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Nos quejamos de la crisis, de la economía, del paro, de la corrupción, de absolutamente todo.  Pasamos de tomar conciencia de una realidad a ser simplemente negativos.  Esa negatividad impacta nuestras vidas de forma indeseable y sacudirla de encima es menester para no caer en la depresión permanente, el desasosiego y la depresión.

Quisiera que cierres los ojos, que te imagines el cielo y veas el color del cielo.  Quisiera que los abras y mires al cielo y mires el color del cielo en este momento.  Y ahora quisiera que me dijeras cómo le explicarías a una persona que nació ciega, cómo visualizar el color del cielo.  Encontrarás que muchas de las maneras que imaginas servirán para inspirar sentimientos, o serán ideas basadas en símiles que no ayudan para nada a un ciego de verdad a entender cómo se ve el cielo, porque no tiene un punto de referencia acerca de lo que significa ver.  Esto me lo contó una persona que casi se queda ciega, que pasó por múltiples cirugías para transplante de retina en sus dos ojos, que renunció a su magnífico empleo que tenía, y se lanzó a la incertidumbre, sin mucho dinero para buscar una manera de no quedarse ciego, buscar alternativas para no perder la vista que en su tierra natal no existían.  Quedarse ciego para él no era una opción.  El aprendió a agradecer el simple hecho de poder ver con sus ojos.  Luego de esta experiencia, él veía a la gente quejándose de tantas cosas, y quedaba atónito de ver que en medio de sus penas, la gente no veía el color del cielo.

Quisiera que hagas una lista de cosas de las cuales te quejas.  Te puedes quejar de problemas que tienes, o problemas de España.  Una vez que tengas esa lista, enumera en cuáles de esos problemas podrías hacer algo (aunque sea un poco) por empujar un acercamiento a la solución y en cuáles no puedes hacer absolutamente nada.  Con cada queja tienes 3 opciones:

  1. No hacer absolutamente nada, quejarte y ser infeliz.
  2. Hacer algo al respecto para resolver el problema.
  3. No hacer absolutamente nada y disfrutar de aquello de lo que te quejas.

Como te darás cuenta, la opción 2 es la que no solemos escoger a menudo, por varias razones:

  • Porque no queremos.
  • Porque tenemos miedo de tomarla.
  • Porque creemos que no podemos hacer nada.

El problema de la queja es que en primer lugar no conduce a nada si no va acompañada de una propuesta que conduzca a una solución y de una acción.  Es muy fácil quejarse, pero es difícil proponer y es más difícil actuar.  Cualquiera puede decir que el coche no camina, quejarse por ello.  No cualquiera puede proponer cómo echarlo a andar.  No cualquiera hace algo para implementar esa propuesta.  En segundo lugar nos sumerge en la negatividad, en la desazón, en la parálisis para actuar.  Una puerta no se abre sola, hay que usar el dispositivo de la cerradura y tirar o empujar la puerta, y si estamos paralizados, no hay puerta que se abra.

