Decíamos ayer -como Fray Luis de León después de largo tiempo en silencio- que en España tenemos un problema de riesgo cultural: todos los agentes económicos pretenden que sea otro el que arriesgue. Seguimos pidiendo soluciones parciales para salvar traseros particulares y estamos retrasando la dolorosa pero eficaz Solución Final. En este sentido creo que esta crisis todavía tiene un año más de recorrido, pero no tanto por las profecías del FMI o del Banco Mundial, sino porque somos pueblo de dura cerviz y pocos huevos.
Pero he aquí que, últimamente, la prensa empieza a hacerse eco de algunas señales positivas y de una escalada de mensajes esperanzadores, más o menos creíbles. De entrada, hay que apoyar este tímido cambio de actitud en algunos medios, que hasta ahora no han permitido que la más mínima señal estropeara un buen titular pesimista. Pero donde yo aprecio vientos de cambio es en la dosis de realismo que empiezan a demostrar algunos dirigentes. Ese G-20 que prefiere limitar la sangría de dinero público porque ve que el enfermo no reacciona. Nuestro ministro Corbacho pidiendo moderación salarial a los directivos de empresas subvencionadas. Este otro amigo del Banco de España hablando claramente de fusiones inmediatas y clasificando a las entidades según su grado de putrefacción. Hasta Paul Krugman parece alejarse del discurso keynesiano tradicional y empieza a pedir reformas -tomen medidas sobre la oferta porque la demanda no reacciona como decía la teoría-. Da la impresión -sólo es una ligera impresión- de que Obama y su equipo económico van por detrás de los acontecimientos, ya que siguen entusiasmados con su macrorrescate.
La Solución Final pasa por dejar caer lo que tenga que caer. En tiempos de crisis no se puede apoyar -a costa del contribuyente- lo que en tiempos de bonanza se cae por su propio peso. Cuando venga la recuperación, veremos a los que ahora reciben subvenciones marcharse con la producción a otra parte. Como dice la lógica de los costes, por otro lado. Y oiremos a los de siempre la cantinela de la moderación salarial indiscriminada -necesaria en presencia de inflación desbocada pero inútil y contraproducente en tiempos de baja demanda-. Pero esto ya es otro tema.
Saludos.