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Apuntes de Economía: de qué va la Economía

A partir de hoy os propongo una nueva serie de entradas en clave de apuntes. Me ha parecido oportuno coger la teoría económica y presentárosla por entregas, con un orden lógico. A veces, los que escribimos blogs económicos podemos dar la sensación de estar hablando de oído, como si la ciencia que hemos estudiado se hubiera estancado en el nivel de las intuiciones. Dejando de lado que en Economía hay juicios de valor y diversidad de opiniones, yo soy partidario de dejar hablar más al sentido común –aunque sea de forma chapucera- que a la verborrea de los expertos –la mayoría profanos con máster, en el mejor de los casos-. Por otro lado, la Economía no sirve de nada como producto de consumo interno para académicos y estudiantes de doctorado: ante todo es una herramienta abierta y dinámica que puede aportar mucho a la transformación de la sociedad. Pero, de vez en cuando, es bueno poner en valor el estudio, el análisis, los modelos, las técnicas y, en definitiva, el método científico aplicado a fenómenos sociales. Espero que esta nueva serie os resulte interesante y, a la vez, que esté a la altura de las circunstancias.

Por supuesto, seguiré alternando los apuntes con mis habituales artículos sobre política económica. En concreto, tengo previsto analizar uno por uno los programas económicos de varias formaciones políticas, con el máximo respeto y total objetividad –que no neutralidad-.

Dicho esto, hablemos de Economía.

Definición

Como señalan en su cabecera los compañeros de Oikonomía, el término Economía procede del griego y se traduce como el conjunto de normas necesarias para la dirección y administración del Oikos (casa). De ahí el primer punto a nuestro favor: la Economía estudia algo tan cotidiano como la gestión de los asuntos materiales propios y, por tanto, trata de cuestiones vitales bien cercanas a las personas y a las sociedades. Por otro lado, el significado etimológico del término nos remite a su aspecto normativo, al estar enfocado a la resolución de problemas prácticos. Y es que la Economía se ocupa tanto de la realidad tal cual es (economía positiva) como de lo que debería ser (economía normativa). Tan importante es dar una explicación de los fenómenos económicos (teoría económica) como proponer recomendaciones para corregirlos (política económica).

Los fenómenos económicos forman parte de la realidad humana cotidiana desde Atapuerca. Sin embargo, el pensamiento económico y, por tanto, la búsqueda de explicaciones a esos fenómenos, se remonta al Mercantilismo (siglos XVI y XVII). Como disciplina científica, la Economía nace en 1776, con la publicación del Tratado sobre La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith. Desde entonces, se han elaborado muchas definiciones de Economía, la más sencilla se debe a Lionel Robbins (1932): conjunto de principios que rigen la asignación de medios escasos a fines alternativos.  Por darle un poco más de forma, se puede decir que la Economía es la ciencia que se ocupa del modo en que las personas y las sociedades deciden, entre diversas alternativas, sobre el empleo de recursos escasos para la producción de bienes y su distribución entre los diferentes miembros o grupos de la sociedad, con el fin de cubrir sus necesidades presentes y futuras.

Esta definición nos viene muy bien para detectar comportamientos antieconómicos: hay quien vive pensando que los recursos son ilimitados y que  las necesidades reales no deben ser un obstáculo para alcanzar otro tipo de fines. Sigamos.

Objeto

De la definición anterior se deduce que el problema de fondo de la Economía es la escasez relativa de recursos -naturales o elaborados- frente a un conjunto de necesidades casi siempre ilimitadas -materiales o inmateriales, explícitas o implícitas, particulares o colectivas-.  La escasez relativa obliga a elegir entre usos alternativos de los recursos disponibles, una vez analizados los costes y los beneficios de todas las opciones. 

Se ha dicho que la Economía es la Ciencia de la Elección, porque ofrece un método para tomar decisiones sobre la asignación de los recursos y la selección de las necesidades personales y colectivas que se han de satisfacer. En este sentido, hay que señalar que la Economía no se preocupa tanto de encontrar recetas infalibles o soluciones definitivas a los problemas, sino de establecer prioridades y criterios para la toma de decisiones. El premio Nobel de la rama no se concede precisamente al propietario de la varita mágica contra la crisis.

El objeto de la Economía no se agota en decidir qué, cuánto y cómo producir sino que conlleva implicaciones más amplias como la distribución del producto entre los miembros de la sociedad que contribuye al proceso; el crecimiento de la cantidad y la calidad de los bienes disponibles y sus consecuencias sociales y medioambientales; y la consecución del bienestar material.

 

Macroeconomía y Microeconomía

El análisis económico puede realizarse bajo dos enfoques: el enfoque microeconómico estudia el comportamiento de las unidades económicas (familias, empresas, sector público) y las consecuencias de sus decisiones sobre el precio de los bienes, las cantidades intercambiadas y el funcionamiento de los mercados; el enfoque macroeconómico analiza la economía en su conjunto, la evolución de variables agregadas como el empleo, la inflación, el crecimiento económico y el déficit público y los resultados de las políticas económicas implementadas por las autoridades.

La Macro y la Micro son dos caras de la misma moneda –nunca mejor dicho- y, por tanto, se complementan mutuamente. La Macro nos proporciona síntomas, señales de alarma que nos avisan de que algo no funciona bien. Pero el origen de los problemas se encuentra siempre en la Micro, en las decisiones particulares que toman las personas, las empresas y las instituciones. Si me permitís el comentario, millones de personas pueden manifestarse y responsabilizar de los problemas a unos agentes económicos concretos, pero no se puede olvidar que los resultados globales se obtienen sumando acciones cotidianas individuales. Un puñado de señores, por poderosos que nos parezcan, no pueden cambiar la voluntad de millones de indignados. ¿O sí?

 

Que paséis una buena semana.

S2. 

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  1. #3
    19/10/11 10:16

    Gracias, Margrave.

    El problema que veo en los movimientos de protesta es que salen para "exigir" a los grandes poderes que se porten bien y nos resuelvan los problemas. Creo que los que formamos la base de la sociedad tenemos mucho margen de maniobra para gestionar el cambio sin esperar a lo que se decida por allá arriba. Los de abajo somos quienes decidimos qué consumir o cómo educar a nuestros hijos, podemos jugar a ser solidarios o a lucrarnos, podemos elegir entre trabajar para otro o emprender por cuenta propia... Por el contrario, el poder político es muy limitado y pongo en duda que el poder financiero tenga la sartén por el mango.

    Entiendo las protestas como una reacción a la basura de sistema que tenemos, pero ahora falta que el movimiento evolucione hacia la autogestión. No debemos dejar que ningún poder externo organice nuestras vidas.

    S2

  2. #2
    Margrave
    17/10/11 15:31

    Buen árticulo de divulgación. Se olvida la gente de estas cosas. Respecto a la pregunta final, la respuesta es que si. Un puñado de señores controlan casi todos los resortes de poder en el planeta, y los demas no pesan nada contra ellos. El movimiento juvenil de protesta es marginal, residual y útopico. Busca más protagonismo que otra cosa. Es un fenómeno que se ha repetido siempre en la historia en el ciclo recesivo (ej. revueltas de La Vandee en Francia durante la Revolución y Napoleón. La diferencia es que los campesinos de La Vandee estaban desnutridos y los activistas están bien alimentados). No quiero parecer cínico, solo soy un pragmático. Saludos.

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