Esto es lo que enseña un autor llamado Jon Gordon, un consultor americano.  La vida de él se vio contaminada por las quejas y la negatividad.   Empezó con las quejas normales que todos tenemos en un muy buen empleo, la de que si sale el sol desearíamos estar en la playa, o si llueve deseariamos estar durmiendo en la cama.  Pero con el tiempo empezó a tener quejas más fuertes, empezaba a herir a la gente a su alrededor con comentarios y quejas hostiles, y con ello vinieron las malas relaciones con compañeros de trabajo.  Se llevó los problemas a la casa y empezó a tratar mal a su esposa y quejarse de forma hiriente y su esposa lo dejó y se llevó a sus hijos.  En cierto momento por esas malas relaciones perdió su empleo, y con ello vino la falta de dinero, y perdió la casa y el coche, terminó en un albergue en invierno, donde se quejaba de la comida y de la cama que tenía e incluso le llamó fracasado a un mendigo que era uno de los huéspedes del albergue y le preguntó porqué no se largaba de esa pocilga.  Un buen día, ante la necedad de Jon Gordon, el mendigo le contestó.  Le dijo que si no fuera por esa cama dura, estaría durmiendo en la calle y el frío no lo dejaría dormir.  Pero aún si pudiera aguantar el frío, sin la comida del albergue se desperaría en la noche por el hambre.  El mendigo le dijo a Jon que él era el fracasado y le dijo que si tanto problema tenía con el albergue, ¿porqué no se iba?  Eso dio mucho que pensar a Jon.  la negatividad había sido la causa de que perdiera todo en su vida, su familia, su empleo, su casa, todo.  Luego de eso él empezó a cambiar su forma de interactuar con la gente, su manera negativa de ver la vida, y terminó con la trayectoria que Wikipedia dice que tuvo.  Su esposa volvió con él porque finalmente él había vuelto a ser el hombre con el que ella se casó, el que no se rendía ante las dificultades.

Claro, uno escucha esta historia y uno se pregunta si eso no es otro cuento chino de esos que se escriben para decirle a la gente que sí se puede hacer realidad el cuento de hadas, que Santa Claus existe.

En la tierra donde yo vivo, en el tercer mundo, hace muchos años yo solía ser un don nadie, un jovenzuelo más en una tierra llena de problemas, una persona más en la multitud.  Para mi frustración sufrí varias veces desempleo por unas crisis que yo no causé y que se originaban en un país extranjero.  ¿Acaso habría algo que yo pudiera hacer?  Me di cuenta de que no entendía el mundo, que no sabía qué esperar de la economía mundial, que no sabía cómo interpretar la realidad.  Me di cuenta de que los analistas no me daban una idea de causa efecto, sino que me daban diagnósticos y recetas predigeridas que muchas veces no servían para tomar decisiones con mi vida.  ¿Cuál era la solución?  ¿Acaso la ideología de éste o el anarquismo de aquel eran la solución?  Tuve que empezar a buscar mis respuestas, a estudiar cómo funcionaba el coche de la economía, de forma autodidacta, a cuestionar los puntos de vista que solían aparecer, porque yo no quería respuestas predigeridas, no quería que me contaran, para que no me engañaran de nuevo.  Me preguntaba cómo podría un ciudadano de a pie hacer algo para cambiar algo que aparentemente no se podría cambiar, que todo el mundo me decía que no se podía cambiar.  Yo no nací en cuna de oro, ni viví con privilegios extraordinarios, excepto la oportunidad de graduarme de la universidad, gracias al esfuerzo de mi padre.  ¿Qué puede esperarse de una persona así?  Nunca fui de los mejores por más que me esforzara en lo académico.  Nunca fui de los chicos populares.  ¿Cómo iba a llegar lejos así?  ¿Qué tenía en mi haber?  Un título universitario, y las habilidades desarrolladas en mis pasatiempos.

Luego de tener empleos donde me pagaban mal y me trataban mal, terminé en el gobierno donde me acosaron por no ajustarme a los designios de un grupúsculo con poder político que quería cometer un fraude institucional.  Luego de que ese grupo me echara del gobierno dos veces, me lancé a ser emprendedor y la falta de ética de un socio me echó todo abajo.  Después de haber fracasado tanto, ¿cómo se puede llegar lejos?  Es que si hay algo peor que no haber intentado, es haber intentado varias veces y estar igual o peor que al inicio, por lo frustrante.  Y para colmo la que pensaba que era la mujer de mi vida se fue con otro, no porque la tratara mal, sino porque ella tenía su ética mal puesta (algo que descubrí años después).  ¿Se puede pedir más desgracia? 

