Bueno, teniendo la coronita del reloj clavada en el cráneo, no será fácil olvidarte de ponerlo en hora, ¿no? Al principio pensé que era un tornillo, pero por lo que he hablado contigo, sabía que tenía que tratarse de otra cosa. Tú tienes los tornillos muy bien ajustaditos y la cabeza muy bien amueblada.
Ayer, al final, me quedé sin contestar a tu comentario sobre los super y los carritos, jajjaa, mi día comienza con fuerza y acabo liadísima siempre. Me alegro mucho de leerte por aquí. ¿No habrás venido para escribir el post número 50.000 y ganar el jamón de pata negra que Jtorres nos tiene "prometido", ¿verdad? ;-) ;-D
Anda, demuestra la generosidad que te caracteriza y envíame un pancito virtual calentito, para la hora de comer. ;-)
Algo similar me ha ocurrido a mí, me acosté sin acordarme para nada del dichoso cambio horario, que les debe de venir de perlas a los finlandeses y pingüinos europeos, porque lo que es a mí, ni me inmuto, sigo con mi vida igual; y hoy por la mañana unos relojes de la casa marcaban una hora y otros otra.
Locura en tres actos: "¿Qué puñetas de hora es?"
Total, que solucionado el asunto, agarro a los chuchos y a la calle. Ducha, desayuno y al ataque, sea la hora que sea, la vida sigue, con más o menos luz en la calle, pero como decía Julio, "La vida sigue igual".
Un saludo cordial y ¡feliz día!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.