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LA "FALACIA DE LA VENTANA ROTA". Ideas para el Sr. Ministro de Industria en tiempos de crisis.

Fue hace muchos años, en un libro de Henry Hazlitt (La economía en un lección se llamaba, y está en la red y merece mucho la pena leerlo), cuando me tropecé por vez primera con lo que se llama la "falacia de la ventana rota" en Economía, expuesta por primera vez por F.Bastiat en un ensayo de 1839, Ce qu'on voit et ce qu'on ne voit pas ("Lo que se ve y lo que no se ve")  que también está en internet. Con ella Hazlitt empezaba su popular ataque -ya todo un clásico- a las políticas keynesianas de estímulo de la demanda efectiva desde el punto de vista liberal, ataque que consiste en señalar que, en el mejor de los casos, el gasto público no hace sino suplantar (más adelante se dijo "expulsar") a las inversiones del sector privado, y en el peor, disminuye la eficacia de la economía (pues la burocracia o, en general, la provisión por parte del sector público de bienes y servicios es inferior en términos de eficacia a su provisión por parte de empresas privadas) con lo que al final todos estabamos peor.  El gasto público no sólo no era productivo sino que era decididamente destructivo.


Pero, ¿qué es el "efecto ventana rota" y cómo encaja en esta visión antikeynesiana? Lo mejor es contarlo como lo hizo Bastiat mediante una narración que parte de un acto destructivo, y por tanto condenable en un mundo de recursos escasos, como es la rotura del vidrio de una ventana de una panadería por la pedrada lanzada por algún chaval. Por supuesto, el panadero se indigna, pero el resto de los viandantes, tras un primer momento de solidaridad con él, pronto caen en la cuenta de que los gastos asociados a la sustitución del cristal por parte del panadero (o de su seguro, que para el caso es lo mismo) generan, sin embargo, demanda efectiva para los cristaleros, o sea ingresos para ellos (pues si no se rompen los cristales ¿de qué van a vivir los pobres cristaleros?) que a su vez -mediante los consabidos efectos multiplicadores- se traducen en incrementos (aunque ya de magnitud más pequeña) de las ventas, ingresos y producción de otros sectores económicos. De ahí, los viandantes concluyen que la pedrada ha sido, desde el punto de vista social, una bendición disfrazada. Y pueden incluso no quedarse ahí sino pasar, dando un salto adelante en el vacío, agregar lo que han visto, e  imaginar lo que sucedería si en vez de una sola pedrada fuese un aluvión y sostener que ponerse a romper ventanas, farolas, coches, televisores, etc., puede ser una política útil en caso de depresión económica, pues las demandas así generadas para compensar tanta destrucción dan trabajo a los desempleados.
Dos, no una, son  las falacias que se dice confluyen en semejante argumentación. La primera es la que Bastiat ya señaló en su ensayo y es que el gasto del panadero en cristal sustituye o expulsa al gasto que pensaba hacer en su sastre esa misma tarde, ese gasto "que no se ve", por lo que el efecto neto de "lo que se ve" (el gasto en cristaleros) y  "lo que no se ve" (el gasto que pensaba hacer en el sastre) es cero, hay una industria que gana (la de los cristaleros) y una que pierde (la de los sastres) con lo que no se ha generado más demanda efectiva, ni más empleo. El gasto en cristaleros sólo ha sustituido al gasto en sastres. Lo que han hecho los economistas neoliberales ha sido considerar que el Estado es a fin de cuentas como el gamberro de la pedrada, sólo que siendo más mayor ya no actúa como un chico sino como un auténtico mafioso que no tiraría  la piedra sino que amenazaría  con tirarla a menos que el panadero le pagase una cantidad  (equivalente en equilibrio al gasto en el cristal roto). Veamos, la "amenaza de pedrada" no sería sino el poder coactivo del Estado que obliga al sector privado a pagarle al Estado (o sea a "gastarse")  en impuestos, un dinero que, caso contrario, lo podría haber dedicado a otra cosa. Y el entero asunto es incluso peor que en el caso de la pedrada, pues ahí al menos el panadero se gasta (innecesariamente, eso sí)  su dinero en lo que quiere: otro cristal; pero en el caso de los impuestos,  ese dinero extraído coactivamente a los contribuyentes-panaderos,  lo dedica el Estado a lo que él quiere, o sea, no a "cristales" sino a contratar burócratas o realizar los gastos que esa burocracia o los políticos a los que sirve estimen más adecuados a sus particulares intereses.