Me cansé en ese momento.  La verdad es que me cansé y me indigné (también me enojé) y decidí que iba a cambiar esa realidad que ya me tenía frito.  Eso sí había cierta desazón, cierta sensación de falta de fe en la humanidad.  Sólo tenía dos alternativas, o me rendía o continuaba luchando.  En el pasado me motivaba la ambición, pero ahora me motivaba el cambiar el mundo, y extrañamente esa parecía ser mi misión de vida, y las cosas empezaron a ir un poco mejor.  Las cosas que antes me hacían desfallecer ya no lo hacían, me había vuelto más resistente.  Y al haberme detenido en medio del camino de la casa al trabajo, empecé a conocer gente VIP que otras personas solo veían en la TV y hacer cosas que no sospeché que fueran posibles.  Me casé con una buena mujer, que me ha dado en estos años, una vida muy buena que la que me dejó no me habría dado porque su carácter era distinto.  Mi esposa es ahora la mujer de mi vida.  Fue bueno no haberme casado con aquella otra mujer, porque cuando te deja un autobus, puede ser que ese autobus no te llevara a tu destino y debes esperar el autobus correcto.

¿Qué fue lo que hizo posible esto?  Lo que hizo esto posible fue seguir la misión de vida.  Es que nosotros no nacimos para sufrir, nacimos para aprender y seguir una misión de vida. Esa misión es la que tenemos que cumplir.  una de las cosas de las que me di cuenta es que el paro viene cuando no tenemos paz interior.  ¿Cómo se puede tener paz cuando se está en paro?  Realmente no tenía otra opción, porque sin paz interior no se puede conseguir un empleo, no se puede vender la idea de que uno es la mejor opción para el que contrata.  Luego de estar en el fondo del abismo, ahora ya voy bastante alto en la montaña, y cuando vuelvo a ver atrás veo una senda larga recorrida, igual que Jon Gordon, aunque no soy tan famoso, porque realmente no me interesa serlo.

A lo largo de nuestra vida nos han enseñado a ser negativos, a pensar que no puedes, a pensar que es imposible ser feliz, realizar sueños, etc.  Y eso es lo que evita que abramos la puerta y nos sintonicemos con el mundo real.  Antes pensaba mucho en el dinero, pero comprendí que a menos que tengas millones en el banco, el punto de partida son las personas con las que lentamente debes ir construyendo un "personal branding".  Te aconsejo que busques y veas los videos sobre "personal branding" en Youtube.  Habrá gente que quiera detenerte, pero si tienes clara tu misión de vida, serás imparable y le encontrarás el gozo a esa misión, y aunque haya obstáculos, serán salvables.

Esa insatisfacción con la realidad se ve complementada con los comentarios negativos y las quejas de otras personas, de modo que todo se vuelve como un estadio, donde la gente se contagia de un estado de ánimo y actúa como masa a nivel anímico, una locura colectiva.   España, como un gran estadio, vive una depresión colectiva de negatividad, una crisis espiritual colectiva donde lo que se ocupa es paz interior, reconectarse con esa misión de vida frente a un enajenante dios dinero pagano, cuyos sumos sacerdotes tratan desde los bancos, que adoremos.  Entonces, con un dios dinero al que no se le reza y que o tiene poderes metafísicos más allá del milagro de causar hambre y miseria, con unos sumos sacerdotes que se creen mejores que sus fieles, y sin esa chispa para levantarse, lo que ocurrirá es que al gente se queda tirada en el suelo, envuelta en la queja. 

