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Manealonso 10/11/11 00:07
Ha comentado en el artículo 20N: IU o la propuesta rebelde
Boas noites. Pues yo no estoy en desacuerdo. No entiendo lo de los 40000 millones.Lo que ellos pretenden recuperar(impuestos y cotizaciones, no los contabilizo como gasto, ya que se dedican a pasear por los pasillos de las distintas administraciones. La recuperación de esa inversión llega en forma de evitar gastos como subsidio de paro,rentas básicas... y en ingresos en forma de consumo y lo que ello conlleva(iva por ej.)Hay otro factor a tener en cuenta que es el poner en circulación una gran cantidad de euros que irían a estimular el consumo y lo que ello supone; mi ropa evita que cierre el comercio y 2 dependientes vayan a la calle. Mi coche evita y el de los dos dependientes evita que tres obreros vayan al paro y que un concesionario despida a un trabajador. Mi cena en el restaurante unida a la de los dos dependientes, los tres obreros y a la del trabajador del concesionario evita que cierre y un cocinero y dos camareros vayan a engrosar la cifra del paro. Ahora echamos cuentas de lo que nos ahorramos en mi subsidio de paro, en el de los dos dependientes, en el de los tres obreros... Yo propondría que esa política fuese a los 5000000 de parados; a mi me salen 70000 millones reales (1000 euros por 14 pagas). Además hay otros beneficios que no se contabilizan (algunos monetarios y otros no); monetarios lo que nos ahorraríamos en lucha contra incendios, por ej. Los no monetarios, la calidad de vida, el medio ambiente... ¿Durante cuánto tiempo? Muy poco. Un estado que genere confianza en que no te quedas en la calle, va a suponer un despegue de la demanda y por lo tanto un resurgir de la iniciativa privada rapidísimo. En poco tiempo la inversión del estado se reduciría drásticamente porque la privada necesitaría trabajadores. ¿De dónde se sacaría el dinero? De mí y de los que crean en esta idea por supuesto, y del resto de los privilegiados a regañadientes. Defino privilegiado a toda aquella persona que tenga un trabajo que le suponga más de 1200 euros mes. Como yo estoy en los 1750, estaría dispuesto a ceder 550 euros mes. Ojo, para esto, no para aumentar los gastos de representación de ningún político. Unha aperta
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Manealonso 07/11/11 15:16
Ha comentado en el artículo Yo no tengo la culpa de tu crisis
Doy por hecho que tu comprensión lectora es buena... así que, me temo, que mi expresión escrita es un desastre. Caramba, que casualidad. como tantas cosas que las personas firman y no entienden. Un saúdo.
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Manealonso 07/11/11 12:51
Ha comentado en el artículo Yo no tengo la culpa de tu crisis
Bos días. No pretendo daros pena, por supuesto que no. Pero te voy a decir algo, mientras se hacía mi casa había familias que podían comer, mientras compraba mi coche había una fábrica que no pensaba en ERE, mientras viajaba había puestos de trabajo. Mi pregunta es, ¿Quién vincula la riqueza, el trabajo, el bienestar, a que una gran parte de la población consuma y consuma? ¿De verdad nos creemos que esta crisis la han provocado los ciudadanos de a pie por tener unas expectativas "demasiado altas" en opinión de algunos. Nos da igual las circunstancias personales de cada uno, del porqué de sus actos(acertados o no). Soy de aldea, y te puedo asegurar que a muchos de mis vecinos se les ha engañado, les han colocado hipotecas que, en mi opinión, a muchos de los que llevan traje habría que meterlos en la cárcel. Podrían haber preguntado en otra parte, claro que sí, pero también podrían haber sido más honestos, y máxime cuando el interlocutor no sabe leer. Actos erróneos los cometemos todos, está claro, pero poner en mayúsculas y en negrita la culpabilidad del pueblo llano me parece... no digo lo que me parece. Un privilegiado, que es consciente de su posición social y de por quien hay que luchar. Un saúdo.
