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                                      FERNANDO ESTEVE MORA

Con arreglo a la Teoría del Valor Trabajo en su versión más completa, es decir, la elaborada por Karl Marx, los beneficios netos que obtienen los propietarios del capital (o sea, los capitalistas), tienen por fuente u origen general el tiempo de trabajo no pagado (plustrabajo) que sus trabajadores realizan por encima de la cantidad de trabajo por la que sí que les han pagado o compensado los capitalistas en forma de salarios. Dicho de otra manera, la fuente de los beneficios del capital está en último término en las horas de trabajo extra o no cubiertas o no compensadas por los salarios.

Beneficios, plusvalía y plustrabajo son esencialmente la misma cosa. Marx suponía, y es un claro error por su parte, que ese plustrabajo o tiempo de trabajo extra que los trabajadores "dan" a sus empleadores/capitalistas era fruto de la  explotación de aquellos por estos. Siendo más débiles en las negociaciones laborales (como ya Adam Smith había subrayado) a los trabajadores no les quedaba otra que "aceptar" ese intercambio  (de tiempo de trabajo por dinero) desigual a regañadientes, pues la alternativa, el desempleo era en aquella epoca, peor, mucho peor que el "consentir" o aceptar el ser explotados. 

Sencillamente pasaba que un ilustrado como Marx no podía concebír que los trabajadores pudieran voluntariamente trabajar gratis para sus patronos. Tenía una visión demasiado optimista, diría que rousseauniana, del género humano (incluso, para él, los capitalistas eran en el fondo moralmente "buenos". Era el capitalismo lo quien los hacía "malos"). Una obvia ingenuidad por su parte que muestra a las claras cierto desconocimiento de la variedades de la "naturaleza" humana. En la realidad es bien visible la "autoexplotación voluntaria", el trabajar gratis libre y voluntariamente para los capitalistas, que no es sino el  trasunto en Economía de  la "servidumbre voluntaria" de la que había escrito tan brillantemente Etienne de La Boetie. Hoy es algo habitual que los "curritos" voluntariamente regalen horas a sus empresas. Sencillamente, a lo que parece,  se identifican con sus "amos" y con los objetivos de estos.  Hay por ello plustrabajo, plusvalía y por ende, beneficios, pero -y esto es lo importante y novedoso-  sin que haya explotación porque hoy la autoexplotación está ampliamente aceptada.

Lo que  Marx tampoco nunca pudo haber imaginado es que los trabajadores se "autoexplotaran" también en su "tiempo libre", es decir, fuera de su jornada laboral, fuera de su centro de trabajo, cuando no estaban bajo el control/dominio de los capitalistas y sus "managers". Dicho de otra manera, Marx nunca imaginó que los trabajadores les prestaran gratuita y voluntariamente también horas de su tiempo (en este caso de su tiempo de no-trabajo) libre a los poderosos. Sencillamente, lo que hoy llamamos la Economía de la Atención todavía era inimaginable allá por el tiempo de Marx, a mitad del siglo XIX.   

Porque...¿qué es lo que sucede en la llamada "economía de la atención"? ¿cuál es la lógica económica última detrás de ese mundo de los "medios"  que lo explica y predice? Pues sencillamente la siguiente: en la Economía de la Atención  algunos "agentes" consiguen monetizar  el tiempo de atención, que le prestan otros, los demás. En la medida que esos "agentes" consiguen  monetizar ese tiempo de atención que los demás les dan sin "dar" nada a cambio serían,  de alguna manera, como lo son  los "capitalistas" en los procesos de producción. Obtienen ingresos o rentas del tiempo de vida ajeno, y de nuevo, en la medida que "no pagan" por ese tiempo una suerte de "salarios por la atención" que reciben, son como los capitalistas no explotadores de los que hablaba antes, pues en el mundo de la Economía de la Atención, ésta es voluntaria o libre ya que a nadie se le obliga a prestar atención a nadie

Resulta fácil entender las razones por las que  ha aparecido esa "economía de la atención". Son aquellas que anidan tras las nuevas posibilidades de monetizar la atención que las nuevas tecnologías y el desarrollo de la "industria" de la publicidad han posibilitado a quienes la reciben. Y es que cuando un individuo logra llamar suficientemente la atención y convertirse en "famoso" puede hoy fácilmente sacar partido económico de ello. Dicho de otra manera, la atención que alguien recibe o logra atraer tiene ahora un valor de mercado.

Por un lado está el sector de la publicidad que, en una sociedad cada vez más urbanizada y anónima, necesita de "figuras" reconocibles por amplios sectores de la población como meros soportes de publicidad. Pero, por otro, está la misma "naturaleza" social humana que nos incita al cotilleo: No me extenderé más en el asunto. Tan sólo señalaré que al igual que el "hambre" empuja a los trabajadores a aceptar trabajar en exceso y gratuitamente para quienes tienen los medios y pueden pagarles un salario, la necesidad de sociabilidad/cotilleo empuja a las gentes a prestar gratuitamente su atención a otros. Influencers, revistas de cotilleo y demás "satisfacen" esa necesidad humana y son los medios para monetizar el tiempo de atención de quienes la prestan a quien la reciben.

Por supuesto hay una enorme variedad de estos "capitalistas" de la atención. Están, por lo que he oído, los más auténticos, la variedad más pura, tipos como un tal Froilán o una tal Victoria Federica que ganan dinero sencillamente por no hacer nada sino estar en fiestas y demás "saraos" donde otros  (básicamente "periodistas") puedan verles. Están, por otro lado, aquellos que, aún viviendo de la atención ajena, son menos puros como capitalistas de la atención ajena que los anteriores pues para "recibir" tiempo de atención para que se les preste esa deseada atención se ven obligados a "montar números", "gritarse", "insultarse" o "exponer públicamente" facetas de su miserable vida. Finalmente, hay otros, que han de "currárselo" y dedicar mucho tiempo a hacer cosas para "llamar la atención". Son estos últimos los artistas, novelistas, tertulianos y demás opinadores que pululan por ahí. Para ellos, el beneficio obtenido por el tiempo de atención que logran conseguir apenas compensa el tiempo de trabajo que han de dedicar a la tarea. Hablar de ellos como "capitalistas de la atención" es, sin duda, un exceso. Ni qué decir tiene que los lectores serán capaces de encontrar más gradaciones en este "continuo" de capitalistas de la atención.

Y para acabar. Toda autoexplotación es voluntaria y por ende aceptada. Así que si uno quiere vivir su tiempo para él y para quienes él desea, lo tiene fácil. Basta con no dedicar un sólo segundo de su corta vida a "Froilanes y Federicas" ni a otras gentuzas de  su calaña. Que cotillear no sólo está muy feo, sino que es una pérdida de nuestro precioso tiempo.

Pero...¡uno es economista! Y las declaraciones o recomendaciones o exigencias taxativas, absolutas o incontestables no son para un economista de recibo. Para los economistas, "todo" es relativo porque "todo" tiene un precio que puede (o no) merecer la pena pagar. Así que, bueno, prestar la atención a algo o a alguien, prestar nuestro valioso tiempo de atención, puede merecer la pena si nos lo pagan adecuadamente. Pero nunca, nunca, hay que prestar la atención a nadie ni a nada indignamente, servilmente, injustificadamente, gratis, o sea a precio cero. Nada es gratis, reza la ley del economista. Y da igual que el "objeto" de nuestra atención, o sea, el "sujeto" que nos la pide o exige sea nuestra pareja, un amigo, un político, un gurú o un sacerdote.
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