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Participaciones del usuario Karlicones

Karlicones 28/08/18 14:41
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Así lo decía Clotilde...      CLOTILDE, EN LA MUJER POBRE DE LEÓN BLOY « La única tristeza» —insinúa Clotilde—  « es la de no ser santo», añadiendo, «aquí abajo».  ¿Pues no basta, me digo, un corazón humilde  ni el espíritu hecho a piadoso trabajo? ¿Tampoco es suficiente tolerar la injusticia,  eludir el halago con natural modestia,  desconocer a un tiempo altivez y codicia  o cumplir los deberes sin acusar molestia? No; que el ser sobrehumano, aquel que a sí renuncia,  el mismo que se niega y carga con su cruz,  el que calla dolores y alegrías anuncia  para alentar al prójimo con el amor debido,  es el que alcanza —único— áureo nimbo de luz,  el santo que Clotilde lamenta no haber sido. Marilina Rébora   Me parece fantástico.   Me lo llevo... a mi archivo particular.           ¡¡Sed muy felices!!            
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Karlicones 28/08/18 14:40
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Loable mensaje el de la anterior...   Magníficamente bien descrito.   Se ve con otros ojos, pasado el medio siglo.     ¡¡Sed muy felices!!            
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Karlicones 28/08/18 14:39
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-       A QUÉ APENARSE ¿ A qué apenarse tanto por las pequeñas cosas?  Guardemos el pesar para lo irreversible.  Si se olvidan los besos y marchitan las rosas,  soportemos la vida, con ánimo apacible. Vistámonos con alas de etéreas mariposas,  soñemos en lo alto la cumbre inaccesible,  que dejando detrás ideas enojosas  la vida cotidiana será más accesible. Aceptemos un mundo que sea conciliable;  un solo hecho cuenta carácter trascendente:  el hecho de no ser, un día, de repente,  y de decir adiós a todo lo mutable,  viviendo en armonía, tratando que no estorbe  nada de lo minúsculo, ante el girar del orbe. Marilina Rébora       ¡¡sed muy felices!! Nunca mejor dicho...      
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Karlicones 28/08/18 14:37
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-   ARCO IRIS               I       TRAJE ROJO Tu blancura de mármol de Carrara, fulge bajo tu roja vestidura, y me han hecho pensar traje y blancura, en un clavel que a un lirio aprisionara. Ante el ampo radioso de tu cara, suele evocar mi mente la figura de una límpida perla que fulgura sobre un granate de belleza rara. Tu cuerpo al ondular finge sangrienta llamarada tenaz que, ávida, intenta calcinar el plumón de tu cabello. O hace pensar, si se levanta erguido, en un gran cisne escultural, herido por una mano bárbara en el cuello. Miguel Rasch Isla     Son de lectura muy fácil y rápida, por eso pongo alguno más.     ¡¡Sed muy felices!!      
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Karlicones 28/08/18 14:35
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- DUALIDAD FATAL Cuando se daba entera a mi albedrío, muchas veces salí de entre sus brazos con mi pobre ilusión hecha pedazos y con el corazón turbio de estío. Y hoy que, por propio o por fatal desvío, de otro amor se adormece en los regazos, como quisiera renovar los lazos de aquel amor que me atedió por mío. Oh dualidad entre infernal y loca: padecí taciturno desaliento siempre que un beso desfloré en su boca. Y cuando ajena a mi ansiedad la siento, dar la vida y el alma me provoca por besarla otra vez sólo un momento. Miguel Rasch Isla       ¡¡Sed muy felices!!      
