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Nuevo amago de corrección en unas grandes tecnológicas que se apuntan al 'Think Big'

 
Aunque se haya comentado mucho menos que su famoso libro sobre el arte de negociar (The Art of the Deal), Donald Trump escribió otro libro en los tiempos en los que aún no se dedicaba a la política, bajo el título Piensa en grande (Think Big). Y no cabe duda de que el actual inquilino de la Casa Blanca está poniendo en práctica, de forma mucho más clara en este segundo mandato que en el primero, esa filosofía de hacer movimientos y apuestas a gran escala.

Una de esas apuestas, que hemos venido comentando reiteradamente a lo largo del pasado verano, es la de situar a Estados Unidos como epicentro del nuevo dinero privado digital. La creación el pasado marzo de la reserva estratégica en bitcoins; la promoción, a través de la ley Genius aprobada el pasado julio, de la emisión a gran escala de ‘stablecoins’ vinculados al dólar; y el fomento de la tokenización generalizada de los activos financieros y del propio dinero son los pasos iniciales de una estrategia cuyo objetivo último es dotar a la economía norteamericana, empezando por la deuda del propio gobierno, de una enorme capacidad de financiación. El dato hecho público recientemente de que el emisor de ‘stablecoins’ Tether sea ya el tenedor número diecisiete de deuda del Tesoro norteamericano con un saldo cercano a los ciento cincuenta mil millones de dólares, muestra lo beneficioso que ese movimiento hacia el dinero privado digital puede ser para el gobierno y no cabe duda de que, de paso, también para el conjunto de la economía norteamericana y sus empresas.

Un sector al que le viene especialmente bien contar con dosis elevadas de financiación es la alta tecnología y, sobre todo, la vinculada a la nueva inteligencia artificial generativa. Y esto es así porque la ambición de “pensar a lo grande” se ha contagiado a las grandes tecnológicas norteamericanas, sobre todo a las llamadas “hiperescaladoras” que, en su lucha por liderar y ganar la batalla de la nueva inteligencia artificial generativa (IA), han invertido y planean invertir en los próximos años cifras estratosféricas en centros de datos, chips y unidades de memoria.

Esas ingentes inversiones tecnológicas plantean dos problemas. El primero es la financiación de las mismas, sobre todo cuando se hace con deuda y no con capital (equity), y el segundo es analizar si realmente cabe esperar un retorno tan grande de la IA como para justificar el esfuerzo inversor a tal escala. Sobre ambos temas han aflorado serias dudas esta última semana.

Empezando por la financiación, el centro de la atención ha sido Oracle. La compañía de Larry Ellison tiene mucha deuda y han surgido dudas sobre su capacidad para pagarla, lo que ha disparado el precio de los seguros de impago de Oracle, los llamados CDS (‘credit default swaps’), y ha hecho caer su cotización casi un 7% en la semana. Oracle ha perdido así todo lo que subió a principios de septiembre, cuando en una sola sesión se disparó al alza un 36% tras anunciar un acuerdo con OpenAI. A cierre del viernes, Oracle capitalizaba menos que antes de esa espectacular subida, aunque es verdad que desde principios de año acumula aún una subida del 33,7%. Otra compañía afectada por el mismo problema de endeudamiento excesivo es Coreweave, que cayó un 25,6% la semana pasada, pasando en poco tiempo de ser una ‘darling stock’, cuando a principios de junio batía su récord histórico, a ser una candidata a suspender pagos. Bien es verdad que Coreweave es una compañía de menos impacto, ya que capitaliza cinco veces menos que Oracle.

Las otras grandes tecnológicas no tienen, en general, el problema de la deuda, ya que se financian con sus fondos propios y su ‘cash flow’ positivo, pero sobre ellas pesa la duda a la que hacíamos referencia antes, a saber, si la implantación de la IA va a ser tan amplia como para justificar las enormes inversiones que se están haciendo. Es decir, la preocupación de los inversores es, en este caso, que el “think big” haya ido demasiado lejos. Michael Burry parece pensarlo así, y por eso publicó hace quince días sus posiciones “cortas” bajistas sobre Nvidia y Palantir, sugiriendo en un “tuit” que había burbuja en la IA.

La calificación de burbuja alude a una cotización en el mercado totalmente alejada del valor real, como en el caso de los tulipanes y, por tanto, la idea sería que la IA no va a tener tanto mercado como creen las Bolsas. Pero esta última semana Michael Burry ha ido más allá de la calificación de “burbuja”, al acusar directamente a las empresas tecnológicas de no estar reflejando adecuadamente en su contabilidad la depreciación de los activos en los que invierten. Estaríamos así, según Burry, ante un caso de manipulación de la contabilidad a gran escala en el sector. Esa acusación, unida al anuncio por parte de Burry de que da de baja en el registro y “privatiza” su fondo “hedge” Scion, ha vuelto a provocar el pasado jueves una sacudida en las tecnológicas, que se suma a la que ya se vivió la semana anterior.

