Bueno, pues ya estamos aquí. Dificil resumir y explicar lo vivido y aprendido en el Masnou con Ferrán... es como explicar un chiste, si no lo pillas a la primera, mejor que no preguntes, porque en la explicación ya se le van las vitaminas... me explicas el silencio?
No es que se me haya ido el cachondeito y la tontuna, pero hay cosas que hay que tratarlas con la suficiente seriedad. La semana la ha planificado Ferrán con una dedicación exquisita, las lineas de tu traje a medida han sido pensadas, tabuladas, indexadas, pulidas y encajadas con la precisión de un relojero suizo; ya sólamente eso te tiene que dar una idea de donde te vas a meter.
Debería resumir un poco mi día de examen, que aunque no sea el más importante (los importantes son los anteriores y posteriores que dan forma a la formación global), si es el más indicativo de lo que puede ser un día a día en los mercados:
Ese día empezó plomizo. A diferencia de los anteriores, en las que el clima suave de otoño acompañaba con un sol muy confortable, el viernes amaneció nuboso y con amenaza de lluvia. Yo había pasado una noche muy movida. La falta de sueño hacía mella, y el empezar a hablar sólo, y a dar paseos nerviosos por la pequeña habitación me hacían parecer una cobaya en la jaula de un investigador. Fue una semana muy dura, en el que el nivel de autoexigencia propia y de Ferrán pesaban como un collar de melones. Los conocimientos eran muchos y nuevos, y concentrar tantos años de experiencia en sólo 5 días merecía no sólo el esfuerzo, sino el respeto debido. Esa noche cayeron 5 cafés, y el cuerpo y los ojos pasaban factura... no distinguia un 6 de un 8, y las cotizaciones se movían al ritmo del chunda chunda que le gustaba poner al bobo de Luis Cobos a las zarzuelas. Con ese panorama físico, el enfrentarse al examen hacía multiplicar por 5 su dificultad ya de por sí altísima. No me da verguenza reconocerlo, pero los primeros pucheros y quejíos por la presión se vieron en torno a las 6:00 del viernes.
Cuando Ferrán me vino a buscar, vió un tipo desaliñado y con barba descuidada... ojeroso, encorvado y arrastrando los pies. Me constaba hablar. Ferrán me preguntó si quería no hacer el examen. Reconozco mi debilidad, y de que si se me pasó por la cabeza dejarlo todo allí mismo, y de que me dejara en el hotel a descansar, que la presión me había podido... pero no. No es una cuestión de cojones o de honor. No es una cuestión de comerse todo lo que hay en el plato... es una cuestión de tener madera o no. De valer o no. De estar a la altura de lo que Ferrán espera de ti... o no. Son respuestas binarias, no cabe la duda. No vale un si... pero.
Fuimos a desayunar. El su infusión, y yo mi agua (no me cabía ni una molécula de cafeina más). La compañía de Pedro, y de su gran humanidad, preguntandome si estaba preparado, apaciguaba ese agotamiento que arrastraba... el truco está en no pensar en tu cansancio.
Terminando el desayuno, nos dirigimos a la oficina. Allí esperaba el examen. Pensado, meditado, dispuesto expresamente para mi. 8 horas por delante, y cientos de preguntas, precios y candles en el menú. "adelante" y "Good Luck" me puso Ferrán en la pizarra........
Primeros momentos duros. Las preguntas teóricas necesitaban la simplicidad y precisión necesaria. Las hice primero, como un aperitivo "liviano" aunque no tanto.
Parte práctica. el 90% del examen. El 90% de la nota. Momentos de respirar hondo, de intentar acallar las voces de 5 días de sueño atrasado, y de la cafeina rondando y fastidiando el estómago. Te acuerdas de la soledad del corredor de maratón, de la lucha contra sí mismo... mente en blanco, duelo contra el gráfico.
Siete horas de duro trabajo. Mi rendimiento era sinuoso, con valles, repechos y cimas. Mi cabeza boicoteandome, mi decisión poniendome en el sitio correcto.
Comí unas pocas almendras que me llevé al examen. Bebí agua para ahogar a una rana, y el último café para poder afrontar los últimos momentos del examen. Ferrán miraba el reloj... de vez en cuando se acercaba y me tocaba el hombro... como si lo hiciera para que no cerrara los ojos... Time's over.
Momentos de comentar el examen, de cosas que me faltaban, de cosas a las que no había llegado. Comentarios a tiempo parado y de moviola en las jugadas más especiales.
Estaba nervioso, muy nervioso. Lejos de caer rendido por el cansancio, prefería quedarme de pié mientras Ferrán corregía el examen. El implacable desgranaba fallos, pequeños, pero fallos, hasta que llegó a uno grave... Mirada petrea e inquisitiva, sabía que no quedaba crédito para otro. Yo miraba para otro lado... de paseos al rincon de pensar. Mi cabeza a punto de explotar. Una hora después, Ferrán me pide que me siente. No me dijo la nota. Hablamos de aspectos que no voy a enumerar, ya que son muy nuestros, muy de nuestra experiencia, esa otra parte de la formación que es tán personal de cada uno de nosotros... Nos quedamos hablando hasta las 8. En esta hora, la conversación finaliza abruptamente. Ferrán me mira muy serio... No te he dicho tu nota todavía, pero... estás aprobado, muy muy muy por los pelos, pero aprobado. (...). Me vais a disculpar, pero este trozo lo quiero dejar en blanco. Fué como el abrir una botella de gaseosa agitada.
Tres días después, la formación sigue su curso, no ha terminado todavía. El trabajo ya empiezó este lunes, y ya se puede decir que la aptitud y la actitud se han conjuntado para hacer un trabajo profesional y muy digno.
Ferrán, muchas gracias. De corazón.
Me gustaría destacar otro aspecto, muy importante, de mi estancia en el Masnou. Ese aspecto es haber tenido la enorme suerte de conocer a Jordi, Abel, Pedro y Maria. Son los responsables de la logistica los proveedores de placer en la hora de la comida. Ellos son el verdadero exponente de lo que significa ponerle amor a lo que se hace. Una familia de 10. Con ellos, el placer de lo pequeño se vuelve una delicatessen... salut¡