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Resultado de estimulos keinesianos según FEDEA (La política fiscal y sus peligros)

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Resultado de estimulos keinesianos según FEDEA (La política fiscal y sus peligros)
Resultado de estimulos keinesianos según FEDEA (La política fiscal y sus peligros)
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Resultado de estimulos keinesianos según FEDEA (La política fiscal y sus peligros)

Hablando de cuestiones de política económica candentes, ¿cuál
son los actuales problemas de la política fi scal? Al organizar la
conferencia, los vimos venir en cierto modo (pero no del todo, como
señalaremos en un momento) pese a las (entonces) “espléndidas”
condiciones de las fi nanzas públicas españolas. Por este motivo, los
dos últimos capítulos del libro están dedicados a la política fi scal,
es decir, a los impuestos y al gasto público: el tipo de temas que
vienen ahora debatiéndose cada mañana, tarde y noche. ¿Debemos
reducir el gasto público de forma permanente? ¿Debemos subir
los impuestos? ¿Qué impuestos? ¿Y si, en cambio, gastamos
algo más al estilo keynesiano (JMK, perdónanos)? ¿No existe un
multiplicador mágico que resolverá nuestros problemas presentes
incurriendo simplemente en un gasto algo mayor fi nanciado por un
endeudamiento algo mayor? Después de todo, ¡eso es lo que dice
una autoridad como Paul Krugman!
Éstas son las cuestiones candentes del momento y las que R.
Anton Braun y Javier Díaz-Giménez, por un lado, y Juan C. Conesa,
Javier Díaz-Giménez, Julián Díaz-Saavedra y Josep Pijoan-Mas, por
otro, tratan de abordar en sus respectivos ensayos. Existe aquí una
interesante contradicción: ambos artículos se concibieron en 2008
y están basados en los datos entonces disponibles, que no recogían
el espectacular desplome de los ingresos fi scales que España iba
a experimentar durante ese año y el siguiente, ni el incremento
sustancial del gasto público derivado de las diversas políticas
keynesianas adoptadas desde entonces por el gobierno español.
Así pues, el punto de partida de los dos trabajos es un relativo
optimismo con respecto a las fi nanzas públicas, aun cuando uno
de ellos se pregunte cuáles serían los efectos de elevar el Impuesto
sobre el Valor Añadido (IVA) en torno a dos puntos (Conesa et al.)
y el otro se cuestione, en primer lugar, si existe un multiplicador y,
en segundo lugar, cuánto tiempo deberíamos seguir utilizando el
instrumento del gasto público. Alrededor de año y medio después
de su concepción, ¿qué lecciones podemos extraer de estos dos
ensayos en circunstancias completamente distintas, al menos desde
la perspectiva de la política fiscal?

En nuestra opinión, el artículo de Braun y Díaz-Giménez debería
contemplarse como el origen de una paradoja teórica (posiblemente
intencionada): si los modelos neokeynesianos actualmente tan de
moda (que predicen enormes efectos multiplicadores del gasto
público cuando el tipo de interés nominal es próximo a cero) fueran
correctos, entonces España debería estar creciendo hoy como “alma
que lleva el diablo”. Como consecuencia, la recaudación impositiva
española debería haberse recuperado lo sufi ciente para disipar los
actuales temores sobre el défi cit fi scal y la deuda española debería
estar negociándose a la par o incluso con una prima favorable. Como
ninguno de estos hechos está teniendo lugar –en realidad, ocurre
exactamente lo contrario–, sólo nos quedan dos conclusiones: o
bien el volumen de gasto público que el gobierno español inyectó en
el sistema fue insufi ciente para activar el multiplicador mágico (ésta
es, después de todo, la actual opinión de Krugman y los keynesianos
acérrimos) o esos modelos están reñidos con la realidad, por lo que
deberían rechazarse como instrumentos para orientar la política
económica.
El enfoque del gasto “insufi ciente” es casi imposible de descartar,
si bien, entonces, el trabajo de Braun y Díaz-Giménez pasa a ser
de gran utilidad por su paralelismo con Japón. No tanto debido al
paralelismo, que Josep Pijoan-Mas critica con sólidos argumentos
en su comentario, sino debido a que el estímulo fi scal parece haber
fracasado estrepitosamente incluso en Japón, un país en el que
realmente es difícil sostener que el estímulo fue pequeño. Cuando
un país triplica con creces su ratio de deuda pública sobre el PIB en
unos quince años, alcanzando un nivel récord del 200% mientras
mantiene los tipos de interés nominales en cero o cercanos a cero
durante todo el periodo, y aún así no se observan señales de efecto
multiplicador alguno, entonces resulta algo más difícil tomar en
serio las ideas keynesianas. Ésta es, alrededor de un año después,
la lección positiva que, en nuestra opinión, debe extraerse de la
contribución de Braun y Díaz-Giménez. Una lección a la que no
sólo se alude sino que queda en cierta medida recogida (aunque no
de forma tan explícita) en la discusión de Pijoan-Mas, cierto que
redactada con la ventaja que el paso del tiempo nos ofrece a todos.