Sin un dios al que rezarle, ¿de donde sacaremos la fuerza para levantarnos?  Dicen que la fe mueve montañas.  Muchos pretenden entonces tratar de usar la manera rápida y mágica, sus poderes Jedi sin entrenar para moverla, y como no se mueve se frustran y dicen que es imposible.  Lo que no entiende la gente es que para mover una montaña se ocupa de una excavadora, y conseguir una excavadora prestada y unos permisos municipales es más fácil que contratar a un maestro Jedi para que te entrene.  Claro, mover una montaña con excavadora no parece tan milagroso, pero si retrocedes 2000 años, la sola existencia de la excavadora sería un milagro.  ¿Qué no tienes dinero para mover la montaña?  Se ocupa de un milagro.  ¿Acaso no puedes conocer gente que te ayude a conseguir el tractor y una montaña para una buena causa?  ¿Por qué nos quejamos entonces?  Nos quejamos porque no logramos sueños, y no logramos sueños porque usamos nuestro tiempo quejándonos y hundiéndonos en la depresiva negatividad del estadio español, en lugar de intentar insistentemente el logro de nuestros sueños mientras cumplimos nuestra misión de vida.

¿Qué hay más allá de la negatividad?  Más allá de la negatividad hay un estado que la gente llama “ser positivo” que no es más que un estado de esperanza leve, que es como un positivismo algo depresivo, donde las cosas se miran como imposibles en cierta medida.  Más allá de ese estado de esperanza frágil y algo efímera, hay un estado de “inspiración” que tiene un 1% de esos momentos revitalizadores que le da oxígeno al 99% de los momentos de transpiración y lucha.  Esa inspiración se parece mucho a lo que causa que un artista pinte o un músico componga una gran obra.  Claro está, en el 99% de la transpiración, al inicio está la iniciativa nuestra para hacer arrancar las cosas, y luego está la capacidad de ser tenaz y perseverante, insistente en el tiempo, quizás algo terco también, para llegar a la meta.  Sin esa tenacidad no se llega a ninguna parte.  El estado intermedio de “ser positivo” es un estado semi depresivo, un engaño bioquímico del cerebro, algo que una pastilla puede arreglar momentáneamente, porque la causa sistémica de la depresión viene de sentir que no se puede hacer nada acerca de algo.  La frustración viene de fijar una cantidad fija de intentos y un plazo a un sueño del cual no tenemos la menor idea de cómo lograr, y por ende tropezaremos mucho intentando lograrlo.

Esta persona que casi se queda ciega y que teniendo todo en su contra salvó sus ojos y hoy ocupa un importante puesto en una importante empresa, me recordó que ya habrá tiempo para quejarnos cuando hayamos logrado nuestros sueños atravesando la adversidad, que si otros pudieron nosotros también porque ellos son personas como tú y yo, y para entonces no tendremos razones para quejarnos, sino para agradecer lo que la vida nos ha dado.  Si puedes leer este post es porque tienes ojos, y esa es la primera razón que tú y yo tenemos para agradecer a esta vida, y hay muchas más.  Aprender a ser feliz empieza (aunque no es el final) por comenzar a agradecer a la vida lo que sí tenemos.

5
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  1. en respuesta a orbeliano
    -
    Top 100
    #5
    16/07/12 17:12

    Los que llegan al Estado son españoles, iguales a los de la empresa privada. No arreglas nada quitándole nada a los políticos, para pasarlo a sector privado, porque igual habrá chorizo adonde lo pases, y podría ser peor porque tendría la privacidad y el poder sectorial para cometer un fraude.

    El gobierno es una silla. Lo que debes hacer es vigilar quién se sienta. Si un capitan no conduce bien el barco no quiere decir que debas pasar el puente a la sala de máquinas.

  2. en respuesta a Deinol
    -
    Top 100
    #4
    16/07/12 14:58

    Precisamente, hundirse en la queja es no gastar el tiempo en buscar una manera de sacar al país del atolladero.

  3. en respuesta a orbeliano
    -
    Top 100
    #3
    16/07/12 14:56

    La vida no es injusta. Las personas lo son. Y cuando hay injusticia, la gente se encuentra en mi a un fiero oponente que no se queja, sino que actúa.

    El sentido de la vida, la misión de vida no es venir a sufrir, así que hay que encontrar otra manera de vivir y cumplir esa misión para mejorar ese mundo mal construido.