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Manealonso 07/11/11 11:54
Ha comentado en el artículo Yo no tengo la culpa de tu crisis
Pues te pido perdón oye. Por culpa mía estáis en crisis. Por ser un avaricioso, por querer tener mi casa, por querer tener un coche, por querer irme de vacaciones, por querer vivir bien... Soy culpable por querer llegar al nivel de otros (seré tonto, ellos sí que pueden alcanzar ese nivel, yo no). Soy culpable de no tener los conocimientos suficientes para entender de economía, soy culpable de no desconfiar de los banqueros que me decían que no pasaba nada. Soy culpable de creer a aquel político que decía que los pisos estaban caros porque podíamos comprarlos. Ellos no son culpables de nada. Los que engañan a la gente son buenas personas que quieren tener su chalet, su cochazo, sus vacaciones, sus noches de hotel... y que tienen derecho a pisar a quien haga falta para conseguirlo. Lo dicho; lo siento, lo siento mucho, mirad a donde os he llevado.
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Manealonso 03/11/11 08:34
Ha comentado en el artículo Grazas pola visita.
Bos días; Muchas gracias, Jaumes. Unha aperta.
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Manealonso 03/11/11 00:03
Ha comentado en el artículo Grazas pola visita.
Mi mujer me hace volver a escribir. Quiere dejar este enlace y que Enric o Gemma nos lo traduzcan, aunque, como dice ella, es muy fácil de entender http://www.albumcancionyletra.com/qualsevol-nit-pot-sortir-el-sol_de_jaume-sisa___215094.aspx Y ahora a mimir. Unha aperta.
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Manealonso 02/11/11 23:37
Ha comentado en el artículo ¿De verdad ha sorprendido el referendum Griego?
¿Cómo los gobernantes pueden tener miedo a la opinión de las personas? ¿No son las mismas personas que han opinado que ellos debían ser sus gobernantes? ¿Hasta dónde llega la perversión del sistema que unos iluminados se permiten decidir cuando se puede o no se puede opinar?
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Manealonso 25/04/11 12:08
Ha comentado en el artículo Viernes Santo, abstención y penicilina
Tal día como hoy, allá por el año 1852 nace Leopoldo Alas "Clarín" UN CANDIDATO Tiene la cara de pordiosero; mendiga con la mirada. Sus ojos, de color de avellana, inquietos, medrosos, siguen los movimientos de aquel de quien esperan algo como los ojos del mono sabio a quien arrojan golosinas, y que, devorando unas, espera y codicia otras. No repugna aquel rostro, aunque revela miseria moral, escaso aliño, ninguna pulcritud, porque expresa todo esto, y más, de un modo clásico, con rasgos y dibujo del más puro realismo artístico: es nuestro Zalamero, que así se llama, un pobre de Velázquez. Parece un modelo hecho a propósito por la Naturaleza para representar el mendigo de oficio, curtido por el sol de los holgazanes en los pórticos de las iglesias, en las lindes de los caminos. Su miseria es campesina; no habla de hambre ni de falta de luz y de aire, sino de mal alimento y de grandes intemperies; no está pálido, sino aterrado; no enseña perfiles de hueso, sino pliegues de carne blanda, fofa. Así como sus ojos se mueven implorando limosna y acechando la presa, su boca rumia sin cesar, con un movimiento de los labios que parece disimular la ausencia de los dientes. Y con todo, sí tiene dientes, negros, pero fuertes. Los esconde como quien oculta sus armas. Es un carnívoro vergonzante. Cuando se queda solo o está entre gente de quien nada puede esperar, aquella impaciencia de sus gestos se trueca en una expresión de melancolía humilde, sin dignidad picaresca, sin dejar de ser triste; no hay en aquella expresión honradez, pero sí algo que merece perdón, no por lo bajo y villano, sino por lo doloroso. Se acuerda cualquiera, al contemplarle en tales momentos, de Gil Blas, de don Pablos, de maese Pedro, de Patricio Rigüelta; pero como este último, todos esos personajes con un tinte aldeano que hace de esta mezcla algo digno de la égloga picaresca, si hubiere tal género. Zalamero ha sido diputado en una porción de legislaturas; conoce a Madrid al dedillo, por dentro y por fuera; entra en toda clase de círculos, por altos que sean; se hace la ropa con un sastre de nota, y, con todo, anda por las calles como