Me resulta chocante el análisis que hace El Economista sobre la inconveniencia de subir tipos en diciembre. Cierto es que el euribor empieza a registrar descensos sin que ello permita relajo alguno ni para el mercado hipotecario ni para la inflación. En ese sentido, una nueva vuelta de tuerca desde Frankfurt podría ser igual de útil que disparar a una mosca con un cañón de los medievales. Especialmente en un momento donde esperamos una nueva bajada al otro lado del Atlántico.
Lo que no entiendo es esa apelación a la credibilidad del BCE. Si haces lo que yo digo -parece espetarle a Trichet el experto- eres creíble y un crack de la política monetaria. Pero si no, eres un malvado transgresor de la ortodoxia financiera y te vas a cargar el sistema. Malo, eres un chico malo. Porque en economía, la credibilidad no consiste en hacer lo que le pide el cuerpo al mercado, sino en ser fiel a un objetivo (en este caso, el control de la inflación) y labrarse una reputación de cara al futuro. Lo demás es jugar a las adivinanzas.
A alguien le puede parecer divertido el juego de apostar -yo también lo he hecho desde este blog. Pero ahora no importa tanto si va a ser un cuarto de punto arriba o abajo, sino su efectividad. Que sirva para algo, vaya. Y creo que en la cabeza de Trichet sólo caben dos opciones: o mantener el tipo por prudencia, o sorprender con una subida no anticipada. Hacer lo que piden los expertos, es decir, lo previsible, nunca ha servido de nada.
Me acabo de dar cuenta de que he vuelto a apostar. Veremos si me equivoco.