Lo que se plantea, a ese nivel, no es ya que determinadas empresas concretas de IA estén sobrevaloradas, o incluso en territorio claro de burbuja, algo que muchos podríamos compartir, sino que haya una sobrevaloración en el conjunto de la inteligencia artificial. Es decir, más que ante un “think big” estemos realmente ante un sueño absurdo, ante una auténtica quimera. Es casi imposible pronunciarse sobre este tipo de cuestiones sin caer en el subjetivismo, porque nadie puede prever con certeza el desarrollo de los mercados futuros de la IA, al ser una innovación tecnológica potencialmente tan disruptiva o más como lo fueron internet o el ‘smartphone’. Nadie, en base a un cálculo racional, habría apostado que Apple o Amazon llegarían a valer lo que hoy valen. Nadie habría pensado que nuestra adicción y nuestra dependencia del ‘smartphone’ llegarían a donde han llegado o que internet se convirtiese en algo tan necesario para nuestra vida cotidiana como la electricidad o la movilidad.

El gobierno americano seguramente está poniendo un poco de imaginación, al jugar a lo grande, esperando que funcione su modelo de crecimiento basado en ganar la batalla tecnológica de la IA y en un futuro de la computación cuántica. Pero hay algo de profecía autocumplida en esa apuesta, algo que se parece a ese “círculo virtuoso” de la IA que mencionaba hace poco el fundador de Nvidia, Jensen Huang, y al que nos referíamos en nuestros dos últimos comentarios. Es decir, si al final se ponen recursos sin límite en algo, en este caso en la IA, ese algo acaba convirtiéndose en dominante y crea el estándar. Por eso, el 3 de septiembre pasado el Gobierno americano decidió no dividir (‘break-up’) Alphabet, que es una compañía clave en el desarrollo de la IA y de la computación cuántica.

Alphabet es una de las grandes “hiperescaladoras” que están apostando a lo grande por la IA, y sobre ella pesaría también, en principio, la acusación de Burry de no hacer bien la contabilidad. Pero esta última semana se ha mantenido bastante bien (-0,87% en la semana) y el viernes Warren Buffett anunció, tras el cierre del mercado, una inversión de 4.300 millones de dólares en Alphabet. Buffett parece tener, por tanto, una opinión bastante diferente a la de Michael Burry en relación con las compañías que, como Alphabet, lideran la IA. Y no solo es Warren Buffett, ya que el mercado en su conjunto ha apostado también a lo grande por las grandes compañías de la IA, incluida Oracle, y las está financiando.

Es el círculo virtuoso de Jensen Huang frente a la burbuja de Burry y, por ahora, los inversores se inclinan por la primera opción. Ya veremos quién tiene razón y, como suele decirse, la diferencia entre un genio y un necio muchas veces solo depende del resultado. Pero, de momento, la semana pasada el Dow Jones batió nuevo récord histórico el miércoles y subió un 0,3% en la semana, mientras que el S&P consiguió también subir un casi simbólico 0,08% y el Nasdaq bajó, pero solo un 0,45% en la semana, una caída que no se corresponde con todo el ruido ambiental negativo. Entre las grandes tecnológicas, Microsoft subió un 2,7% y Apple un 1,5%, aunque es verdad que Amazon ha caído un 4% en la semana, Alphabet un 0,87% y Meta un 2%, por no hablar de Tesla con una caída semanal del 5,8% o de Palantir, con su caída del 2,2%. El resumen, hay correcciones, pero no debacle generalizada, como cabría pensar oyendo a Michael Burry.

Esta tercera semana de noviembre hay muchos datos importantes. Publican resultados Nvidia el miércoles y Walmart el jueves, es decir, la compañía de referencia de la IA y la compañía que nos transmite mejor que ninguna otra el estado de ánimo del consumidor norteamericano, lo cual, a falta de los datos oficiales por el cierre gubernamental, es especialmente interesante. Publican también Home Depot, Target y Palo Alto. Además, se publican las actas de la última reunión de la Fed el martes.

Los resultados y previsiones de Nvidia, los resultados de Walmart en menor medida y, sobre todo, la decisión y los mensajes de la Fed el próximo 10 de diciembre, son claves para orientar a las Bolsas hacia el deseado “rally” de fin de año o hacia una corrección mayor. Los indicadores técnicos apuntan a un buen fin de año, tras haber rebotado el S&P en los 6.700 puntos, es decir, por encima de los 6.630 que sirvieron de soporte la semana previa. Ese dato, y otros muchos de tipo técnico que no podemos desarrollar, avalan la tesis alcista para fin de año, lo que significaría que las tecnológicas siguen comportándose más o menos bien.

A pesar de la debilidad del bitcoin y del ether, seguimos pensando en una consolidación de las Bolsas en torno a los elevados niveles alcanzados a fin de octubre. Incluso podría haber una tendencia ligeramente alcista, provocada paradójicamente por el sentimiento de miedo extremo que se ha extendido entre los inversores.
 

 
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