- La implantación de una metodología ordenada y fundamentada de la inversión trasladando la técnica institucional a la gestión personal.
- Adapta las propuestas de inversión a cada cliente estableciendo unos objetivos con un horizonte temporal y una capacidad para alcanzarlos.
- Llega a esos objetivos por medio de los instrumentos que se poseen.
- Plantea al cliente distintos escenarios posibles de lo que puede suceder explicando claramente no sólo las rentabilidades que se podría alcanzar sino también las pérdidas potenciales.
¿Qué está detrás del asesoramiento financiero?
- Comúnmente se tiene la idea de que la recomendación de una inversión se realiza sobre la base de “cuánto me da”, y aunque la rentabilidad esperada es una variable a considerar, no es la única. Así, algunos potenciales clientes lo que te preguntan es: “y entonces ¿Cuánto me das?”. Ante esta pregunta lo primero que se tiene que venir a la mente, y no sólo al asesor sino al inversor, es el refranero popular. Refranes como, “la avaricia rompe el saco”, pueden aplicarse cuando nos ciega la rentabilidad de un valor y creemos que nunca caerá, o el antiguo “nadie da duros a pesetas”, podría saltar a las mentes cada vez que una entidad nos ofrece una gran rentabilidad en alguno de sus productos. Y es que al final en el asesoramiento de las inversiones el sentido común es una parte importante.
- Así para empezar lo primero que tiene que primar es el se sentido común, y partiendo de ahí se tiene que tener como objetivo primordial el no perder dinero, es decir, lo que quiere el cliente es no perder. De nada sirve que se haya caído menos que por ejemplo, el Ibex si se ha perdido dinero. Por supuesto, nadie tiene una bola de cristal y existen circunstancias que escapan al control del asesor pero el objetivo es preservar el capital. Para ello se va a combinar dos variables que están íntimamente unidas de manera inversa, esto es, la rentabilidad y el riesgo.
- La rentabilidad vendrá medida entre el valor final de la inversión y su valor inicial respecto a ese valor inicial. Al inicio del periodo no sabemos con certeza la rentabilidad que nos va a reportar esa inversión, cada activo, con lo que tendremos una rentabilidad esperada a la que se la asocian unas probabilidades de que se consiga. Aquí entra en juego el riesgo asociado a esa inversión que se puede definir como el grado de incertidumbre acerca de su rentabilidad esperada, la fluctuación de la rentabilidad del activo respecto a su rentabilidad esperada. Para un inversor particular el riesgo es simple y llanamente la posibilidad que existe de perder dinero.
- El llamado riesgo sistémico o de mercado, no diversificable. Este riesgo es le debido a factores generales tales como el ciclo económico, es propio del mercado y afecta a toda clase de activos y por lo tanto no se puede diversificar.
- El riesgo no sistémico o específico, diversificable. Es el riesgo único y particular para cada activo e independiente de valores generales del sistema.
- Este último riesgo es el que puede modular el inversor con su asesor invirtiendo en activos cuya correlación con el mercado sea adecuada. Hay que tener en cuenta que el riesgo de una cartera va a depender no sólo del riesgo de cada activo sino también de la correlación que exista entre ellos. La diversificación es fundamental.
- Para realizar esa diversificación, los conocimientos del entorno, del mercado permiten dibujar la estrategia en la que se moverán las inversiones. Los conocimientos macroeconómicos, los conocimientos de las diferentes clases de activos, de valores, de análisis de instrumentos, permiten en función del riesgo que pretenda asumir el cliente la elaboración de una cartera en la que se maximice los objetivos a conseguir. Los beneficios y los riesgos que conllevan las recomendaciones propuestas deben quedar claros para el inversor, así como las características de los instrumentos en los que invertir. Así es fundamental que éstos sean líquidos, que coticen en mercados organizados, que exista contrapartida, y tengan liquidez inmediata.
- Una vez definido el “modus operandi” por parte del asesor, ¿Qué debe tener en cuenta el inversor? Además de las características anteriores, el operar con un intermediario que disponga de una estructura abierta en lo que a fondos de inversión se refiere que permita acceder a las recomendaciones de su asesor. Un intermediario que le facilite la operativa, ya sea a través de internet, ya sea vía telefónica.
- A este respecto hay que señalar una nueva iniciativa de algunas entidades financieras Inversis como pionero y más recientemente Renta4, con el lanzamiento del denominado Fondo Paraguas, o Fondo por compartimentos asesorado/gestionado cada uno por EAFIs. Es un vehículo que simplifica el asesoramiento. El poder contar con un fondo por compartimentos es beneficioso tanto para la EAFI como para el inversor. La EAFI sabe que va a tener acceso a un universo amplio e ilimitado de activos y el “timing” en la ejecución va a ser el correcto. Por su parte el inversor se beneficia fiscalmente ya que compra un fondo, es más sencillo y accesible en cuanto operativa.
¿En qué escenario estamos?
El objetivo como siempre es conseguir modular el riesgo asociado a las inversiones.