D. Ramón Areces (1904-1989), creador y fundador de El Corte Inglés, empresa modelo y pionera de la gran distribución comercial, decía que una empresa que acude a la deuda como forma de crecimiento, se convierte en rehén del financiero. Es decir, tiene que sacrificar parte de sus beneficios en pagar la deuda del crédito solicitado, lo cual no es bueno. A partir de la primera mitad de los años 90, esa ha sido la tónica de nuestras empresas. Crecer a base de endeudarse y querer además que los beneficios también crecieran, no sólo de forma absoluta sino también relativa.
¿A costa de quién? Esta es la gran cuestión.
Si a los beneficios normales de la explotación, hay que restarle los costes propios del endeudamiento, solo se puede crecer en volumen pero no en rentabilidad o ROE del negocio, a corto plazo, al menos. Me explico, si aumento mis ventas supuestamente, en el mejor de los casos, aumento mi volumen de beneficio, pero no el ratio beneficio-ventas, que tiene un lastre de gastos financieros por la deuda asumida. Sólo puedo crecer en rentabilidad si recorto costes en alguno de los otros factores. Y aquí es donde se inicia el recorte salarial y el incremento de los precios, como forma de mejorar ese crecimiento artificial que se produce al endeudarse irracionalmente para aumentar el tamaño del negocio.
Si ahora pensamos en nosotros mismos, en nuestra capacidad de endeudamiento, es decir, que parte de nuestros ingresos podríamos dedicar a un préstamo para adquirir bienes duraderos que mejoren nuestro bienestar y nuestra capacidad de aumentar nuestros ingresos. Yo diría que no más de un 10 ó 15%, a 3-5 años vista.
Bueno, pues nuestras empresas tienen más de un 100% de sus ingresos anuales comprometidos en forma de deuda, que cualquier contratiempo en sus previsiones de ventas y beneficios las dejan al “pie de los caballos” o sea en manos de quien las ha financiado y de la confianza que les inspire su negocio. Es decir, un despropósito sin paliativos.
Este es uno de los grandes problemas de nuestra economía y no los salarios como nos quieren hacer ver. Una reducción del 1% ó 2% del ebitda de nuestras empresas propiciaría una mejora salarial del 10%, lo que significaría un aumento significativo de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, a su vez un aumento del consumo, lo que conlleva una aceleración de la economía, más trabajo, más empleo, más riqueza, más beneficio, más bienestar, etc.
Lo contrario de lo que hacemos. ¿Por qué?