen.
Recientemente, justo después de que el terremoto golpeara Japón el mes pasado, la divisa nipona comenzó a fortalecerse por la repatriación de capitales. Sin embargo, los posteriores esfuerzos del Banco de Japón (inundando el mercado de liquidez) y del G7 (vendiendo parte de sus posesiones de yenes en el mercado) provocaron una fuerte depreciación en el Yen (superior al 13% frente al Aussie) y cumpliendo las expectativas planteadas.
Así pues, El par Aussie –Yen alberga dos fuerzas de signo contrario, resultado del cociente entre el optimismo cíclico y el pesimismo que busca refugio.
AUD/JPY
Para acceder a una medida más sensible aún en el corto plazo, el Índice de volatilidad VIX puede ser una herramienta óptima. Este índice se calcula a partir de la volatilidad implícita de una serie de opciones del S&P500 y es considerado como la medida del miedo del inversor a corto plazo. De esta manera, desde el 17 de marzo, este índice ha experimentado una de las bajadas más rápidas de su historia (en paralelo a la recuperación del resto de índices, tras el fin de la crisis japonesa).
VIX
Los tres activos citados (Russell 2000, cruce AUD-JPY y VIX) escrutan, de mayor a menor plazo, el sentimiento sobre la situación económica en la que estamos. Sus giros y cambios de tendencia darían paso a distintos escenarios.
Podemos acceder fácilmente a las “tres varas de medir” a través de CFDs, y conseguir la mayor exposición a la coyuntura económica en cada momento, limitando el ruido que generan las acciones u otros activos con menor correlación.