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Karlicones 28/08/18 14:34
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-  ECLIPSE En medio a mis congojas, en mitad de mi hastío,  tu recuerdo lejano, tu recuerdo clemente,  vino, desde las sombras, a posarse en mi frente  y a decirme que aún vive nuestro amor, amor mío.  ¡Perdóname! La culpa del injusto desvío  fue del hombre que sueña, no del hombre que siente.  Mira: puede en su rumbo desviarse la corriente  pero la imagen sigue reflejada en el río.  Tu recuerdo en mi alma se nubló como aquella  lumbre de los luceros que en la noche callada  se eclipsa si las nubes se detienen ante ella.  Mi olvido fue una nube que ya va de partida,  y tu amor es la estrella que un momento eclipsada  sigue irradiando inmóvil en lo azul de mi vida. Miguel Rasch Isla     ¡¡Sed muy felices!!      
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Karlicones 28/08/18 14:33
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- ABRIL FLORIDO Vástago de mi estirpe acongojada, que vienes hoy a continuar mi vida, y a poner en mi ruta aridecida tus frescuras nacientes de alborada. Eres mi sangre en flores transformada; mi impureza en blancura convertida; y eres mi alma infeliz y resentida, en las más puras fuentes depurada. Ya que el Señor, queriendo consolarme de mi estéril vivir, dispuso darme en tu cándido ser brote risueño, crece, combate, sueña, ama, fulgura, a ver si al fin, sobre la tierra impura, logro en ti coronar mi último sueño. Miguel Rasch Isla     ¿Fue en Abril?     ¡¡Sed muy felices!!        
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Karlicones 28/08/18 13:50
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-   EL EXTRANJERO     Había resuelto esconderse para el sufrimiento. Se holgaba en una vivienda sepulcral, asilo del musgo decadente y del hongo senil. Una lámpara inútil significaba la desidia.     Había renunciado los escrúpulos de la civilización y la consideraba un trasunto de la molicie. Descansaba audazmente al raso, en medio de una hierbal prehensil.     Insinuaba la imagen de un ser primario, intento o desvarío de la vida en una época diluvial. El cabello y la barba de limo parecían alterados con el sedimento de un refugio lacustre.     Se vestía de flores y de hojas para festejar las vicisitudes del cielo, efemérides culminantes en el calendario del rústico.     Se recreaba con el pensamiento de volver al seno de la tierra y perderse en su oscuridad. Se prevenía para la desnudez en la fosa indistinta arrojándose a los azares de la naturaleza, recibiendo en su persona la lluvia fugaz el verano. Dejó de ser en un día de noviembre, el mes de las siluetas. José Antonio Ramos Sucre       Y se tirará horas, días, para dar en los morros y no lo conseguirá, porque se da sólo en la diana, cuando ella quiere.       ¡¡Sed muy felices!!     Y no quiere.      
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Karlicones 28/08/18 13:49
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-    A UN DESPOJO DEL VICIO     Pábulo hasta entonces de la brutalidad, ignorante de la misericordia y del afecto, caíste en mis brazos amorosos tú, que habías caído y eras casta, reducida por la adversidad a lastimosa condición de ave cansada, de cordero querelloso y herido. Interrumpida por quejas fue la historia de tu vida, toda dolor o afrenta. Expósita sacrificada de algún apellido insigne, fuiste recogida por quien explotó más tarde tu belleza. Ahora pensabas que tu muerte sería pública, como tu aparición en el mundo; que algún día vendría ella a liberarte de tus enemigos, la miseria, el dolor y el vicio; que la crónica de los periódicos, registrando el suceso, no diría tu nombre de emperatriz o de heroína, sustituyéndolo por el apodo infamante.     Agobiaba tu frente con estigma oprobioso la injusticia; doblegaba tus hombros el peso de una cruz. Cerca de mí, dolorosa y extenuada, hablabas con los ojos bajos que, muy rara vez levantados, dejaban descubrir, vergonzosos, ilusión de paraísos perdidos de amor.     Tanto como por esos pensamientos, se elevaba tu queja por la belleza marchita casi al comienzo de la juventud, por la mustia energía de los músculos en los brazos anémicos, por los hombros y espaldas descarnados, propicios a la tisis, por la fealdad que acompañaba tu flaqueza... Era la tuya una queja intensa, como si estuviera aumentada por la de antepasados virtuosos que lamentaran tu ignominia. Era la primera vez que no la sofocabas en silencio, como hasta entonces, a los cielos demasiado lejanos, a los hombres demasiado indiferentes. Y prometías recordar y bendecirme a mí, a aquel hombre, decías, el único que te había compadecido, sin cuya caridad te habrías encontrado más aislada, que tenía los brazos abiertos a todas las desventuras, pues fijo como a una cruz estaba por los dolores propios y ajenos. Por no afligirte más, te dejé ignorar que yo, soñador de una imposible justicia, iba también quejumbroso y aislado por la vida, y que, más infeliz que tú, sin aquel afecto que moriría pronto contigo, estaría solo. José Antonio Ramos Sucre       Demasiado despojo humano. A Dios gracias hay artistas que lo saben plasmar negro sobre blanco con la maestría que les caracteriza.     ¡¡Sed muy felices!!          
