Las cloacas del Estado: suma y sigue
Si hay un ministerio que representa el poder en España, es el de Interior, que se había denominado históricamente como ministerio de la Gobernación. Desde finales del siglo XIX, era la cartera que tenía bajo su los gobernadores civiles, el aparato de la administración y la guardia civil, elementos troncales de un Estado siempre por construir.
Una de las tareas principales de Gobernación era ya entonces la organización de las elecciones, que salvo breves etapas, era una operación de manipulación ya la vez de pacto entre clanes caciquiles de cada distrito. La galería de los titulares del ministerio es, también con algunas excepciones, un muestrario poco recomendable.
Si hay un clásico aún hoy muy útil para captar la España oficial, este es Ramón María del Valle-Inclán. En su obra La corte de los milagros, hace un retrato cruel y exacto del Madrid de 1868, el año final del reinado de Isabel II, ascendente del actual Felipe VI. Destaca la figura de Luis González Bravo, ministro de la Gobernación. Las conversaciones entre este personaje y los otros "figurón" de la corte podrían ser muy actuales. En un diálogo con el marqués de Torre-Mellado, conspiran contra todos, hablan de utilizar todos los recursos posibles ( "hay que amordazar a la prensa" pero teniendo en cuenta que "los fondos secretos no puedo dilapidarse").
La Revolución de septiembre de 1868 supuso la caída de Isabel II y un período de democratización. Pero los Borbones no tardaron en volver, con Alfonso XII, tatarabuelo del monarca actual. Entre sus ministros de la Gobernación más emblemáticos, hay Francisco Romero Robledo, un político malagueño que representó el peor caciquismo español. Nacido en Antequera, hizo carrera de abogado y fue ministro al servicio de varios regímenes y partidos. Como responsable de Gobernación, fue decisivo en el entramado de intereses que caracterizó el régimen de la Restauración borbónica (1875 a 1923). Romero Robledo encargaba de hacer lo que se denominaba como "encasillado", la distribución de candidatos por distritos electorales. No tenía manías. Todo en él era un fraude, empezando por su partida de bautismo, que dicen que manipuló para poder ser candidato por primera vez siendo un joven abogado. Pero, gran administrador de favores, tenía un amplio conocimiento del ser humano: "El sentimiento más fuerte en las personas es de la gratitud" es una frase que le gustaba repetir.
En el franquismo, Gobernación fue simplemente el ministerio de la represión, la cara más bestial de la dictadura. Quizás el ministro más característico fue Camilo Alonso Vega, a quien por su talante llamaba "Camula" y de quien decían que era el único ministro que tuteaba a Franco.
Hubo casos del todo sorprendentes. Uno fue el de Carlos Arias Navarro, fiscal de formación, que fue director general de Seguridad los años cincuenta, antes de ser alcalde de Madrid. Era el ministro de la Gobernación el día que ETA asesinó Carrero Blanco, en diciembre de 1973. Un fracaso humillante para el régimen franquista y una muestra de ineficacia del aparato policial. Sin embargo, a un Franco muy envejecido y sin reflejos, dudoso sobre el sucesor del almirante, no se le ocurrió una idea mejor que designar Arias como nuevo presidente.
El primer ministro de la Gobernación del posfranquismo fue Manuel Fraga. La represión de los inicios de 1976, con la masacre de Vitoria en marzo, truncó parte de su carrera política. Como otros titulares de la cartera, Gobernación lo quemó.
Rodolfo Martín Villa fue el ministro de la Gobernación más destacado de los años de Adolfo Suárez, en los inicios de la transición. Formado en la estructura sindical del régimen, le tocó pilotar la policía en el traspaso del régimen franquista, que tan bien conocía (fue gobernador civil de Barcelona) a las libertades. De aquellos años, a finales de los setenta, hay capítulos oscuros, nunca del todo aclarados: el atentado contra el dirigente independentista canario Cubillo, que salvó la vida de milagro; el caso Scala, el incendio de una conocida sala de fiestas en Barcelona, que acabó con cuatro muertos y sirvió para una campaña de propaganda contra la CNT; algunas acciones terroristas del grupo armado Grapo, siempre rodeadas por la sospecha; los vínculos con los ambientes turbios de las comisarías ... El único elemento renovador de aquellos años fue la nueva denominación del ministerio: se desterró el nombre de Gobernación, demasiado ligado al pasado, para bautizarlo como Interior.
La larga etapa de Felipe González llevó figuras singulares en Interior. Si en otras áreas (como Sanidad, con Ernest Lluch), el PSOE puso en marcha algunas reformas, en el aparato policial no fue así. Una razón de Estado mal entendida se impuso por colocar José Barrionuevo en Interior. Había hecho sus primeras armas como responsable de policía municipal en el Ayuntamiento de Madrid. Una vez en el ministerio, la política de cohabitación con las estructuras franquistas de la policía provocó algunos escándalos. El comisario Martínez Torres, antiguo interrogador de antifranquistas, fue jefe de información del ministerio. Años de guerra sucia contra ETA, acciones del GAL y cal viva, como recordó Pablo Iglesias recientemente desde la tribuna del Congreso en el debate de investidura frustrado de Pedro Sánchez.
El sucesor de Barrionuevo, José Luis Corcuera, pasó a la historia por la llamada ley Corcuera. Una norma que se conoció como ley de la patada en la puerta, porque permitía a la policía de entrar en las casas sin orden judicial. El TC anuló parte de la ley. Después de Barrionuevo y Corcuera, el PSOE optó por figuras más discretas y menos polémicas: Antoni Asunción, Juan Alberto Belloch. Fueron años en los que se hicieron esfuerzos para intentar lavar la cara al ministerio, en medio de episodios del todo valleinclanescos, como la fuga del ex director general de la Benemérita, Luis Roldán.
Antes de Jorge Fernández Díaz, el ministro del Interior más controvertido fue Jaime Mayor Oreja, hijo de una estirpe tradicionalista que se convirtió en el ideólogo de la intransigencia contra el nacionalismo vasco. En 2001, fue candidato a lehendakari, siendo derrotado de forma estrepitosa. Nunca se recuperó de aquello, quedando recluido en una posición extrema y obsesionada sólo con ETA. Cuando abandonó el gobierno, fue sustituido en el ministerio por Mariano Rajoy.
Cuando Rajoy dejó el ministerio para ser candidato a las elecciones del 2004, Interior pasó a Ángel Acebes. Fue éste a quien le tocó afrontar los atentados del 11-M. Una mortandad que, un poco como ocurrió con Arias Navarro, no supuso el fin de su carrera política, ni siquiera una retirada momentánea. Acebes fue hecho secretario general del PP. La corte de los milagros.