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¿POR QUÉ NEGAR EL CRÉDITO AL EMPRESARIO?


Decía un autor algo así como que muchas personas prefieren morirse antes que pensar y que, en realidad, eso es exactamente lo que hacen. Creo que lo dijo Shaw, pero no estoy seguro. Si algún lector me ayuda, igual recupero la cita.

Evidentemente si estas leyendo este blog es porque te gusta pensar. No lo digo porque sea de calidad su contenido, sino, simplemente, porque alguien que se toma la moléstia de ir visitando todo lo que se menea en Internet (y de momento llegar a este blog no es fácil) es poseedor de una mente inquieta. Puede que fracase, pero al menos lo intenta. Ese es un buen espíritu, de partida.

Lo que no me atrae es el pasivo método que en este momento está  aplicando la banca para acabar con nuestro tejido empresarial

Puedo entender que existan empresas que están expuestas en demasía a factores de riesgo extremos y que, debido a una negligente apuesta de sus Administradores por el máximo beneficio a corto o a acaparar bienes sin liquidez, se han abandonado históricamente todas las políticas tendentes a aportar algo de seso y prudencia a la gestión. Esas empresas deben cerrar. Con ello arrastrarán al paro a sus empleados y pondrán en un brete a quienes corrieron el riesgo de ser sus proveedores. Habrá que analizar esa gestión de los Administradores por si hubiere indicios de negligencia e, incluso, dolo en dicha gestión. Su caída era cosa anunciada.

Lo que no me entra en la cabeza, como sé que ocurre, es que haya empresas con contratos firmados con la Administración o con empresas muy solventes, con avales de Sociedades de Capital Riesgo, a quienes se les deniega el crédito necesario para financiar temporalmente la compra de materiales y el pago de salarios hasta que se reciban los pagos derivados de los contratos. Las entidades de crédito están acaparando el efectivo para garantizar su liquidez pero están acabando mediante esa política con el empresario medio.

En este momento en que las entidades financieras no están para echar cohetes ni en cuanto a imagen pública se refiere ni en materia de negocio saludable a medio plazo, resulta suicida para su apreciación social que sus gestores hagan huelga de capital. Con el dinero secuestrado en las cámaras acorazadas asisten impasibles al hundimiento de su cliente. 

A ello debemos sumarle la dilatada experiencia en chantajes, extorsiones y endosos que ha tenido que soportar el cliente a lo largo de años porque ello condicionaba y permitía obtener crédito. Así, el empresario medio ha soportado la imposición de seguros no deseados, la formalización por el artículo 33 de fondos de pensiones con comisiones máximas y rentabilidades negativas a fuerza de invertir en la corporación industrial del banco o... en Lehman Brothers ¿por qué no? El cliente ha sido muy colaborador a la hora de engrosar el márgen de explotación del banco, a la hora de permitir que su Consejo disfrutara de las mejores tardes de golf o de garantizar una ridícula obra social para el lavado de imagen. Por ello esperaba algo mejor en este momento y al no recibirlo, su tensión arterial está que se sale. Su círculo de confianza se acaba de estrechar por autoexclusión del banquero.

Pero ahora, el cliente desempolva su memoria de elefante. Ahora empieza a abrir sus ojos ante lo que viene arrastrando del pasado y descubre que entonces el proveedor no era malo, sino un torete cutre, un pincho. Pero la crueldad ha llegado. Y al abrir los ojos encuentra la miseria que él ha tolerado elevada a la enésima potencia. No hay crédito, no hay empresa. Escucha "¿Y a mí qué?". Yo tengo muy claro en mi profesión que si no soy parte de la solución, soy parte del problema. Pero estos no se han enterado. Ni ganas. No les interesas y punto.

La vida da vueltas, el ciclo económico es cíclico, como su nombre indica. Y volverá la bonanza.

Me pregunto qué pasará entonces. No sé si todo volverá a su cauce o si el cataclismo habrá cambiado la orografía financiera y las aguas correrán por otros derroteros. Lo que sí entiendo es que muchos bancos habrán perdido el respeto de sus clientes, para siempre. Y eso se traduce implacablemente en dinero. Y el ganado que pasta en ese campo come dinero...

Recordemos que los bancos se asemejan a templos porque el dinero ha sido tratado como si fuera un dios. Recordemos cuantos dioses han sido bajados de su pedestal (generalmente a las malas) desde que el hombre dejó de ser un primate. Ahora mismo, en la imaginería colectiva hasta los trileros tienen más solvencia moral que los antiguos proveedores financieros. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? La respuesta es tan evidente que hasta ofende a la inteligencia. Hemos callado demasiado tiempo.

La memoria colectiva no perdona ciertas cosas. ¿Pasará factura el empresario de hoy? Debería.

Para y por ello está condenado a pensar antes de morir.

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  • empresario
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