Editorial
Vicent Partal
VilaWeb
Sociedad Civil Catalana volvió a fracasar ayer. No logró llenar ni la pequeña plaza de Santiago con una concentración de gente que iba de la extrema derecha a la derecha extrema, con algunas contadas y pintorescas excepciones. Como siempre, las banderas de la dictadura se dejaron ver sin ningún miramiento y nadie se dignó a retirarlas.
Es evidente que el unionismo en el Principado no lo representa Sociedad Civil Catalana o, por decirlo al revés, es evidente que el unionismo no siente que Sociedad Civil Catalana sea representante suyo. Los continuados fracasos de las convocatorias que hace lo dejan patente. Son muy lejos de movilizar aquellos sectores de catalanes que no votaron independencia el 27-S. En las urnas se expresan, pero en la calle no. Y eso, que debería hacer reflexionar seriamente quienes controlan Sociedad Civil Catalana, también nos debe hacer reflexionar a los independentistas.
Personalmente, creo que debemos respeto y reconocimiento a la gran mayoría de los unionistas catalanes por la exquisita corrección y el respeto que muestran hacia la mayoría independentista.
Para mucha gente esto no es fácil. Imagínese que sentiríais si vierais por la televisión una cadena humana entre Vinaròs y Voló con millones de personas blandiendo con entusiasmo banderas ... españolas. Los catalanes que quieren permanecer en España ya han vivido tres años largos de movilizaciones y victorias del independentismo que, por fuerza, no les deben resultar nada agradables.
Y, sin embargo, reaccionan con mucha calma y con un gran respeto. No ha habido hasta ahora incidentes destacables, excepto los que causan de vez en cuando los grupos más militantes o, directamente, personas uniformadas. Cuando han tenido que votar, se han decantado por los partidos que consideraban que los defendían mejor, pero no han expresado agresividad ni siquiera tensión contra los partidarios de la independencia.
Es cierto que también los independentistas hemos sido exquisitos con ellos y en ningún momento los hemos querido poner contra las cuerdas. Todos sabemos que la república no es para los independentistas, sino para el país entero y la discrepancia de ideas no sólo la hemos respetada, sino que incluso lo hemos alentada, como se comprobó notablemente durante la tanda de referendos populares .
Esto es cierto. Pero también es cierto que la mayor parte de los unionistas catalanes se comportan con un talante democrático de aceptación de la diferencia que hay que reconocer y poner en su lugar. Con la avalancha de barbaridades que vomitan las televisiones de Madrid y con el tono encrespado y belicoso que usan los políticos de esta orientación, sería previsible que una parte importante de sus seguidores hubiera convertido en una fuerza movilizada ferozmente contra la independencia. Y eso no ha ocurrido. No quieren abandonar España, pero no están dispuestos a imponer su criterio y respetan la movilización de los que queremos algo que a ellos, necesariamente, los debe hacer daño al corazón.
De las muchas noticias positivas del proceso hacia la independencia, hoy por hoy, esta es una de las que me emocionan más. Porque si esto continúa así, efectivamente conseguiremos hacer un país mejor para todos. No solo para los del sí.
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