Hay, no obstante, otra manera en que el Estado se comporta, desde una perspectiva económica, realmente igual que un gamberro infantil. Tal cosa ocurre cuando usando de su discrecional capacidad legislativa y de control establece o fija las condiciones para usar de los bienes económicos. En efecto, si se fija uno bien, resulta evidente que las alteraciones en las regulaciones que establecen el tipo y cualidades de los bienes o las condiciones del uso que los individuos pueden hacer de sus bienes y servicios  son absolutamente equivalentes a la pedrada que destroza la luna del panadero. Cuando dentro de unos meses desaparezcan por imperativo gubernativo las emisiones de televisión analógica ello será equivalente a una lluvia de pedradas sobre los televisores analógicos que hay en los hogares. No estarán rotos pero dejarán de servir como televisores. De la misma forma, el continuado cambio en las normas que afectan a ascensores, calentadores de gas, red eléctrica, vehículos, etc., etc., no son sino "pedradas" que rompen o devalúan los bienes que, previamente, les servían a sus propietarios  a su satisfacción y que, de golpe, aún pudiendo ya no está permitido que lo hagan, en nombre eso sí de una mejora en la "seguridad" cuyo valor económico nunca nadie ha evaluado si es mayor que su coste y que, en cualquier caso, y dado que se impone  coactivamente obliga con total certeza a que muchos individuos se vean obligados a hacer unos gastos en ella que no estimaban  necesarios, igualito, igualito, que nuestro desafortunado panadero, unos gastos que ya no se pueden hacer en otras cosas, en otros bienes y servicios. En resumen que, desde el punto de vista liberal, los gastos públicos no tienen efectividad económica en la medida que sólo sustituyen a los gastos que haría el sector privado, y son en la mayor parte de casos menos eficientes. 

Pero siempre que me he tropezado con esta "falacia de la  ventana rota"  hay algo de carácter meramente lingüístico que me ha llamado la atención, y que tiene su importancia. Se trata de  la no existencia de concordancia verbal en la argumentación. Ausencia de concordancia entre los tiempos verbales que ya está en el ensayo original de Bastiat. Así cuando señala que frente a "lo que se ve", o sea, el gasto en cristaleros por seis francos a consecuencia de la pedrada, está "lo que no se ve", dice textualmente: "No se ve que si él no hubiera tenido que reemplazar el cristal, habría reemplazado, por ejemplo, sus gastados zapatos o habría añadido un nuevo libro a su biblioteca. O sea, hubiera hecho de esos seis francos un uso que no efectuará". Y claro que no se ve ese gasto en zapatos, traje o libro, pero no por otra cosa sino por la sencilla razón de que  no puede verse, de modo que si hay alguien que sí que lo ve, pues malo, malo: es que está sufriendo de alucinaciones. En efecto, obsérvese el uso de los tiempos verbales que hace Bastiat (y Hazlitt y cualquier economista liberal): el panadero se gasta (presente de indicativo) su dinero en reparar su luna rota. Bien, eso es lo que todo el mundo ve, y entonces Bastiat (y Hazlitt y los demás)  dice que la gente sufre una ilusión y no ve algo: el gasto que en el futuro podría (potencial o condicional) hacer el panadero en zapatos, en libros o en lo que fuere. Pero ¿no está más que claro que hay una diferencia radical entre un  gastarse realmente y un podría gastarse en un futuro? Los que sufren la ilusión y la alucinación son Bastiat y compañía que ven lo que no se puede ver por las personas normales (o sea, todas salvo ellos y  los adivinos y videntes) . Obsérvese, adicionalmente, el tipo de bienes  que en la historia de Bastiat aparecen, pues ello también tiene su importancia para la argumentación. El cristal de la panadería es para un panadero un bien necesario a cuya sustitución ha de dedicarse con presteza, con seguridad un bien mucho más necesario por razones de urgencia  que unos zapatos nuevos (pues todavía puede tirarse un tiempo con los viejos) o la compra de un nuevo traje (que también puede esperar) o la adquisición de un libro (que es decididamente un artículo de lujo para los panaderos).  

