Claro, a este se le presenta un problema o está metido en un lío muy serio, cuando confunde sus deseos con la realidad de los hechos. Tal vez por eso mismo, tú sí le pareces y en cambio, él no, un auténtico “memo”.
Se fue a contratar filatelia a una empresa que comercializa con sellos, pensando que era lo mismo que ir a la lechería a comprar unos lotes de leche. A él lo que de verdad le interesaba (como a todos) es ese pacto de re-compra que, sin embargo, tanto le escuece. Una contradicción, ciertamente, difícil de comprender, cuando la existencia o legalidad del mismo, al parecer, aborrece. Se lamenta de que de no ser por ese susodicho pacto, él jamás habría comprado ningún sello. Sin embargo, puede dar gracias a Dios que llegara a comprar sellos y no “cochecitos” o leche (al precio que compró), precisamente.
Cierto es que la filatelia no tiene la misma liquidez, que, tienen otros bienes tangibles como la plata o el oro, pero, la confianza que como un valor de refugio, posee, está plenamente contrastada. Tal vez por esa relativa desventaja de hacer líquido, con facilidad, el valor de los sellos, las empresas especializadas en el sector, establecen un pacto de re-compra de los sellos, con sus clientes. Un pacto, que, en realidad, casi nunca se ejecuta como tal, sino que se limita a una transacción intermediadora entre los mismos clientes.
Realizan estas empresas, así, una precisa segmentación entre los mercados que son de pura inversión y aquellos que son de colección, específicos. Esta diferenciación no hace falta establecerla con el oro, por ejemplo. Este se demanda y se vende, por igual e indistintamente, como un activo de inversión o para su uso o disfrute, exclusivamente.