Un 'lobby' profesional, el mejor antídoto contra el compadreo
El concepto de lobby o hacer lobby es una idea que ha cogido fuerza en los últimos años y está cada vez más en boca de todos. Sin embargo, lo que se observa en la práctica es que la gente ha oído hablar de ello y tiene una cierta concepción mental de lo que es, pero no consiguen materializarlo con exactitud.
A esto se le suma el hecho de que cuando la gente habla actualmente de lobby lo hace de forma negativa. Así, los medios de comunicación utilizan la palabra lobby para hablar de intereses oscuros y desconocidos cuando no pueden referirse a ellos con nombres y apellidos. Como resultado, encontramos que en la sociedad dominan las concepciones reduccionistas del lobby a algo que tiene que ver con la mera intermediación o, en su vertiente más peyorativa, con el cohecho o el tráfico de influencias.
En el Libro Verde “Iniciativa Europea a favor de la transparencia” de 2006, la Comisión Europea definió el concepto de lobby como “todas las actividades que se realicen con el objetivo de influir en los procesos de elaboración de políticas y de toma de decisiones de las instituciones”. Por consiguiente, los lobistas son aquellas personas que realizan dichas actividades en asociaciones sectoriales, empresas, ONGs, fundaciones e instituciones públicas.
A raíz de esta iniciativa promovida por la Comisión Europea y otras que surgieron en el ámbito internacional (como desde la OCDE o desde el Fondo Monetario Internacional), la actividad de lobby empezó un proceso de normalización en Europa y en España. En este sentido, cabe recordar que el lobby nace en el mundo anglosajón, donde ya tiene una larga tradición, por lo que es una profesión y una forma de participar en la toma de decisiones públicas que en Europa y en España estamos adaptando todavía a nuestra idiosincrasia.
Para hacerse una idea de la trascendencia que tiene la actividad de lobby y el impacto económico que puede llegar a tener, podemos observar los datos de lo que los diferentes sectores empresariales se gastaron en lobby en Estados Unidos en el año 2013. Las empresas que más dinero invirtieron en esta actividad fueron las financieras y las aseguradoras con un total de más de 484 millones de dólares. En segundo lugar, encontramos a las compañías del sector sanitario, que desembolsaron algo más de 480 millones de dólares. A continuación, les siguen la industria de las comunicaciones y la electrónica (391 millones), las empresas energéticas (356 millones) y las de transporte (221 millones). Por su parte, el sector de la defensa ocupa el décimo puesto de la lista con un gasto en lobby de casi 134 millones de dólares.
El lobby en España
En España existe una desconfianza intrínseca en los políticos y en la forma de tomar sus decisiones, pensando que la única manera de influir sobre ellos es mediante el compadreo y amiguismo. Por ello, la profesionalización del lobby se ha convertido en el antídoto de estas malas prácticas. Profesionalización que se enmarca en una formación especializada, un código de conducta, y unos mecanismos de transparencia y supervisión más exhaustivos.
Tanto en Washington como en Bruselas existen “lobbies público-privados”, es decir, una colaboración donde la industria de determinado país traza una estrategia para la defensa de sus intereses en un organismo trasnacional, junto con su Gobierno y Administración. Una estrategia basada en el apoyo político, en la máxima capacidad técnica, y en un posicionamiento de marca industria-país, que en su conjunto le da legitimidad para influir en las políticas de seguridad y defensa transnacionales.
En España necesitamos realizar este tipo de iniciativas. Hay que definir el posicionamiento que queremos tenga nuestra industria de seguridad y defensa en el Exterior. Y este posicionamiento se alcanza a través de una estrategia público-privada. Si queremos ser competitivos globalmente, ya no basta que la industria vaya por un lado y el Estado por otro. Necesitamos actuar coordinadamente bajo los estándares de transparencia y colaboración.
Querer influir en el ámbito internacional a través del compadreo o clientelismo, además de ser poco ético, es tan ingenuo como pretender realizar una misión de paz sin armas y sistemas de seguridad.
un saludo.