Ser profeta es siempre complicado, especialmente cuando se trata del futuro. Veamos este párrafo de su artículo, Sr. Llinares:
"Esto ocurrirá cuando las burbujas de crédito/deuda/bonos/moneda fiduciaria y los derivados comiencen a implosionar. La reacción de los bancos centrales del mundo será imprimir hasta que la deflación ceda. Creo que esto va a causar una hiperinflación."
Bueno ¿en qué quedamos? Si al final hay hiperinflación es evidente que el oro subirá, pero subirán también las casas, y las acciones, y todo (menos, obviamente el dinero fiat). No entiendo eso de que las acciones se hundirán: si Coca-Cola vende al doble de precio sus botellas también su beneficio será del doble y el valor de su acción (en términos nominales) será el doble, aunque, al final, solo sirva para comprar lo mismo.
Warren Buffet afirma que el oro es una reliquia, que, además, no produce nada. Estoy de acuerdo con él y, sin embargo, yo también estoy comprando oro (FISICO para "pericogn" que pregunta en el comentario 1). Porque no se puede ignorar la psicología del mercado. Pero no creo en el Armageddon financiero. Si llega, como dice un colega, puede ser más importante tener un arma que tener oro. La gente está entregándose más y más al estado socialista, y poner en circulación una divisa alternativa -como el oro o el bitcoin- será una tarea imposible. El escándalo más gordo de los últimos meses es que los gobiernos no solo nos roban, sino que nos espían. ¿Alguien se ha movido a protestar? No, encantados, seguimos dándoles nuestros datos y nuestras fotos a las "redes sociales", y seguimos con el fútbol. Ahora ya hay fútbol todos los días. Las mentes de los borregos están tranquilas. Nadie les quitará el fútbol y el gran hermano y, el domingo, otra de gambas.
Nos van encerrando en el corral y ninguno nos levantamos. Invertir en oro suena sensato. Pero hágalo con moderación. Es fácil de robar (incluso para los gobiernos, no digamos para los paisanos con báscula tarada), es complicado de vender, es (eso sí) fácil de transportar y fácil de esconder.
Para terminar una anécdota que demuestra que hay cosas más valiosas que el oro (y no hablo de las espirituales): Hace 500 años el rey Francisco I de Francia compró La Gioconda -el cuadro más famoso- por 492 onzas de oro para decorar su "toilette" (como un Roca cualquiera). Intente hoy comprar ese cuadro por 492.000 euros (valor aprox de esas 492 onzas de oro). La última vez que salió de gira la misteriosa señora fue asegurada por 700 millones de dólares (más de 530.000 onzas de oro al cambio).