A los que esperamos que aparezca tu post y nos alegre el día de vez en cuando, nos ha valido la pena esperar. Ante lo excelente lo mejor es callar, enmudecer, pues ¿qué mayor excelencia hay que la de “saberse siendo”? Y… cuando alguna vez en la vida nos percatamos de esa evidencia inenarrable ¿Acaso no lo hacemos enmudeciendo fascinados? Debería callar pues, y disfrutarlo y dejarlo correr. Pero no me da la gana, no me es posible, necesito hacerte la pelota y llevarte la contraria.
No puedes imaginarte la particular perspectiva en que me ha colocado la vida. Eran dos hermanas, una morena y otra pelirroja que tenían dos “novietes” que estudiaban economía. El novio de la morena era del noroeste y se creía muy “rojo”, el otro era del este y no se muy bien cuanto de rojo se creía. Ambos eligieron sus destinos, el de la morena se colocó en la fila en la que “mordor” elige a los chicos listos, el otro no. Cuando “mordor” captó al rojo del noroeste, diciendo: “ven aquí chico listo que haré de ti un experto financiero” se fue a vivir al este. Y allí, ocupando altos cargos directivos contribuyó a crear el enorme agujeraco que todos sabemos que en el este se creó. Cosa que sabemos pues es noticia que acaba de prejubilarse con un sueldarraco de escándalo que triplica el suelto de Mas que en si mismo es un escándalo, pues duplica el del Presidente del Gobierno.
¿Quién era el mejor? El de la pelirroja, Fernando, el de la pelirroja era mil, cuatrocientas mil veces mejor. Porque los mejores no se ponen en esa fila en la que “mordor” elige y capta. Y no diré que es por ética, sino por algo más profundo que la propia ética, es una grima ancestral lo que les lleva. Esa fila no es una opción para ellos, ni se les ocurre.
¿Qué virtud hay en aplicar una ecuación (que ni siquiera tú has creado, con el añadido de que es “mordor” quien te dice que es “esa” la que tienes que aplicar), una vez que los contables han hecho su trabajo? ¿Qué mérito tiene ser un gestor si no respondes de los desastres que provocas? Es de suponer que el rojerío se le pasaría en cuanto le dijeran: ven. Pero ¿Y la vergüenza? ¿Con que jeta, con que cara dura, con que morro, con que desvergüenza aceptas que el sistema te asigne semejante sueldo en virtud de “los servicios prestados a la sociedad” si lo que has hecho es contribuir a su descomunal empobrecimiento? No podía ser un “mejor” que ha “empeorado”; ya no lo era cuando empezó a subir en el escalafón.
Y es que además la vida me ha colocado en una perspectiva desde la que puedo discernir. Los conocí a los dos. ¡Dónde vas a comparar! Era mucho mejor la “contundente solidez” del novio de la pelirroja que la “frágil y evanescente rapidez” del novio de la morena.
Así que la historia de la meritocracia está por escribir. Los mejores son los que sostienen el mundo, los que lo hacen avanzar, los que lo mejoran (y que bien dicho queda) y a ellos no se les retribuye especialmente. Los meritócratas no son necesariamente los mejores (quizá una condición necesaria para instalarse en la meritocracia sea precisamente no estar entre los mejores) si no los que hacen más méritos, los que mejor se adaptan a las exigencias de los meritócratas instalados para que te consideren uno de ellos.
Creo que fue Stiglitz el que, en uno de sus libros, nos recordaba esa evidencia de que sin las sociedades sin ánimo de lucro, por ejemplo la Universidades, ni Occidente ni el Mundo serían lo que son. Si los meritócratas y algunos agentes del mercado poseedores de grandes rentas las “justifican” por el “servicio prestado a la sociedad”; como decían en un artículo… ¿Por qué no son archimillonarios los descendientes de Newton y en cambio los de Rothschild sí? Pensad que nada se mueve sin las ecuaciones diferenciales hoy en día.
Ser el mejor, es un criterio que para objetivarse debe concretarse, ser el mejor… ¿En qué? Pero visto en abstracto, en una generalización (Imposible desde criterios lógicos) ha de ser algo necesariamente subjetivo. Aunque una sociedad que no quiera caminar hacia su suicidio debe ser capaz de reconocer a sus mejores. Alguien que acepta que después de haber cometido un desastre descomunal se le pague un sueldo inmenso, máxime cuando para poder pagarlo hay que quitarles la comida y los lapiceros a los niños en la escuela, el hambre a las madres de esos niños, reducir los profesores y maestros y los sueldos de los que quedan, reducir los hospitales y las medicinas… es lo peor de lo peor.
Pero no hemos perdido ese instinto, el de reconocer a los “mejores”. Lo sé porque con la distancia del tiempo puedo ver que entonces, instintivamente ya los valoraba correctamente. Cuando los conocí, alternativamente, creo que ellos no llegaron a conocerse, nada prefiguraba en qué habían de acabar. Aunque una vez visto lo ocurrido, si me pongo psicoanalíticamente melodramático puedo pensar que quizá fue “su fragilidad y su capacidad innata de seducción” lo que posibilitó el meteórico ascenso hacia lo peor del novio de la morena. Y si tengo que decir, también desde esa perspectiva psicoanalíticamente melodramática, porqué en mi fuero interno valoraba más, me parecía mejor, el novio de la pelirroja, diría: “por la robustez de su pensar y su capacidad innata de generar criterio”. Ahora está por ahí, con vosotros, en las Universidades.
Y tengo que decirlo, más que decirlo gritarlo, porque no soy un loco suicida y quiero que mis hijos y mis nietos tengan un futuro. Sois vosotros los mejores, es de ley reconocéroslo ya que la sociedad no os lo retribuye. Ahora que toda la “Enseñanza” está en lucha por no morir estrangulados por los recortes que se hacen para, entre otras cosas, pagar los sueldazos de los impresentables, hay que decir que los mejores sois vosotros y que os necesitamos.