El próximo viernes muchos vamos a estar pegados a los medios para conocer la nueva hornada de medidas económicas que va a tomar el Gobierno. Algunos ya llevan unos cuantos días preparándonos para una gran hecatombe y es posible que la cosa al final no sea para tanto. Es más, somos muchos los que defendemos –en la intimidad, por supuesto- algunas de las medidas anunciadas. Lo que ocurre es que estas maneras de comunicar y ejecutar la política económica no me hacen mucha gracia.
No sé cómo lo veis vosotros pero yo no acepto que me gobiernen con el recurso del miedo. A mí lo que me van son los argumentos estratégicos, la planificación a futuro. Y lo que nos proponen para el próximo Consejo de Ministros es una batería de misiles con mensaje para consumo interno de nuestros socios europeos y de los jugadores del sistema financiero: nosotros, el Gobierno del Reino de España, la tenemos más larga que nadie. Si el Gobierno de Mariano Rajoy quiere demostrar liderazgo, tiene que ponerse al volante de la política económica y adoptar un rol proactivo. Todo lo que está haciendo hasta ahora –eso que algunos llamamos recortes y él considera reformas- es como reacción a un mandato de Bruselas, de Berlín o de su prima, la de riesgo. Al Gobierno hay que pedirle anticipación, reflejos y un punto de sorpresa a la hora de comunicar sus decisiones. Y, sin embargo, lo que tenemos es un equipo de aficionados que suplen su falta de comprensión de los mercados con una falsa conciencia del deber cumplido.
- Sí, Macro, muy bien, pero qué se supone que debe hacer el Gobierno – me estaréis diciendo.
Pues lo principal es convencer a todo el mundo de que la deuda soberana española va a dejar de ser negocio en el plazo más corto posible y que el dinero debe moverse en otras aguas. Y me temo que las medidas anunciadas para el viernes van a impactar sobre el déficit del ejercicio 2012 pero no aseguran la reducción de la deuda pública a medio plazo. Ahí tenemos esa subida del IVA sobre los productos de demanda más inelástica –es decir, los más básicos- que va a repercutir sobre el consumo o sobre el precio de los bienes o los servicios más prescindibles. Ahí tenemos ese despido masivo e indiscriminado de empleados públicos que va a aliviar el gasto corriente pero puede producir un curioso bajón de productividad en la Administración Pública –los funcionarios de carrera, por mucha oposición que tengan a sus espaldas, no pueden mantener ellos solitos la aportación que hace el sector público al PIB-. Si de verdad la tiene más larga que nadie, el Gobierno debe cambiar el sistema de acceso a la función pública y aplicar el contrato único a la Administración, esa sí sería una señal creíble para los mercados porque representaría un cambio estructural y no coyuntural. Otro tanto ocurre con el tema de la prestación por desempleo que, a mi juicio, pretende solucionar un problema de incentivos con más miedo. Personalmente, prefiero recortar en este concepto y no en Sanidad, pero existen alternativas. Por ejemplo, aumentar la aportación del trabajador para la causa o activar un sistema que permita al trabajador reponer dinero cobrado del desempleo. Otro tanto habría que hacer con el sistema de pensiones: otro recorte coyuntural no va a ser creíble para el mercado. Sí lo sería un cambio de sistema, por ejemplo, pasar del sistema de reparto colectivo a un sistema de reparto individual, en el cada uno se haga responsable de sus propias aportaciones para su fondo personal, sin perder la tutela del Estado.
Diréis que hoy estoy irreconocible porque, la verdad, el paquete de medidas que se esperan para el viernes tiene un barniz bastante liberal. Pero es que el contenido de la política de Rajoy no es el problema, es la forma de comunicarla y es el insistente recurso al comodín del BCE para que los mercados se crean los recortes las reformas. Al final, sólo queda el miedo a lo que nos queda por ver. Y el miedo nos hace más esclavos. Así que no dejemos que nos condicione. Seamos libres.
Buena semana, S2.