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La eurozona, el nuevo D. Tancredo de la economía global

La tentación más habitual cuando en un país surgen problemas de crecimiento es devaluar la divisa. Si quieres vender pero sin que bajen internamente los precios, nada como bajarlos sólo de cara al exterior, es decir, devaluando la divisa.
 
Las devaluaciones pueden ser forzadas por el propio mercado – caso de la mayoría de las divisas emergentes a lo largo de los últimos doce meses -, provocadas por las autoridades – caso de China y sus dos recientes ampliaciones de banda de fluctuación – o simplemente inducidas (bajando, por ejemplo, el tipo de interés que se pagan por tener activos en una determinada moneda).
 
Inducidas, forzadas o provocadas, al final el resultado es el mismo: la divisa en cuestión se devalúa. Si el que devalúa o le devalúan lo hace en solitario el truco funciona: se exporta más. Pero si todos devalúan, la cosa cambia, porque desaparece la ventaja competitiva. Un caso claro son las devaluaciones chinas: si China devalúa obliga a devaluar a todos los países que fabrican y exportan cosas parecidas, los competidores, que son, sobre todo, las economías emergentes.
 
El que peor se queda en caso de devaluación es el que mantiene el valor de su divisa cuando los demás devalúan. Es como el que se queda de pie y sin silla cuando se para la música en el juego de la silla.

 
Hoy en día el principal candidato a D. Tancredo es el euro. Hasta ahora estaba muy bien acompañado por el dólar, que subía no sólo frente a las divisas emergentes, sino también frente al propio euro. Pero al dólar cada día le cuesta más subir contra la divisa europea y eso es inquietante porque se produce en paralelo a la mayor inyección de euros al sistema monetario de la historia europea, el ya famoso QE. 
 
Si incluso disparando la oferta de euros y manteniéndose constante la de dólares el euro se aprecia, “Frankfurt tenemos un problema”. Porque los mercados lo interpretan como que no queda margen de devaluación para el euro. Y más si el Sr. Draghi se queda sin margen de bajada de tipos, como es el caso, porque puede seguir apretando a la banca con tipos negativos, pero eso tiene un límite. Si les cobrara, por ejemplo, un 0,6% por el dinero que mantienen en el BCE – con las obvias consecuencias que tendría en sus cuentas de resultados y en la captación de pasivo – alguno podría quebrar, ya que el margen pasaría de cero a negativo. Y más cuando en la Eurozona hay sobre-oferta bancaria, ya que tiene bancos para una economía que crece al 3% y con tipos de interés normales, no para una economía que crece al 1% y con tipos cero.
 
Si el dólar siguiera bajando frente al euro la Eurozona se quedaría como D. Tancredo, porque en ese escenario todas las divisas del mundo estarían bajando en relación con la europea. Y una cosa es que las devaluaciones no sean especialmente efectivas como medida de política económica y otra tener la divisa más cara del mundo. Bueno: nos quedaría el franco suizo, pero eso es como decir en España lo de que todavía nos queda Portugal. Es más: el problema no es ya que nos cueste exportar cuando más lo necesitamos. El problema es que un euro fuerte es deflacionista (abarata los precios de las importaciones). Y ese es justo el problema contra el que lucha el BCE: el riesgo de deflación. Un euro caro neutraliza, al menos parcialmente, sus medidas de estímulo de precios.
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Publico todas las semanas mi visión sobre los mercados y los cambios que realizo en mi cartera. Si quieres saber más y estar al día de mis reflexiones, suscríbete a mi blog.

  1. #1
    06/04/16 16:37

    Hay una medida que me parece a mi que puede ayudar en todo eso: por un lado frenar la evaluación relativa del euro y por otro provocar inflación. Es la QE for People, dar el dinero de la QE a la gente y no a los bancos. En mi opinión tiene todo el sentido monetario del mundo (dejando aparte criterios morales). Cada vez se menciona más en los medios de comunicación. Y hace poco un alto cargo del BCE dijo que no lo descartaban pero que no estaba sobre la mesa, y como todo el mundo sabe, nada es real hasta que no es oficialmente denegado.