Supongo que los aficionados al género armagedonista se lo habrán pasado en grande esta semana. El mes de agosto ha comenzado con una semana histórica y emocionante, en la que los mercados financieros debían digerir el adelanto electoral en España, el aumento del techo de deuda en los Estados Unidos, la enésima colocación de bonos por parte del Tesoro español y la habitual cita con la política monetaria del BCE. Para rematar la semana, finalmente Estados Unidos ha sufrido la primera rebaja en la calificación de su deuda. Un auténtico chute de adrenalina para los adictos al videojuego financiero, con permiso de Comstar.
Tengo que confesar que no me encuentro cómodo hablando de finanzas. Jamás me he jugado un céntimo en valores, nunca ha sido mi materia favorita dentro de la carrera y, encima, cada vez entiendo menos de la cuestión. Y lo que ha ocurrido esta semana me sirve para reforzar algunas intuiciones que ya venía alimentando en los últimos meses. A saber:
1.- Que los mercados financieros en realidad no tienen nada de mercado, porque la fijación de los precios sigue más una lógica de subasta que de intercambio. Y el Tesoro se encuentra colocando la deuda a un precio precocinado por los propios inversores.
2.- Que la separación entre Economía y Finanzas cada vez es más evidente. O dicho en términos no académicos: que el Dinero se ha independizado y ya no tiene nada que ver con la Economía.
3.- Que el dinero mercancía no nos hace ni más libres ni más felices. Perdonad que me ponga tan poético.
4.- Que la deuda española se ha convertido en el negocio del siglo: el Tesoro lleva colocando unas cuantas emisiones de deuda con demanda alta. Mi lectura de este fenómeno es que, o los inversores son gilipollas o, en realidad, el riesgo país es una leyenda urbana. Nadie presta dinero si sabe que no se lo van a devolver (veo que los Tea-Partidarios han tardado en asimilar esta idea). Y lo único que tienen que hacer los mercados secundarios con esta certeza es calentar el horno para sacarle jugo a la inversión más aburrida que existe.
5.- Por último, derivado de todo lo anterior, me permito soltar una transgresión: creo que ya va siendo hora de desenganchar la Economía Pública de las Finanzas Privadas. Una cosa es que los inversores descuenten la mala situación de las arcas públicas y otra muy distinta es que las desangren. Se puede entender que el Estado tenga que aumentar impuestos para apoyar a la economía real -¿he dicho yo eso?- pero no que lo haga para pagar intereses. España debería tomar nota y, a partir de ahora, tratar a la deuda como los alemanes tratan a la inflación: sin ninguna piedad.
Esto es un parte de crisis y todavía no he manejado ni un solo dato económico. Lo cierto es que veo más miedos que indicadores negativos. El Banco de España anticipa un debilitamiento del crecimiento español en el segundo trimestre (0,2% frente al 0,3% del primer trimestre), a pesar de que el desempleo nos ha dado un respiro (baja hasta el 20,9% de la población activa) y el déficit empieza a situarse en el buen camino por el aumento de ingresos (2,21% del PIB), lo que dejará la deuda pública en el 68% del PIB al final del año, si se cumplen las previsiones del Gobierno. Sin embargo, la crisis de deuda soberana está dañando las expectativas sobre la recuperación de la Eurozona y de Estados Unidos, que es vital para nuestro motor exportador (el único que funciona en este momento). Pero está claro que la estrategia que las economías están siguiendo para reducir el déficit y la deuda futura (doble política contractiva basada en recorte de gasto y aumento de impuestos) va en contra del propio crecimiento.
Los datos nos dan, de nuevo, evidencia de que la Economía sigue a los pies de las Finanzas. Y lo seguirá estando mientras nuestros dirigentes no abandonen esas políticas “conocidas” y “previsibles” que tanto le gustan a Mariano Rajoy y a Berlusconi. En mi modesta opinión, creo que los gobiernos tienen que ponerse de acuerdo en torno a un paquete de medidas contundentes que el mercado no pueda anticipar ni boicotear. Ya están tardando los estúpidos.
Próxima semana: Propuestas (atrevidas) sobre financiación alternativa.
Buen fin de semana.