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Cuentan las crónicas que aquel 7 de abril de 1974, un Barça de la mano de dos holandeses -Johan Cruyff y Marinus Michels-, conquistó en Gijón su novena liga con un fútbol brillante. Y confiesa la pequeña historia del club que cuando el delantero centro blaugrana, Hugo Cholo Sotil, telefoneó a su madre en Perú, emocionado, solo acertó a decir: ¡mamita, campeonamos!. En una de las últimas reuniones de la Reserva Federal más previsibles, Jerome Powell tuvo ayer la capacidad de sorprendernos entonando su particular versión del eterno Sotil. Tal era el optimismo que el representante de la FED exhalaba por todos sus poros que, por un momento, temí que se marcara un Rubiales
 
El consenso del mercado previo a la rueda de prensa era claro. Nadie iba a cometer ninguna locura con unos tipos de interés que permanecen anclados en el nivel actual del 5,25-5,50% desde junio. Si bien cada palabra del mandatario norteamericano es interesante, por lo que dice o por lo que calla, lo único verdaderamente importante era conocer el tamaño del recorte que el precio del dinero experimentará durante el próximo año. En términos generales, lo anunciado satisfizo al mercado que reaccionó con importantes alzas en sus índices. Powell no solo declaró que no era probable que subieran más el precio del dinero, sino que anunció que -se sospecha que vía tres recortes y algunos locos apuestan por marzo, mayo y junio-, los tipos de interés estarán en el 4,60% el próximo año. El dato es importante en sí mismo y además supone una disminución en medio punto de las previsiones que publicó la FED en el dot plot de septiembre pasado. De su comparecencia de ayer sabemos también que se confirma la política de tipos de interés más altos durante más tiempo al ratificar un horizonte para el 2026 del 2,9% y, a largo plazo, del 2,5%. 
 
El escenario dibujado por Jerome me parece demasiado optimista y más cuando supone un bandazo a la línea principal del argumentario que nos ha exhibido durante los últimos meses. Porque hemos pasado de prever la catástrofe, a garantizar un soft landing y, en horas, situarnos casi a las puertas de un nuevo periodo expansivo con sólidas estructuras del mercado. Es innegable que la lucha contra la inflación va viento en popa pues esta se sitúa ya en el 2,80% y 3,20%. A la vez se plantea una notoria caída en el crecimiento del PIB en casi 1,20% que apenas afectaría al mercado laboral haciendo que este retrocediera en 0,3%. Los riesgos sistémicos siguen estando ahí. Las señales de indicadores adelantados continúan su evolución y por eso mismo, precisamente ahora, cuando en general se respira un ambiente de “ya hemos dejado atrás lo peor”, apretaré los dientes en intentaré caer en un optimismo que me pueda arrastrar a cometer el tipo de errores de los que uno más se arrepiente. Porque las peores catástrofes -recesiones-, se desencadenan cuando, tras una subida acelerada, el proceso se reinvierte. De eso, aun no puedo olvidarme.

Bonita la patata caliente que tiene en sus manos Lagarde y Bailey.
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