Os cuento. Pocas veces hablo de mi vida personal pero hoy toca desahogo: me he quedado en la calle, laboralmente hablando. Vamos, que me han dado boleto. Después de cuatro cursos académicos ejerciendo la docencia en un centro concertado, mi jefe ha decidido no renovarme –en el negocio de la enseñanza tienen la fea costumbre de abusar del encadenamiento de contratos temporales- y, cómo no, me ha sustituido por una más joven y más barata, carne de contrato de formación. Es lo que tiene jugar con dos barajas: practicar el despido libre y seguir recibiendo dinero público a espuertas. Toma economía mixta.
Pues bien, mientras mi picapleitos trabaja en una demanda de las fáciles, yo aprovecho la oportunidad para replantearme el futuro por cuenta propia, posiblemente con un proyecto de ámbito local y un nuevo blog profesional. Tengo muy claro que la formación es una actividad muy gratificante pero en algún momento hay que volver al mercado para seguir creciendo profesionalmente. De lo contrario te vacías y dejas de aportar valor a tus alumnos.
Pero hablemos de nuevo sobre el despido libre. En mi serie de propuestas electorales ya me he posicionado claramente en la cuestión. Apostaría por un sistema de doble contrato: uno indefinido, con despido libre (es decir, sin la obligación de justificar la causa) y con cláusula de rescisión pactada en el contrato (no por convenio); y otro temporal, para cubrir necesidades de duración determinada, con indemnización fija de 20 días de salario por año trabajado. Por supuesto, esta propuesta debe ir acompañada de otras medidas que favorezcan la movilidad de los trabajadores, de forma que las empresas tengan muy claro que deben luchar por el talento. Despido libre significa que el trabajador también pueda irse cuando quiera porque ya no hay un compromiso forzado y, como en las relaciones personales abiertas, ambas partes tienen derecho a decidir su futuro por su cuenta. En este sentido, considero que los empresarios no saben lo que están pidiendo cuando mentan el despido libre. En los sectores donde hay carne fresca y abundante se estarán frotando las manos pero me gustaría saber cómo ven el tema las pymes de perfil más técnico. Mientras haya indemnización, el trabajador tiene un incentivo claro para quedarse y aguantar, pero creo que no se han calculado los efectos de la desaparición del mismo sobre el compromiso de muchos trabajadores (los mejores y escasos). Como tampoco saben lo que dicen quienes apuestan por pagar según productividad: ¿el que saca su trabajo en 6 horas en lugar de 8 va a cobrar más o le van a recortar la jornada? ¿Y el trabajador que cubre el trabajo de 2, va a cobrar el doble?
Pero tranquilos, el despido libre que viene no es tal. Lo que debemos esperar es una nueva oleada de modalidades contractuales sacadas de los mejores departamentos de I+D laboral. Si gana Rubalcaba, tendremos keynesianismo laboral (¿discriminación positiva con cargo a Presupuestos?). Y si gana Rajoy, habrá becarios, fraude de ley y santos que pierden sus vestiduras para arropar a otros. Nuestros dirigentes no han aprendido que una política económica inteligente debe sorprender a sus destinatarios, porque si no te boicotean la intención original de las medidas. Eliminas el límite a la temporalidad y te encuentras a la gente haciendo contratos por obra a trabajadores que desempeñan actividades permanentes. Abres un nuevo contrato de formación y vienen los listos a aplicar la nueva modalidad a trabajadores sobradamente experimentados. Y el problema original, la falta de actividad económica, sigue ahí.
En fin, por lo que a mí respecta, no voy a perder el tiempo repartiendo culpas. Nadie va a solucionarme el problema. Seguiremos informando.
Próxima semana: Propuestas (atrevidas) sobre energía y medio ambiente.
Saludos y buena semana.