  4. en respuesta a orbeliano
    -
    #2
    15/07/12 01:47

    Excelente post y excelente respuesta anterior. Llevo dias ya harto de tanta queja gratuita que generalmente acaba en el insulto. Desparramando odio, sobretodo por las redes sociales, que actúan de potenciador. Sin contrastar de dónde viene la información, tomando como cierto sólo que quieres oir, sin cuidar las formas. Pero sin proponer nada. Sin aceptar nuestra parte de responsabilidad.
    Todo lo que nos pasa depende de nosotros, depende de como nos tomamos la vida. Hasta que no entendamos esto, hasta que no aceptemos responsabilidades como adultos, no avanzaremos. Hoy en dia usamos la palabra adulto referida a la edad y debería referisrse al comportamiento. Somos como niños que lloramos y nos quejamos a los mayores esperando que hagan algo.

  5. #1
    14/07/12 21:48

    Enhorabuena, Comstar. Has escrito un estupendo alegato en favor del espíritu positivo y de la auto-responsabilidad (esa virtud tan básica que debería enseñarse en las escuelas de primaria, y de la que carecen tantos "protestantes" crónicos).

    Estos años de crisis y zozobra integral, deberían de haber puesto de manifiesto algo que muchos ya teníamos muy claro hace tiempo: el futuro te lo labras tú mismo con el sudor de tu frente. Nadie regala duros a cuatro pesetas. Ni los Bancos nos regalaban el dinero que (a su vez) pedían prestado, ni ese papá Estado al que tanto siguen reclamando cariño algunos malcriados nos prestará su protección sin hacérnosla pagar 2 veces.

    Por supuesto que la vida es, a menudo, muy injusta. Por desgracia, es demasiado frecuente ver a los sujetos mediocres escalar varios escalones por encima de los excelentes. Esto ocurre, sobre todo, en las sociedades huérfanas de instituciones serias, como la nuestra. Una sociedad que también adolece de una grave ausencia de referentes, tanto personales como morales. Por eso, no debe extrañarnos que muchos se salten a la torera las reglas del juego, contando con el permiso expreso del árbitro. Muy por encima de otros países, España se caracteriza por otorgar constantemente licencia de corso a las "bribonadas". Como por ejemplo, cuando ese supuesto Estado protector y "social", se dedica no sólo a omitir su deber básico de vigilancia, sino también a promocionar e incluso participar en las sucias corruptelas de esos pocos bribones. Alguien situado en el mismo epicentro del poder, bautizó un día a esto con el nombre de "cloacas del Estado" (yo pienso que se quedó corto y debió definirlo como "vertedero público de miserias").

    Estoy convencido de que sólo existe una cura para esta larga enfermedad que aqueja a nuestro país: una inyección en vena de auto-responsabilidad individual y de conciencia liberal, en el auténtico sentido de la palabra. Ya se ha demostrado con creces que los españoles somos muy torpes para autogobernarnos. Casi siempre, lo único que hemos conseguido engordando lo público es que el Estado se convierta en un Saturno que devora a sus hijos. Por tanto, no caigamos de nuevo en el mismo error. Tomemos de una vez un camino diferente y reduzcamos el poder público a la mínima expresión. Dejemos que los ciudadanos se hagan cargo de su propio futuro y vertebremos una sociedad con sólidas instituciones, capaces de auto-gestionarse por sí mismas. Premiemos a los empresarios de éxito, en lugar de denigrarlos. Admiremos a los buenos estudiantes, en lugar de marginarlos. Y penalicemos al mediocre que sólo reclama una igualdad "por abajo", como único medio de garantizarse la vidorra y el solaz del gratis total... y protesta enérgicamente cuando esto amenaza con terminarse.

    Proclamemos la próxima revolución: Vivan la Responsabilidad individual y el espíritu positivo. Los únicos que nos garantizarán el futuro.

    "Lo que vale, cuesta".

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