Oh Viriato, terror de Romanos y asesino del decadente Vetilio. Toma mis palabras como lo que son, aire y vibración que ninguna dirección señalan. Tan solo advierten que no todos los enemigos serán tan incapaces de defenderse de tu impetuoso brío como lo fue Gayo Plaucio.
No comando hombres ni se me adhieren por devotio, tan solo porto lanza y puñal y lucho al estilo de mis ancestros. Solo se arremeter al enemigo cuando quiero herirlo o defenderme de sus acometidas cuando busca mi muerte, por eso Viriato, me siento incapaz de escrutar a un enemigo que se repliega y se acantona detrás de fuertes protecciones. Esperaría a ver si la retirada es cierta, anda con cuidado ya que este enemigo es artero y taimado cual comadreja, más aún si cabe. Recuerda que busca toda gloria y toda riqueza para sí.
Escucha también las palabras de otros, oh aureolado, que no son mías, pero tal cómo me llegaron te las transmito; en los fuegos del campamento los viejos susurran que las noticias de la campaña del último trimestre serán favorables a tus intereses. A la llegada del mensajero o alguna luna antes podría ser buen momento de presentar batalla. Pero recuerda, sigue siendo un chicharrus maximus que ya ha dejado muchos cadáveres a su paso, se impone la prudencia.
PD. Prudencia doble pues como diría aquel, mis consejos valen menos que la tinta con la que están escritos.