Puedo leer y concluir, no sin lamentar, que su prospectiva vital no alcanza a prever sus confines en lontananza, sino más bien en una rivera al pie de la cotidianeidad. Todos hemos de traspasar el umbral en algún momento, lo cual no quita amargura al momento de la entrega. Y volviendo al cruel mundo de los vivos, cabe recordar que fiscalmente en este país existe la plusvalía del muerto, es decir, el cero absoluto.