por una calleja de su aldea, remota y pobre. Los pantalones de Zalamero tienen rodilleras la misma tarde del día que los estrena. Por un instinto del gusto, de que no se da cuenta, viste siempre de pardo, y en invierno el paño de sus trajes siempre es peludo. Los bolsillos de su americana, en los que mete las manazas muy a menudo, parecen alforjas. No se sabe por qué, Zalamero siempre trae migajas en aquellos bolsillos hondos y sucios, y lo peor es que, distraído, las coge entre los dedos manchados de tabaco y se las lleva a la boca. Con tales maneras y figura, se roza con los personajes más empingorotados, y todos le hacen mucho caso. «Es pájaro de cuenta», dicen todos. «Zalamero, mozo listo», repiten los ministros de más correa. Fascina solicitando. El menos observador ve en él algo simbólico; es una personificación del genio de la raza en lo que tiene de más miserable, en la holgazanería servil, pedigüeña y cazurra. «Yo soy un frailuco -dice el mismo Zalamero-; un fraile a la moderna. Soy de la orden de los mendicantes parlamentarios.» Siempre con el saco al hombro va de Ministerio en Ministerio pidiendo pedazos de pan para cambiarlos en su alea por influencias, por votos. Ha repartido más empleos de doce mil reales abajo que toda una familia de esas que tienen el padre jefe, de un partido o de fracción de partido. Para él no hay pan duro; está a las resultas de todo; en cualquier combinación se contenta con la peor; lo peor, pero con sueldo. Sus empleados van a Canarias, a Filipinas; casi siempre se los pasan por agua; pero vuelven, y suelen volver con el riñón cubierto y agradecidos. -¿Qué carrera ha seguido usted, señor Zalamero? -le preguntan las damas. Y él contesta, sonriendo: -Señora, yo siempre he sido un simple hombre público. -¡Ah! ¿Nació usted diputado? -Diputado, no, señora; pero candidato creo que sí. -¿Y ha pronunciado usted muchos discur- sos en el Congreso? -No, señora, porque no me gusta hablar de política. En efecto: Zalamero, que sigue con agrado e interés cualquier conversación, en cuanto se trata de política bosteza, se queda triste, con la cara de miseria melancólica que le caracteriza, y enmudece mientras mira; receloso, al preopinante. No cree que ningún hombre de talento tenga lo que se llama ideas políticas, y hablarle a Zalamero de monarquía o república, democracia, derechos individuales, etc., etc., es darle pruebas de ser tonto o de tratarle con poca confianza. Las ideas políticas, los credos, como él dice, se han inventado para los imbéciles y para que los periódicos y los diputados tengan algo que decir. No es que él haga alarde de escepticismo político. No; eso no le tendría cuenta. Pertenece a un partido como cada cual; pero una cosa es seguirle el humor al pueblo soberano, representar un papel en la comedia en que todos admiten el suyo, por no desafinar, y otra cosa es que entre personas distinguidas, de buena sociedad, se hable de las ideas en que no cree nadie. Zalamero, en el seno de la confianza, declara que él ha llegado a ser hombre público... por pereza, por pura inercia. «Dejándome, dejándome ir, dice, me he visto hecho diputado. Nunca me gustó trabajar; siempre tuve que buscar la compañía de los vagos, de los que están en la plaza pública, en el café, azotando calles a las horas en que los hombres ocupados no parecen por ninguna parte. ¿Qué había de hacer? Me aficioné a la cosa pública; me vi metido en los negocios de los holgazanes, de los desocupados, en elecciones. Fui elector, cazador de votos, como quien es jugador. Cuando supe bastante me voté a mí propio. El progreso de mi ciencia consistió en ir buscando la influencia cada vez más arriba. He llegado a esta síntesis: todo se hace con dinero, pero arriba. Cuanto más arriba y cuanto más dinero, mejor. El que no es rico, no por eso deja de manejar dinero; hay para esto la tercería de los grandes contratos vergonzantes. El dinero de los demás, en idas y venidas que ideaba yo, me ha servido como si fuera mío.» Mientras muchos personajes andan echando los bofes para asegurar un distrito, y hoy salen por aquí, mañana por los cerros de Úbeda, Zalamero tiene su elección asegurada para siempre en el tranquilo huerto electoral que cultiva abonando sus tierras con todo el estiércol que encuentra por los caminos, en