Así que me siento un poco acorralado entre el revuelo social y mis planteamientos liberales. Pero esto no va a quedar así. A riesgo de perder amigos y lectores, os propongo algunos elementos que no deben faltar en cualquier discusión sobre las 60/65 horas. No pretendo poner mi opinión por encima de otras. Tampoco quiero que se confunda este debate con otros sobre la productividad, la salud o la conciliación familiar. Sólo que hoy me apetece ser el abogado del diablo. Comencemos.
- La propuesta trataba, en primer lugar, de quitar puertas al campo, no de imponer un horario de trabajo. Bien utilizada, la libertad de entendimiento entre empresario y trabajador es cosa buena.
- Que nadie intente convencerme de que la mitad de jornada generaría el doble de puestos de trabajo. No cuela.
- Como trabajador no me gusta que me limiten lo que quiero ganar a base de leyes, penalizaciones por pluriempleo o impuestos regresivos. Para vivir mejor hay que currar, parece que se nos olvida este pequeño detalle.
- Si quiero quedarme un par de horas para terminar un trabajo no me apetece oír insinuaciones de trepa ni acusaciones de competencia desleal. Por desgracia, hay empresas donde está mal visto subir el nivel de responsabilidad.
- Trabajar 12 horas diarias nos equipara con los autónomos. En estas condiciones, igual ya no es tan descabellado plantearse un cambio de bando. Y, claro, esto es demasiado para los eternos aspirantes a funcionarios.
- Si pensamos que la directiva es mala porque entonces los inmigrantes nos van a quitar el puesto, entonces sí tenemos un serio problema colectivo. Pero no os preocupéis, no os imagináis lo que han aprendido de nosotros muchos de ellos. Expresiones como yo por 700 euros no salgo de casa se oyen también con acento de culebrón.
- Estamos en el país de la economía sumergida. ¿Cuántas horas extra aflorarían si eliminásemos regulaciones absurdas que no se van a cumplir jamás? Sería más eficiente que contratar más inspectores.
- Por último, habrá que plantearse por qué nos vienen ahora con esto de las 60 horas. ¿No tendrá que ver con que algunos sectores no cuentan con mano de obra suficiente? Nuestro mercado laboral ya no es tan sencillo como en los años 50: pueden convivir perfectamente una tasa de desempleo galopante con agujeros de personal cualificado.