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Karlicones 28/08/18 13:48
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Lo que pude escribir el otro día al respecto de uno similar...      EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS Desde la ventana de un casucho viejo  abierta en verano, cerrada en invierno  por vidrios verdosos y plomos espesos,  una salmantina de rubio cabello  y ojos que parecen pedazos de cielo,  mientas la costura mezcla con el rezo,  ve todas las tardes pasar en silencio  los seminaristas que van de paseo. Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,  marchan en dos filas pausados y austeros,  sin más nota alegre sobre el traje negro  que la beca roja que ciñe su cuello,  y que por la espalda casi roza el suelo. Un seminarista, entre todos ellos,  marcha siempre erguido, con aire resuelto.  La negra sotana dibuja su cuerpo  gallardo y airoso, flexible y esbelto.  Él, solo a hurtadillas y con el recelo  de que sus miradas observen los clérigos,  desde que en la calle vislumbra a lo lejos  a la salmantina de rubio cabello  la mira muy fijo, con mirar intenso.  Y siempre que pasa le deja el recuerdo  de aquella mirada de sus ojos negros.  Monótono y tardo va pasando el tiempo  y muere el estío y el otoño luego,  y vienen las tardes plomizas de invierno. Desde la ventana del casucho viejo  siempre sola y triste; rezando y cosiendo  una salmantina de rubio cabello  ve todas las tardes pasar en silencio  los seminaristas que van de paseo. Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,  su seminarista de los ojos negros;  cada vez que pasa gallardo y esbelto,  observa la niña que pide aquel cuerpo  marciales arreos. Cuando en ella fija sus ojos abiertos  con vivas y audaces miradas de fuego,  parece decirla:  —¡Te quiero!, ¡te quiero!,  ¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!  ¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!  A la niña entonces se le oprime el pecho,  la labor suspende y olvida los rezos,  y ya vive sólo en su pensamiento  el seminarista de los ojos negros. En una lluviosa mañana de inverno  la niña que alegre saltaba del lecho,  oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;  por la angosta calle pasaba un entierro. Un seminarista sin duda era el muerto;  pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,  con la beca roja por cima cubierto,  y sobre la beca, el bonete negro.  Con sus voces roncas cantaban los clérigos  los seminaristas iban en silencio  siempre en dos filas hacia el cementerio  como por las tardes al ir de paseo. La niña angustiada miraba el cortejo  los conoce a todos a fuerza de verlos...  tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...  el seminarista de los ojos negros. Corriendo los años, pasó mucho tiempo...  y allá en la ventana del casucho viejo,  una pobre anciana de blancos cabellos,  con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,  mientras la costura mezcla con el rezo,  ve todas las tardes pasar en silencio  los seminaristas que van de paseo. La labor suspende, los mira, y al verlos  sus ojos azules ya tristes y muertos  vierten silenciosas lágrimas de hielo. Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo  del seminarista de los ojos negros... Miguel Ramos Carrión       ¡¡Sed muy felices!!          
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