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Grecia o la ortodoxia

Sólo sé que no sé nada (Socrates)

 

Poco puedo aportar al debate sobre Grecia, la verdad. Os confieso que apenas tengo un puñado de ideas claras sobre lo que está pasando y ninguna de ellas tiene relación con lo económico. Como mucho se puede hablar de aspectos financieros pero tengo que darle toda la credibilidad al ex-ministro Varoufakis[1] cuando dijo que en la famosa reunión del Eurogrupo no se hablaba de economía real (ya sabéis, esas tonterías con las que nos entretenemos algunos: el crecimiento, el empleo, el poder adquisitivo, el saldo comercial…) sino de temas aledaños. En concreto, parece que la cuestión griega va de geopolítica y de bancos. Y de tales materias, sólo sé que no sé nada. O prefiero saber lo justo y necesario.

Es curioso que los peores enemigos de la Grecia contemporánea sean dos palabras tan helénicas: democracia y ortodoxia. Para empezar, manda narices que la palabra democracia tenga sentido peyorativo para los líderes más ortodoxos de nuestra comunidad europea. Con esto no quiero decir que para gobernar haya que andar convocando un referéndum cada tres meses, creo que los mejores líderes son resolutivos y, sobre todo, conocen bien a sus propios votantes. Por desgracia, hemos convertido la democracia en la dictadura de una mayoría efímera (la que surge de una consulta) y nos hemos olvidado de reivindicar el pueblo (el demos), que es algo diferente a la suma de individuos. Esto no tiene nada que ver con las ideologías ni con los nacionalismos. El pueblo otorga un poder temporal a unos líderes para seguir siendo pueblo, no para defender unos intereses particulares, ni siquiera los de unos supuestos acreedores. Otra cosa es que pagar las deudas sea un objetivo razonable pero no se le puede pedir a un colectivo que tire piedras contra su propio tejado. Hasta aquí nadie debería escandalizarse de que los griegos hagan lo qué les dé la gana con su voto, cada vez que se lo piden.

Pero hemos topado con el segundo enemigo: el pensamiento económico ortodoxo, una suerte de sentido común que campa a sus anchas por la Europa del euro. No sólo se nos imponen unos objetivos macroeconómicos (déficit, inflación, deuda), en los últimos tiempos también la manera de alcanzarlos. Los hombres de negro no se creen ninguna propuesta que no incluya subida de IVA, recorte de pensiones y reformas en el mercado laboral, medidas que, por cierto, pueden coincidir de casualidad con algunas recetas liberales, pero que no persiguen la libertad de las personas sino salvarle el culo al aparato burocrático supranacional y, sobre todo, a esas empresas privadas que no cierran aunque dejen de vender, ya sabéis, me refiero a los bancos. Me importa un pito que sean alemanes o griegos. La deuda soberana es carnaza para el sistema, ya que los Estados democráticos regidos por líderes responsables son los mejores clientes de la banca.

Yo no voy a defender que una nación salga del euro, ni siquiera temporalmente. En el fondo soy un clásico en eso de la estabilidad, pagar las deudas y demás. Pero al proyecto europeo no lo reconoce ya ni la madre que lo parió. Esto ya no va de ciudadanos libres ni de economías saneadas. Esto va de geopolítica y de bancos. Y de tales materias, sólo sé que no sé nada. Siento no poder aportar mucho más al debate.

S2.



[1] Espero no tener que desmentir mi pertenencia a Syriza, Podemos o plataformas similares. Sólo le doy credibilidad en una afirmación concreta.

 

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  1. #1
    22/07/15 10:20

    buenass, tu lo has dicho, la deuda soberana es carnaza para el sistema... y el endudamiento no se soluciona con mas endeudamiento... creo que esto va a acabar muy mal

    sdsss!!!

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