Fue Keynes quien de modo directo señaló la falacia de esta primera "falacia de la ventana rota". El futuro es impredecible, de modo que el atesoramiento hoy se traduce en una caída de la demanda efectiva  y del empleo hoy,  y nada ni nadie puede garantizar que ese atesoramiento se convertirá en gasto real (ya sea en bienes de consumo o de inversión)  mañana. En caso de que haya subocupación de recursos por estar inmersos en una depresión económica, el recursos a las pedradas no es inútil en términos de generación de demanda efectiva. Habría pues  un "efecto ventana rota" no una "falacia de la ventana rota".  La aplicación práctica de lo anterior para el caso de la economía española hoy sumida en una recesión cuyo fondo nadie (excepto los economistas gubernamentales) hoy lo ve, es que Don Miguel Sebastián, nuestro ingenioso y posmoderno  Ministro de Industria y otros asuntillos, puede hacer más en favor de la economía española que llamar al nacionalismo económico. Puede ponerse en traje de faena, enamorado de la moda juvenil como se dice que lo está,  y empezar a "pedradas" con nuestros vehículos, ascensores, calentadores, camas y colchones, y qué se yo. Basta con que en cada caso endurezca administrativamente  su regulación, por supuesto que bienintencionadamente,  en defensa siempre de nuestros intereses, incluso de aquellos que de tan recónditos que son ni siquiera conocemos. Como se trata de bienes necesarios el "efecto ventana rota" expansivo de unas regulaciones más estrictas sobre la producción sería muy rápido.  

Pero antes se dijo que en este asunto había dos falacias. Así que queda la segunda que es la  de si se incurre aquí en la falacia de la composición, aquella asociada en muchos casos a los procesos de agregación. Se cae en esta falacia cuando se presupone sin más que lo que sucede en uno o unos pocos casos es generalizable al conjunto. En lo que aquí respecta, si en situación de desempleo romper una ventana genera demanda efectiva y más empleo hoy, romper dos, sería aún mejor, y, ya puestos, ¿por qué no cuatro o cinco o...? Dicho con otras palabras, ¿tendría un efecto expansivo una política económica orientada a realizar actividades destructivas?  Parece absurdo y lo es que pueda pensarse en la destrucción de recursos económicos como política para salir de una depresión económico. Sin embargo, no hay que olvidar que la salida definitiva de la Gran Depresión de la década de 1930 sólo sucedió cuando la entrada en guerra de los EE.UU., y la guerra es la actividad destructiva por antonomasia,  obligó no sólo a movilizar a millones de trabajadores en paro como soldados, muchos de los cuales fueron víctimas de los combates, sino a dedicar buena parte del aparato productivo a hacer armas, es decir, a "hacer piedras" . Y sí, siempre cabe "pensar" en la extinción física de los parados como última solución al problema del desempleo, basta para ello con considerar a los trabajadores como cosas, como ventanas..      

