En mi entrada anterior os contaba que tengo problemas para entender lo que está pasando con los “mercados financieros”. En realidad, mi ignorancia es metodológica, es decir, prefiero partir de la certeza de que no sé nada – como Sócrates – para así volver a reciclar mis ideas sobre un puñado de verdades básicas. Pues bien, he aquí que, por compleja que pueda ser la operativa de los mercados secundarios, hay dos cosas muy sencillas de comprender: en primer lugar, que sus jugadores (grandes inversores, bancos, instituciones y, por lo visto, algún empresario italiano) se divierten haciendo trampas al solitario, porque están haciendo de deudores y de acreedores a la vez; y en segundo lugar, que su papel es el de perros de hortelano, ya que ni comen ni dejan comer, han dejado de cumplir su función original de financiar y dotar de liquidez a la economía real para desangrarla y quitarle los pocos recursos que le quedan. Los mercados financieros ya no son ni mercados (punto de intercambio entre dos partes, ahora sólo hay un jugador) ni financieros (no obtienen nuevos recursos, se limitan a mover dinero en una interminable huida hacia la siguiente nota de prensa).
Tranquilos, que no es que me haya caído del caballo liberal. Ni siquiera estamos ante un fallo de mercado. Lo que tenemos es una dejación de funciones por parte de ese precioso instrumento que llamamos Dinero y que, ahora que tiene vida propia, se ha independizado de la madre que lo parió: la Economía. Y creo que, ante esta realidad, es necesario adoptar una actitud pesimista pero no inmovilista. Me explico: hay que asumir que el sistema financiero (los bancos, las Bolsas, la deuda soberana, el mamoneo entre divisas) ya no tiene nada que ofrecer a la Economía. Se acabó el crédito. Se acabó el endeudamiento. La máquina del tiempo ya no traerá más dinero del futuro. Game over. Finito. Y mientras las autoridades mundiales hacen oficial el fundido en negro (en forma de “cumbre del Fénix”, o como quieran llamar al próximo patrón monetario internacional) tenemos unos pocos años para buscarnos algunas alternativas para seguir comiendo. Es por ello que propongo, a quien corresponda, la siguiente batería de propuestas, como siempre debatibles y necesitadas de desarrollo posterior:
1.- Retocar la Ley de Partidos. Mientras los votantes no podamos colocar a un independiente en la Moncloa, hay que exigir que los partidos políticos sólo puedan obtener financiación de sus propios afiliados. Ni subvenciones, ni créditos, ni donativos desinteresados. Es la única manera de ser libre frente al lobby financiero y poder tomar decisiones como las siguientes.
2.- Favorecer la financiación intrafamiliar. Por ejemplo, erradicando los Impuestos de Sucesiones y Donaciones. Y si papá y mamá prestan dinero para la compra de un piso, un coche o, qué demonios, para montar un negocio, Hacienda debería tener un detalle importante con ellos. Es más, si el PP recupera la desgravación fiscal por compra de vivienda habitual y la limita sólo al principal de la financiación ajena, yo podría mirar para otro lado, silbando.
3.- Favorecer la financiación intraempresarial. Yo, asalariado, como paciente y resignado sumidero de riesgos ajenos, acepto moderar mi remuneración a cambio de una razonable participación en beneficios que, Hacienda, por supuesto, no va a considerar como salario en especie sino como una contribución a la causa. Ya puestos, algunas sociedades mercantiles podrían bajarse del burro maximizador de beneficios y pasarse a la economía social. En este caso, Hacienda también será muy comprensiva con ambas partes.
4.- Favorecer la opción de compra. No sólo de activos inmobiliarios sino de vehículos o, por qué no, de negocios enteros. Claro que, para que funcione el sistema, Hacienda debería mirarse el tema de la re-fiscalización de hechos imponibles ya gravados (osea, pagar por la opción y por el ejercicio de la opción).
5.- Creación de microbolsas locales. Aquí me pongo en plan regionalista. Si hay Bolsa de Valencia, ¿por qué no puede haber Bolsa de Santander –mira que glamour no le falta- y sus movimientos ser comentados apasionadamente en Rankia? No, ahora en serio, la idea de crear bolsas en miniatura no es mía y lleva tiempo circulando en foros serios. Se trataría de crear pequeños mercados en los que pequeñas y medianas empresas podrían obtener financiación de pequeños inversores. Más que como mercado secundario, estas microbolsas podrían funcionar como escaparates de acciones y participaciones empresariales y facilitar la entrada de capital nuevo.
6.- Crowdfunding. Otra fórmula de financiación relativamente nueva. Los que sabéis algo del mundillo emprendedor ya conocéis el sistema: una plataforma en Internet que permite publicitar pequeños proyectos (normalmente de tipo creativo, aunque hay de todo), generar contactos y obtener aportaciones económicas a cambio de una contraprestación en especie previamente establecida por el autor del proyecto. Por cierto, si algún fiscalista me está siguiendo, me muero de curiosidad por saber qué tratamiento tienen este tipo de operaciones.
7.- Microbancos sociales. Hace tiempo que sigo el tema de las monedas sociales (ya sabéis, el dinero-tiempo y otras creaciones de la economía-ficción). Creo, siguiendo a Echevarri, que no es bueno que el dinero y la banca convencionales estén solos en el mundo de las Finanzas. Pues bien, no sé si alguien habrá pensado ya en montar entidades financieras que trabajen con distintas monedas y generen sus propios productos “financieros” a base de bonos de tiempo, vales canjeables, microcréditos P2P o, incluso, tarjetas de crédito con caducidad. Las monedas sociales, a pesar de que en la actualidad se mueven en circuitos muy pequeños y cerrados, están pensadas para facilitar intercambios que el dinero convencional no permite y para corregir algunos de sus defectos, como la pérdida de valor en el tiempo o los problemas circulatorios que provoca su acumulación. Si algún emprendedor social me está siguiendo, aquí tiene una idea para desarrollar.
Pues bien, con esta nueva serie de propuestas no pretendo reinventar la rueda pero sí remover un poco ese afán por buscar y exigir soluciones al marrón que tenemos encima. Ya he dicho en otras ocasiones que los culpables de la crisis no son los que van a venir a sacarnos de ella. A la Administración se le puede pedir que tome algunas medidas de tipo fiscal –mejor, que deje de tomarlas- pero de los bancos y de los “mercados financieros” no podemos ni debemos esperar nada.
Para rematar el tema de la crisis financiera, la próxima semana os traigo una nueva entrega de mis Apuntes de Economía, sobre las funciones del dinero.
Saludos