El artículo de Conesa et al., por otra parte, tiene como objetivo
calcular el impacto cuantitativo de una medida muy concreta, la
subida de la tributación del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) en
un 2%, sin pretender transmitir una mensaje de política económica
más general. Pero también este ejercicio, en combinación con la
perspicaz discusión de Juan Rubio-Ramírez, nos enseña algo muy
útil sobre la gran difi cultad que entraña la política económica y sobre
lo arriesgada que es la tarea de quienes se ven obligados, o deciden,
utilizar un modelo agregado formal para hacer predicciones sobre
medidas concretas. El modelo aquí utilizado no es keynesiano, sino
neoclásico, lo que signifi ca no sólo que los precios son fl exibles, sino
también que los hogares son muy sensibles a la tributación en sus
decisiones de cuánto trabajar y consumir. En particular, como en
esta clase de modelos los agentes económicos ofrecen trabajo con el
fi n de consumir, la imposición sobre el consumo reduce su incentivo
a ofrecer trabajo. Por tanto, la producción se reduce, que es lo que
predicen las simulaciones presentadas en el artículo. Con arreglo a
estas simulaciones, el triste mensaje es que las subidas de los tipos
impositivos del IVA, adoptadas por el gobierno español y muchos
otros gobiernos europeos desde fi nales de 2009, tendrán grandes
efectos recesivos.
De hecho, en la actualidad venimos experimentando los efectos
de una subida muy reciente del IVA (del 1 de julio de 2010) y las
fi nanzas públicas españolas han mostrado en los meses previos
algún síntoma de una pequeña recuperación de la recaudación
impositiva, una recuperación que (junto con los recortes del gasto
público adoptados en mayo de 2010) ha mantenido por ahora a
raya las tensiones fi nancieras sobre la deuda española. Los efectos
directos de la subida del IVA sobre la oferta de trabajo y el PIB son
aún inobservables y serán muy difíciles de observar en los datos,
ante la gran cantidad de otros factores, nacionales e internacionales,
que afectan a la demanda agregada española. Con todo, el ejercicio
llevado a cabo en esta contribución sigue siendo instructivo en
tanto que también confi rma la gran difi cultad de utilizar modelos
formales para realizar predicciones de política económica y ratifi ca
las obligadas grandes dosis de cautela de los asesores de política
económica antes de señalar a las autoridades económicas que
“tal o cual política” resulta ciertamente adecuada para tratar el
problema en cuestión. También en este caso, como en el anterior,
el comentarista realiza un buen trabajo, al hacer uso del análisis
retrospectivo para situar en perspectiva algunas de las fuertes
predicciones del ejercicio y al plantear las oportunas dudas sobre la
conveniencia de tomar esas predicciones al pie de la letra.
Es interesante resaltar que toda la evidencia disponible en este
momento (de comienzos de julio de 2010) sugiere que, si el modelo
keynesiano tradicional exagera notablemente la relevancia del
multiplicador del gasto público, el modelo neoclásico tradicional
exagera notablemente la relevancia del divisor de los impuestos.
Es ciertamente posible sostener que la impresión que uno tiene,
es decir, que ninguna de esas dos medidas ha afectado mucho a la
actividad económica española entre 2009 y 2010, obedece al hecho
de que ambas se han cancelado mutuamente, de forma que sus
efectos han sido aproximadamente equiparables en tamaño pero
de signos opuestos. Al igual que ocurre con el argumento de que
el gasto público es muy escaso, éste también resulta casi imposible
de descartar. Aún así, uno tiene la tentación de preguntarse a qué
viene tanta preocupación con todo este activismo de la política fi scal
si el efecto neto es cero. En realidad, no ha sido cero sino negativo:
las turbulencias fi nancieras que España ha atravesado durante
los seis últimos meses (y que sigue atravesando) han tenido un
efecto adverso sobre el conjunto de bancos, empresas y ciudadanos
españoles. Este efecto podría haberse evitado si las autoridades
económicas no hubieran (primero) aceptado tan religiosamente las
promesas del multiplicador y no hubieran más tarde esperado tanto
tiempo en entender la necesidad de subir algunos impuestos y de
reducir algunos gastos públicos.
El défi cit y el endeudamiento público aportan el engarce obvio
entre los dos ensayos sobre política fi scal aquí incluidos: los estímulos
fi scales generan défi cit y, cuando el multiplicador no funciona
(como suele suceder), esos défi cit se traducen en deuda que debe ser
fi nanciada primero y devuelta más tarde. Como hemos aprendido
una vez más, aunque ya deberíamos haberlo sabido, resulta difícil
fi nanciar deuda adicional en medio de una crisis fi nanciera, de ahí
que para calmar la ansiedad de los mercados fi nancieros un país
deba mostrar que realmente es capaz de hacer frente al servicio
de su deuda. A este fi n, el país debe subir los impuestos o recortar
drásticamente el gasto público, unas medidas muy costosas de
adoptar siempre, al menos desde la óptica política –si no desde
la óptica económica, como los modelos neoclásico y keynesiano
respectivamente predicen–. Este razonamiento nos lleva a la misma
conclusión a la que habíamos llegado anteriormente: las autoridades
económicas deberán tener cuidado, mucho cuidado, con las recetas
simples y rápidas que demasiados expertos y asesores de política
económica les ofrecen en cuanto hay un problema que resolver. La
mayoría de los problemas económicos no tienen soluciones simples
y fáciles, pues por eso mismo se les denomina problemas.

Extraido de FEDEA* LA CRISIS DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA 2009 http://www.crisis09.es/crisis.html