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  1. #7
    Anonimo
    28/03/09 17:50

    Si el gamberro no me rompiese la ventana yo podría gastarme mis ahorros en un sastre, en "inversión inmobiliaria", en unos productos que mi director de sucursal bancaria me recomienda y que no entiendo muy bien en que consisten pero dice que son seguros y muy rentables. No recuerdo bien suenan algo así como "jedg fands" o no se que de un tal "Meidof". Pero quiera o no quiera el los gamberretes del gobierno me obligan a gastarme el dinero en comprar cosas que favorecen a determinadas, empresas o a pagar impuestos para abrir embajadas de Cataluña por todo el mundo o para subvencionar la "industria ecológica de energías renovables", etc...

    Los gamberretes no crean riqueza, solo la redistribuyen a su antojo. Hasta incentivan a endeudarse por encima de las posibilidades de retorno del préstamo, para que sus amiguetes se enriquezcan.

    El gamberrismo (legislación que beneficia a unos pocos o subvenciones) o la mafia aceptada legalmete (impuestos) sólo es buena si crea riqueza y esta sólo es posible via incremento de productividad = El dinero recaudado o traido del futuro al presente (créditos) se destina a intentar mejorar los procesos productivos o la vida de las personas =Crecimiento de mercado por calidad. En los inicio de la indústria del automóvil fue muy útil construir carreteras, aumetó la productividad, facilitó el comercio. Hoy no es fundamental, hoy dependemos de Software cada vez más complejo o de los sueños de la nanotecnología, alguno de los cuales puede hacer variar el panorama empresarial.

    ¿Destinan los gamberros a invertir el dinero que recaudan en inversiones que incrementen la productividad, para asegurar beneficios futuros y de paso la salud del sistema financiero?

    o ¿Más bien se dedican a dilapidarlo y aconsejar a aquellos que tienen ahorros que consuman y hasta se endeuden comprando un mismo bien (inmuebles, acciones, futuros...) y lo revendan y revendan y el precio crezca como una pompa de jabón hasta que se cierra el grifo de la liquidez a gogó?

    Otra labor encomiable de los mafiosos del gobierno es intentar crecer mediante cantidad, marketing para abrir nuevos mercados. Más producción con la misma tecnología en mercados donde nuestro productos competitivos. Pero temo mucho que las embajadas que está abriendo la Generalitat no sirvan para eso, sinó como lugar de retiro de vacas sagradas de la política o de sus familiares que no saben donde colocarlos.

    Al disminuir bruscamente la población también aumentaría la productividad.

    La destrucción no conlleva crecimiento solo redistribución y apalancamiento que y este puede llevar al colapso financiero si no se compensa con productividad o crecimiento de mercado por cantidad sin aumento de precios en burbuja.

  2. #6
    10/02/09 21:26

    Gracias. Y le echaré un vistazo al vídeo ése que me cuentas.

  3. #5
    Anonimo
    10/02/09 11:54

    Hay un video documental muy interesante colgado en youtube, que dura menos de media hora, y tiene que ver con el funcionamiento del mundo desde un punto de vista muy objetivo y crítico. Se llama Storyofstuff (todo junto). Quizá le podáis echar un vistazo. Enhorabuena por el blog, y por sus clases Sr.Esteve!

  4. #4
    04/02/09 17:52

    A los comentarios de Ignacio sólo puedo decir que gracias.Gracias por estimar que lo que cuento es lo suficientemente interesante como para que otros, a partir de ello, puedan llenar de palabras otras conversaciones.
    Al "anónimo" señalarle que son muchos los asuntos que saca a la luz, por ejemplo, lo de "la guerra como externalización de costes" merece sin duda una reflexión más profunda. La guerra, la guerra. Si me lo permites, te remito al que considero mi maestro, Rafel Sánchez Ferlosio, el -para- mí más original pensador en este y otros muhos temas. Y respecto a la serie de "ventanas rotas" a la que aludes pues lo mismo. Y, cierto, la economía parece una máquina sin control que no se puede parar o frenar en su funcionamiento so pena de que peligre la supervivencia de cada cual, pues la especialización nos ha hecho dependientes de que el todo funcione sin cesar. Lo sabemos desde hace mucho: si cierran las fábricas de armamento, los que allí trabajan se van al paro, si hacemos un consumo sostenible también generamos desempleo, si frenamos los mercados especulativos financieros, más de los mismo. Hace ya muchos años que algunos, como Galbraith o Vance Packard, hablaron de la obsolescencia planificada y de la generación de males como medio de generar combustible para para la máuina económica. Hubo más adelante, en los años 1960, un debate en torno al crecimiento cero que dió origen a la economía ecológica. Así que hay textos, hay materiales intelectuales para reflexionar. Prometo que lo haré.

