¿Es España un país normal?
Vicent Partal
A España le quedan cuatro días exactos para superar el récord de días sin gobierno alcanzado por Irak
«Ya verán ustedes como ellos 'intentarán hacer ver todavía que hablan de un país normal, con una situación asimilable a la de cualquier democracia europea, en la que funciona la mecánica normal de la política europea»
El martes, cuando Mariano Rajoy perderá la primera votación de investidura, hará 245 días que España no tiene gobierno. No faltarán sino cuatro porque supere la cifra de los 249 días que Irak estuvo sin poder formar gobierno, tras las elecciones de 2010. La comparación puede parecer desagradable, pero es bien explícita y significativa. Las dificultades para la formación de un gobierno estable en Irak de 2010 se las puede imaginar todo el mundo -y de hecho eran tan grandes que el gobierno pactado aún tardó cuarenta días más a tomar posesión. Tiene alguna lógica que el próximo domingo España supere Irak en la imposibilidad de formar gobierno?
Aparentemente es claro que no tiene ninguna. Esto que pasa en España es, deberíamos decir un millón de veces, insólito. Tanto que tras superar el récord de Irak sólo le quedarán tres países delante en el que la formación de gobierno aún fue más lenta. Si hay terceras elecciones en Navidad y, por tanto, el gobierno español llega a los 367 días sin gobierno, entonces también habrá superado Camboya y no le quedarán sino dos precedentes para batir. Quien quiera opinar que esto es normal que lo haga, pero un dato así pone de relieve contundentemente como de podrida está la situación política en España.
Este, y no otro, es el contexto en el que hay que situar esta más que extraña votación de investidura que viviremos estos próximos días. El pacto PP-Ciudadanos no servirá de nada porque no conseguirá suficientes votos para formar gobierno. Y será insólito, una vez más, que en un mismo país dos personas se presentan a la presidencia del gobierno, antes Pedro Sánchez y ahora Mariano Rajoy, sin tener los escaños necesarios para conseguirla. Hace días que busque precedentes internacionales y no en encuentre. Sencillamente la gente no hace eso. Y, por tanto, tenemos derecho de preguntarnos por qué lo hacen y en qué viene elaborar y firmar pomposamente programas de gobierno que no se aplicarán nunca.
Francamente: resulta extraordinario observar la flema con que la casta (puedo usar la palabreja?) Política, económica, social y mediática española se toman el asunto. Si esto pasara en cualquier otro país, las admoniciones, las burlas y las frases displicentes serían la norma. Como les pasa a ellos hacen ver que no pasa nada. Pero vaya si pasa. Para que todo esto al final es una demostración empírica del fracaso de España como estado. Pero sobre todo a la poca capacidad política, y la nula responsabilidad nacional, que tienen los dirigentes españoles.
Porque los partidos españoles no hay manera que forman un gobierno estable ni teniendo en cuenta la gravedad que representa que se tenga que gestionar un estado en que la deuda pública ha superado este año, por primera vez en cien años, el cien por cien del PIB. En un estado en el que tan sólo queda ya un margen de tres meses para pagar las pensiones, en caso de necesidad. En un estado que en 2011 tenía un fondo de reserva de 67.000 millones de euros, que en cinco años ha quedado reducido a 25.000 y que los técnicos prevén que se agotará a finales de 2017. En un estado que se encamina hacia el cinco por ciento del déficit cuando la Unión Europea le reclama el 3,7. Es decir, en un estado al borde del colapso económico.
En un estado, además, con una gravísima crisis política y constitucional iniciada con el golpe del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Autonomía de Cataluña y solidificada en varios frentes durante los años posteriores, muy especialmente con la propuesta independentista catalana y la protesta ciudadana que se plasmó el 15-M y que luego ha derivado en cosas muy diversas.
En un país normal, medianamente normal, con este panorama, los políticos se tomarían con mucho rigor y preocupación la situación y harían como fuera para sacar adelante las cosas. En España, sin embargo, se dedican a la charlotada política.
Y así vemos como Ciudadanos pasa en pocas semanas de investir al PSOE a investir el PP mientras gesticula de forma inconexa intentando esconder sus continuas curvas. La lista de renuncias en este caso es infinita. Para poder hacer el acuerdo con Rajoy el contrato único se ha convertido en una reducción del número de contratos actual y punto. Los 7.000 millones para un plan de choque social parece que no serán sino 2.800, y que tienen que llegar de la recuperación de un dinero de la amnistía fiscal que nadie sabe cómo aparecerán. La eliminación de las diputaciones ha desaparecido del mapa. Y la regeneración contra la corrupción hace reír. Incluso han reducido la definición misma de lo que es corrupción y ahora va y resulta que la prevaricación, la malversación y el fraude no lo son. Reímos?
Todo ello, además, por no poder invertir un personaje, Rajoy, que lo fía todo a que el PNV lo necesite tras las elecciones vascas y que ha maniobrado para conseguir que las terceras elecciones sean precisamente en Navidad, un disparate infantil de la altura de un campanario, digno del récord Guiness de la payasada política.
Pero bueno, a pesar de todo ello, estos días ya verán ustedes como ellos 'intentarán hacer ver todavía que hablan de un país normal, con una situación asimilable a la de cualquier democracia europea, donde funciona la mecánica normal de la política europea.