los basureros, donde hay abono de cualquier clase. Aunque trata a duquesas, grandes hombres, ilustres próceres, millonarios insignes, cortesanos y diplomáticos, en el fondo, Zalamero los desprecia a todos, y sólo está contento y sólo habla con sinceridad cuando va a recorrer el distrito, y en una taberna, o bajo los árboles de una pomareda, ante el paisaje que vieron sus ojos desde la niñez, apura el jarro de sidra o el vaso de vino, bosteza sin disimulo, estira los brazos, y a la luz de la luna, con la poética sugestión de los rayos de plata que incitan a las confidencias, exclama con su voz tierna y ronca de pordiosero clásico, dirigiéndose a uno de sus íntimos aldeanos, agentes, electores, sus criaturas: -...Y después, si Dios quiere, como otros han llegado, puedo llegar a ministro..., y como no soy ambicioso, juro a Dios que con los treinta mil reales de la cesantía me contento; sí, los treinta mil..., aquí, en esta tierra de mis padres, en la aldea, bajo estos árboles, con vosotros... Y Zalamero se enternece de veras y suspira porque ha hablado con el corazón. En el fondo es cómo el aguador que junta ochavos y suena con la terriña. Zalamero, el palaciego del sistema parlamentario, el pobre de la Corte de los Milagros..., del salón de conferencias; el mendicante representativo no sueña con grandezas, no quiere meter al país en un puño, imponer un credo. ¡Qué credos! Ser ministro ocho días, quedarse con treinta mil..., y a la aldea. Es todo lo Cincinnato que puede ser un Zalamero. No quiere ser gravoso a la patria. «Si me hubiesen dado una carrera, hoy sería algo. Pero un hombre como yo, ¿a qué ha de aspirar sino a ser ministro cesante cuando la vejez ya no le consienta trabajar... el distrito?»
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Manealonso 20/04/11 02:31
Ha comentado en el artículo La excelencia y la excedencia de los torpes
Situaciones de ses tipo con otros profes sí, por supuesto; con alumnos agresivos nunca aunque en mi centro se dan muchas veces. Supongo que en determinados momentos hay que tener suerte y acertar con la reacción y el proceder. No tiene nada que ver pero te cuento el siguiente caso: Hace ya unos doce años, en una excursión de varios días, nos tocó una jornada de senderismo por unas aldeas en las que habría dos o tres vecinos. Un grupo de "fenómenos" se dedicó a vacilar a un viejiño con frases del tipo de si conocía la televisión, internet, si sabía leer y otras lindezas por el estilo. El hombre se enfadó, claro está, y les llamó maleducados, gamberros...Cuando nos dimos cuenta de la situación la primera reacción fue castigarlos sin ir a la disco esa noche. El resto del día se comportaron como benditos, y después de cenar se levantaron para ir a sus habitaciones. Los hice bajar, sentar de nuevo en el comedor y mi discurso comenzó diciendo que iban a ir a la discoteca porque por unos cuantos no iban a pagar todos, ahora que los "civilizados", modernos,listillos y niños de ciudad a quienes sus papás los llenaban de oportunidades, no valían ni una sila cana sel pelo del señor que intentaron vacilar. Que yo, un señor con carrera nunca llegaría a saber ni la décima parte de lo que sabía mi padre que había dejado los estudios a los 8 años; les conté lo de mi madre con aquel profesor que ya tengo relatado aquí, les dije , ya ni me acuerdo, y terminé con un "y ahora, niñatos de ciudad que os creéis mejores que nadie os vais a la disco a reíros del señor, de mí y de mi madre porque eso, seguro , que sabéis hacerlo muy bien. Mis lágrimas de rabia y de frustración, mis palabras, no estoy seguro llenaron de gente llorando aquel comedor, desde el comductor del autobús hasta los niños, que sin decir palabra se levantaron en silencio y subieron a sus habitaciones. De nuevo los hago bajar y les digo que de ir a dormir nada, que a la disco todo el mundo. Un grupo de unos quince vienen a pedir perdón y a reconocer que ellos fueron los culpables y que no merecen ir. Mi respuesta fue decirles que por su comportamiento claro que no merecen ir, pero que si han aprendido algo que enfilen camono de la discoteca. Hoy en día los ya adultos de 26 y 27 años me paran y abrazan por la calle. Según dicen nunca les habían castigado tan duro.
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