  5. #3
    Anonimo
    29/01/09 15:35

    La rotura de la ventana puede de hecho mejorar la economía (por lo menos la economía local)... si la ventana se rompe en la ciudad de al lado, en unas condiciones que obligue a sus habitantes a venir a comprarnos los cristales a nosotros. La pujanza económica producida (en ciertas condiciones) por las guerras (sobre todo si las guerras ocurren en otros sitios) corresponden a este esquema, y son esencialmente procesos sistemáticos de externalización de costes.

    Las "ventanas rotas en otros sitios" como motor de la economía son en mi opinión un elemento estructural del capitalismo corporativo moderno: creo que valen como ejemplo la explotación descabellada de recursos (que es una "ventana rota" en el futuro), la energía nuclear y la contaminación doméstica (otras "ventanas rotas" en el futuro), la exportación de la contaminación o la explotación de recursos del Tercer Mundo para nuestro beneficio ("ventanas rotas" en África) o los productos hechos con mano de obra esclava ("ventana rota" en Asia). Al discurso ideológico capitalista-corporativista-de-falso-libre-mercado le encanta hacer creer que la "innovación", la "iniciativa" y la "eficiencia" supuestamente creadas por el ficticio "Libre Mercado" son los responsables de la prosperidad de que disfrutamos en Occidente. Habría que ver cuanto de esa prosperidad queda en la cuenta de resultados si se incluyesen los costes que están pagando nuestros vecinos.

    El mantenimiento de modelo económico actual se hace, por supuesto, a costa de otras "ventanas rotas" más sutiles y difíciles de medir, que paga sistemáticamente la propia población: pérdida de capital intelectual individual y de tiempo de ocio por las descabelladas jornadas laborales; tiempo perdido en atascos de tráfico... incluso deterioro de la autoestima y de las opciones sexuales por el acoso publicitario, y más. No conozco ninguna teoría económica que de cuenta de toda esa áera.

    A pesar de que es fácil culpar al Estado, gran parte de esas "ventanas rotas" están producidas no por el Estado en sí mismo, sino por la connivencia pervertida entre el Estado y las grandes corporaciones. Tú has mencionado la obsolescencia por decreto de la televisión analógica, y no es dificil adivinar que detrás de ello no está sólo el Estado, sino los intereses de la Industria. Decir que el Estado se porta como un gamberro es una verdad a medias, y las verdades a medias son mentiras. El compadreo de trastienda entre el Estado y las corporaciones es responsable de una cantidad enorme de legislación a nivel nacional y Europeo, cuyo objetivo apenas disimulado es arrebatar opciones al individuo y aumentar su dependencia de los productos y servicios ofrecidos por las grandes empresas.

    Y tampoco conozco ninguna teoría económica que hable de eso con la claridad debida.

  6. #2
    Anonimo
    25/01/09 19:21

    Corrección: Un auténtico lujo, ciertamente.

    Ignacio Giralte

  7. #1
    Anonimo
    25/01/09 19:18

    Gracias por este blog, sinceramente. Soy estudiante de Investigacion y Técnicas de Mercado en UAM. Es un autentico lugo encontrar un espacio así, lleno de contenidos tan interesantes.

    Ignacio Giralte.

    http://vinosycatas.blogspot.com